Por Julio Rudman.
Escribo estas líneas al calor de la noticia que nos dejó helados.
Ha muerto un animal político.
Ha muerto el protagonista principal del primer gobierno de transición, después de la dictadura explícita y las dictablandas que siguieron a la ferocidad perversa de la represión militar y la entrega económica del país. Si los símbolos sirven para marcar una época, la orden de retirar el cuadro de los genocidas en el corazón de la institución armada y la ruptura de la actitud de sumisión respecto de los organismos financieros internacionales, marcan ese comienzo de un nuevo rumbo en la historia económica, social, cultural y política de la Argentina.
Cuando terminen los ritos funerarios se verá si la conmoción de casi todo el espectro político es sincero. Lo veremos en la praxis cotidiana, en el trámite parlamentario y en la predisposición hacia el sostenimiento de la calidad institucional de la incipiente democracia nacional.
Su muerte, si bien no anunciada si profetizada por los escribas del poder mediático-económico, deja mutilado ese tandem Néstor-Cristina que estaba produciendo cambios importantísimos a favor de la construcción de una mejor ciudadanía. Insuficientes todavía, pero en el rumbo correcto.
Precisamente, de lo que nos tenemos que hacer cargo es de que el rumbo no pierda el rumbo. Estamos presididos por una estadista excepcional que viene de recibir un mazazo personal inconmensurable. Habrá que ver si su capacidad para reponerse es proporcional a su capacidad para enfrentar los avatares públicos.
Cristina estará rodeada por los presidentes de la UNASUR, por los dirigentes más cercanos, por los aliados estratégicos, por los intelectuales progresistas del mundo pero, sobre todo, deberá ser rodeada de la solidaridad de los trabajadores argentinos, principales beneficiarios de sus políticas de redistribución del ingreso.
Luego de que se aquieten las aguas ceremoniales, podremos especular si la flamante viuda será la candidata dentro de un año, si Lula lo sucederá al frente del bloque de países sudamericanos, si la puja por la vicepresidencia que se viene en 2011 será feroz, civilizada o consensuada.
Hace unos días, Sandra Russo decía que ella percibía que el asesinato del joven del Partido Obrero, Mariano Ferreyra, provocaba más excitación que dolor. La primera impresión es que la muerte de NK, invierte ese sensación.
Hasta la censista que llegó a mi hogar en el momento en que me daban la noticia, transmitió ese estupor doloroso de la gente común, eso que los setentistas como él mismo llamamos, todavía, el pueblo.
En muy poco tiempo llegarán mis dos nuevos nietos. Si el itinerario no flaquea, si Cristina se sobrepone, Juan Laureano y Alejo llegarán a una patria más ecuánime. De nosotros depende.