Outro Estado é necessário


Por  Narciso Isa Conde.

La perversa trampa que en materia institucional encierra la Constitución de Leonel Fernández y sus asesores españoles, así como los  manipulados resultados de las recién pasadas elecciones, no ha sido captada en toda su dimensión por una gran parte de esta sociedad.

En el debate constitucional tuvo bastante proyección lo del artículo 30, la privatización de las playas y la “poda” de los derechos colectivos. Pero no así  las soldaduras inter-poderes del Estado que han posibilitado que el Senado, convertido en presa fácil del peledeísmo leonelista, decida a su favor la composición del Consejo de la Magistratura (Suprema Corte y demás tribunales), Tribunal Electoral, Junta Central Electoral,  Tribunal Constitucional y la Cámara de Cuentas.

Antes de dar ese paso Leonel tenía sujetadas por arriba -a base de corrupción y prebendas- las Fuerzas Armadas,  la Policía Nacional,  la Dirección Nacional de Investigaciones  y la Direcciones Nacional Antidrogas.

Así las cosas su re-postulación de hecho es un “globo de ensayo”, que antes de ser formalmente  decidida y anunciada,  procurará “legalizar”; ya sea a través de “reforma constitucional” o del nuevo Tribunal Constitucional.

Leonel Fernández –si esto no es alterado por la movilización popular- tiene garantizado por seis  años el control del poder legislativo, Cámara de Cuentas,  sistema judicial, Tribunal Constitucional y sistema electoral; lo cual le otorga poder de Estado para manejar a su favor cualquier cambio obligado en otras esferas, incluyendo el poder ejecutivo y militar-policial.

Claro que se esforzará, si logra eliminar riesgos mayores,  en permanecer en la Presidencia, lo que le permitiría más seguridad personal y más poder. O de lo contrario convertir el resto de las instituciones en una camisa de fuerza bajo su control.

Esta realidad nos remite a algo más trascendente: el Estado conformado no es democratizables desde dentro. Las reformas han sido más bien contra-reformas. Las cuotas disidentes son cada vez más maleables.

Esta institucionalidad está cerrada, viciada y podrida, y precisa ser confrontada por grandes acciones y movilizaciones desde fuera y desde abajo.

El desafío es combatirla en todos los terrenos para superarla desde un  contrapoder abrazado a una propuesta de Constituyente Popular y de sociedad post-neoliberal, justa, soberana y solidaria.

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