“A abundância que nunca chegou”

    mauricioDesacato.info entrevista o jornalista mexicano Mauricio Mejía, que participa das Jornadas Bolivarianas 2013

    Por Larissa Cabral para Desacato.info

    ” En este país vive y comercia el hombre más rico del mundo, Carlos Slim, dueño del Grupo Carso. Pero 52 millones de mexicanos viven en pobreza o pobreza extrema”

    A 9ª edição das Jornadas Bolivarianas, realizada anualmente pelo Instituto de Estudos Latino-Americanos (IELA/UFSC), trouxe como tema principal “Mega Eventos Esportivos: impactos, consequências e legados para o continente latino-americano” e discutiu o tema sob diferentes óticas desde terça (9) até esta sexta-feira (12). O jornalista mexicano Mauricio Mejía participaria da conferência “A Mídia, o Jornalismo Esportivo e a Cobertura dos Megaeventos Esportivos”, junto ao jornalista brasileiro Juca Kfouri, mas por problemas em seu vôo não chegou a tempo.

    Mejía nasceu na cidade do México, em 22 de março de 1972 e é formado pela faculdade de Ciências Políticas da Universidade Nacional Autônoma de México. Atualmente, é diretor editorial de Ludensoffside.com e colaborador da revista Letras Libres. Em 2007 ganhou o Prêmio Alemão de jornalismo, outorgado pela Embaixada da Alemanha no México, pela sua cobertura do Mundial de 2006. É autor do livro Boxeo Mx, historia de 20 ídolos mexicanos, de Blue Demon Memoria de una Máscara e de Historia de los Mundiales. O jornalista mexicano também colabora nos diários Reforma, El Universal, La Jornada, El Financiero e Milenio e atua em estações de rádio como a W, Radio Centro, Acir, Radio Fórmula e ABC Radio.

    Em entrevista ao Desacato.info, Mejía falou sobre os impacto sociais, político e econômico decorrentes de grandes eventos, como a Copa do Mundo e os Jogos Olímpicos, além de momentos históricos vivenciados pelo país, como a Revolta Estudantil, a crise do petróleo, a reforma política, casos de corrupção e privatização e o terremoto de 85, que abalou a nação.

    Desacato: Las Copas Mundiales de 1970 y 1986 se llevaron a cabo en México. ¿Cuál fue el impacto social y económico percibido? ¿Qué ha cambiado entre una edición y otra?

    Mauricio Mejía: Realmente el primer Mega Evento deportivo que recibe México es del COI. Los Juegos Olímpicos de 1968 fueron otorgados a Ciudad de México en 1963, en Baden Baden, Alemania. La decisión causó polémica. Fue la primera vez que un país del llamado Tercer Mundo (así se les llamaba en los días de la Guerra Fría) y de lengua hispana, albergaba la justa.
    Poco después de que el COI otorgara la sede a Ciudad de México, la FIFA entregó la sede del Mundial del 70 a México-país. Ya lo habían organizado Uruguay, Brasil y Chile. Así que México se convirtió en el primero en la historia en organizar los dos megaeventos deportivos en años seguidos (claro, con dos años de calendario entre ambos); así como lo hicieron cuatro años más tarde Alemania, sede de los Olímpicos en Munich 1972 y el Mundial en 1974; Estados Unidos, Mundial 1994 y Atlanta 96; y ahora Brasil, en 2014, Mundial y 2016, Juegos Olímpicos.

    A grandes rasgos, de 1945 a 1970 México disfrutó de una especie de bienestar económico: una inflación de entre 3 y 5% anual; crecimiento económico regular de 7% (3.1 de crecimiento poblacional) y un buen estado de salud de su cuenta corriente. A ese periodo se le llamó acá “El Desarrollo Estabilizador”. Como dicen los expertos, podría decirse que en ese tiempo la economía mexicana, “funcionaba relativamente bien”. Aunque con un gran problema: la concentración del capital. La política gubernamental no consideraba a la distribución del ingreso como meta del desarrollo.

    México en esos años dependía en gran medida del ahorro interno. Para cumplir con el slogan: “México recibe a todos los con los brazos abiertos” (de mucho éxito, internacionalmente), el gobierno aumentó y estableció nuevos impuestos (como el de la Tenencia de Automóviles) con el afán que ser una “sede digna y orgullosa del mundo”. Aumentaron, no drásticamente, los precios al consumidor y la política de salarios se ajustó a esos aumentos. La base de 12.50 pesos por dólar se mantuvo hasta después del Mundial. Digamos que el impacto económico de las grandes competencias deportivas no fue tan dramático como en otras experiencias anteriores y, sobre todo, posteriores.

    Ocatvio Paz sostiene que 1968 fue un año axial en la historia mexicana. Dice: “Se juntaron un México que quería nacer con uno que se negaba a morir”. Y sí. La Dictadura Perfecta, como bien la llama Mario Vargas Llosa, se encontraba en su momento más sólido y más crítico al mismo tiempo. Hacia fuera, sus relaciones eran estables, incluida la siempre difícil con Estados Unidos. Pertenecía al Grupo de los No Alineados y su cancillería cumplía con eficiencia la política de no intervención en asuntos ajenos. Cumplía con gran mérito con la doctrina de neutralidad, que le valió ocupar un lugar estratégico en la geopolítica del momento; nada estable, por cierto. México gozaba de una gran aceptación en el mundo, pues. Adentro, desde los movimientos de los ferrocarrileros de finales de los cincuenta, de los médicos en 1964 y la presencia de la guerrilla en el norte al final de los sesenta, las cosas no iban nada bien. La falta de espacios democráticos, de libertad, propició la primera explosión urbana y burguesa: el movimiento estudiantil de julio del 68, que terminó en la sangrienta matanza de estudiantes en Tlatelolco en octubre de ese año. México era la paz posible; pero, al mismo tiempo, la paz imposible.

    Socialmente, los mexicanos se abrían al mundo y lo recibían con las cuerdas de una sociedad cerrada, en términos de Popper. Digamos que, desde la Revolución, terminada en 1920, México logró darse cuenta de una nueva realidad: la posibilidad imposible de la expresión política. Nada volvería a ser igual. El gran impacto de los Mega Eventos deportivos del 68 y del 70, y de eso poco hablan poco los historiadores, fue: la salida de los mexicanos, a trompicones cierto, del Laberinto de la Soledad en el que se encontraban antes de ser huéspedes del mundo.

    La Revuelta Estudiantil, no logró en efecto, hacer cumplir con su delgado pliego petitorio. Pero abrió la oportunidad para nuevas experiencias políticas muy relevantes en la historia moderna de México: la recuperación de la plaza pública, la apertura a nuevas formas de expresión dentro y fuera de las instituciones (partidos políticos, prensa, organizaciones sociales) y obligó a una reforma de partidos iniciada desde el partido en el poder. De alguna manera, siempre en el sentido axial, el México que se negaba a morir encontró nuevas maneras para seguir viviendo y el que despertaba halló las suyas para no fallecer. México cambió radicalmente desde 1970. Los efectos, porque en este país las circunstancias se transforman lentamente, las protestas estudiantiles y de la guerrilla en el Sur encontrarían causes en la vía estudiantil: en 1976 comenzó a formularse la Reforma Política que abría la participación a partidos de izquierda, en 1988 una parte crítica del PRI comenzó a organizar las fuerzas progresistas hacia una protestas formal contra el orden obedecido y en los noventa el órgano encargado de la vigilancia de las elecciones dejó de ser parte del ministerio del Interior. Puede decirse que la generación del 68-70 propició que los cambios más trascendentales en la historia mexicana. ¿Qué pasó entonces?

    Lo que vino después, fue el petróleo, una mercancía que vaya que les suena a los brasileños. ¿Qué sucedió entre el 70 y el 86? México recibió la sede del Mundial de ese año, después de la imposibilidad colombiana de realizarlo. Todo había cambiado, infortunadamente, en el país. México comenzó a recibir préstamos del extranjero desde comienzos de los años setenta; perdió el control de la economía y de su balanza comercial. Su inflación llegó a niveles insospechados, tanto como su devaluación y su deuda externa. Todo por la petrolización de su economía. Las caídas de los precios internacionales (tres, cuatro) durante los años setenta provocó que todo se viniera abajo. El notable aumento de los precios del petróleo de 1976 ayudó a terminar rápidamente con una recesión de graves consecuencias. Leve en duración, terrible en impacto al futuro.

    Después de las matanzas de estudiantes, en 1968 y 1971, y del combate a la guerrilla con medios ilegales, el gobierno intentó legitimarse con políticas económicas y políticas de abierto populismo de derechas, disfrazadas de izquierdismo: el tipo de cambio defendido a como dé lugar. El resultado: entre 1970 y 1976: el déficit fiscal llegó al 10% del PIB; se quintuplicó el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos y la deuda pública se triplicó. La inflación pasó de 3% de 1970 a 17% en 1976.

    En 1982, después de la Abundancia que nunca llegó (como lo esperaba el presidente López Portillo) todo era el caos: inflación de más de 100% y la deuda externa era de casi 100 mil millones de dólares.

    Otra vez, en el año en que México aceptó ser sede del Mundial: el precio del petróleo bajó 11%. En 1986 el precio por barril mexicano era de apenas 12 dólares. El petróleo representaba el 68% de la exportaciones del país. En ese 1986, México estuvo a casi nada de declararse en moratoria de pagos. Pero los bancos internacionales temblaron. El Plan Brady hizo que México recibiera 6 mil millones de dólares y renegociara el 83% de su deuda externa.

    Todo era oscuro. Para colmo el jueves 19 de septiembre de 1985, a las 7:19 de la mañana, la Ciudad de México, capital y centro estratégico del país, sufrió la peor tragedia de su historia: un terremoto de 8.1 grados Richter, sacudió a la urbe más grande del mundo. La tragedia acabó con la vida decenas de miles de personas, aunque los datos oficiales no hablen de más de diez mil. El “Terremoto del 85”, como se conoce aún hoy en México, ventiló la corrupción, la falta de pericia y la indiferente atención del gobierno federal y local hacia unos habitantes que ya estrenados en la lucha cívica. Ese día nació lo que, en términos hegelianos, puede llamarse sociedad civil. Ante la torpeza gubernamental, los ciudadanos se organizaron para rescatar a víctimas mortales y vitales; para rehabilitar la ciudad y para organizar planes de acción contra desgracias naturales.

    No es casualidad, ante tan alto nivel de descontento, que en la inauguración del Mundial de 1986, el presidente Miguel de la Madrid fuera abucheado ante los oídos de la radio y televisión de todo el mundo. La estampa ha quedado grabada entre los mexicanos como una de las más patéticas contra el sistema de gobiernos priistas, hasta la fecha.

    En 1986, los mexicanos vivían una profunda depresión económica, en un sistema cerrado, corrupto e insensible. Las consecuencias del Mundial, para el que se invirtió un gran porcentaje del gasto público, fueron devastadoras. México quedó bien ante el mundo pero tardaría mucho para quedar bien con los mexicanos. En 1987, el gobierno federal, empresarios y trabajadores (todos ligados a las estructuras de poder) firmaron el Plan de Solidaridad Económica para reducir los niveles de inflación, el déficit fiscal y liberar la economía. Los alcances de aquel pacto, después llamado Pacto Para la Estabilidad y Crecimiento Económico, se notarían en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, cuya estrategia de economía política fue llamada como neoliberal. Liberal en todo sentido.

    El 25 de julio de 1986, México se adhirió al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio, GATT, que le permitía formar parte de la Ronda de Uruguay. El 1 de enero de 1994 firmó el Tratado de Libre Comercio con Canadá y Estados Unidos. Ese día, también axial, en el que el México modernísimo se enfrentó con el más atrasado, con el Levantamiento Armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el país se convulsionó hacia adentro pero desde afuera.

    El gobierno de Salinas de Gortari comenzó a desmantelar las viejas instituciones de bienestar, llamándolas no estratégicas para el desarrollo del país. Así los bancos, la telefonía y varias empresas del sector secundario de la economía fueron malvendidas a empresarios voraces que vieron la oportunidad de emprender grandes negocios a costa del bien común. México comenzó abrirse a la economía de mercado poniendo en subasta a sus instituciones más rentables (salvo el petróleo y la industria eléctrica) a precios risorios. Desde entonces comenzó a diseñarse una política económica que prefería la estabilidad macroeconómica sobre el bienestar social. Un México se avanzada inició una ruta de despegue contra el México más atrasado en casi todo: justicia, trabajo, alimentos, trabajo y educación.Hoy esos dos México son irreconciliables.

    Un dato: en este país vive y comercia el hombre más rico del mundo, Carlos Slim, dueño del Grupo Carso, quien comenzó su inmisericorde fortuna con la compañía Teléfonos de México. Hoy sus empresas están en todos lados: telefonía, telecomunicaciones, restaurantes, televisión, restaurantes, inmobiliarias, equipos de futbol, tiendas departamentales, compañías de entretenimiento… Pero 52 millones de mexicanos viven en pobreza o pobreza extrema. No sobra decir que los tres baluartes de la economía mexicana de nuestros días son: el petróleo, la remesas internacionales y el narcotráfico. Puede decirse, axialmente: que México es la economía ocho del mundo y al mismo tiempo la 60; Suecia conviviendo con Haití en dos millones de kilómetros cuadrados.

    Ni los Juegos Olímpicos de 1968, ni el Mundial de 1970, ni el de 1986, sirvieron para que México jugara a más deportes ni para que subiera su nivel de futbol. México ganó 9 medallas en 1968 (tres de oro, tres de plata y tres de bronces) casi nada para los logros que habían tenido los países sede de las Magnas Justas. En 1972 ganó una de bronce; en 1976, una de oro; entre 1980 y 84 las estadísticas no sirven porque ambos juegos fueron boicoteados; en 1988, dos; una en 1992; una en 1996; seis 2000; cuatro en 2004; tres en 2008 y siente en 2012.

    La incongruencia de México es notable: país de dos millones de kilómetros cuadrados (el número 14) y más de 112 millones de habitantes (11) ocupa el lugar 43 en el medallero histórico de los Juegos Olímpicos. Debajo de países más pequeños, más poblados y menos ricos como: Cuba, Polonia, Gracia, Ucrania, Kenia, Etiopía y Jamaica.

    En el futbol, México logró jugar por primera vez una segunda ronda del Mundial en 1970 (su primera victoria la logró en 1962 ante Checoslovaquia; aunque jugó el primer partido de la Copa del Mundo ante Francia en 1930). No jugó el Mundial de 1974, al ser eliminado en la zona de competencia (la Concacaf) en 1973, por Trinidad y Tobago; fue el último lugar en el Mundial de 1978; no se clasificó al mundial del 82 y en 1990, a causa de la corrupción de sus dirigentes (que alteraron actas de nacimiento de jugadores olímpicos) no pudo concursar por sanción. Desde 1994, México solamente juega cuatro partidos de la fase final de la Copa del Mundo.

    D: En su opinión, que debe esperar Brasil a la finalización de la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos de aquí? ¿Hasta qué punto se trata de una iniciativa beneficiosa para la mayoría de la población?

    M.M: La observación de Brasil debe ir por dos lados: Uno, no cometer los mismo errores de economía política (petrolizar la economía) y dos, fomentar la práctica del deporte entre su población. Solamente los países que deportivizan a su población pueden tener logros deportivos de alto rendimiento.

    D: ¿Usted puede tener un mayor control de la gestión de los recursos públicos en relación a esos eventos? ¿Cómo? ¿Qué importancia tiene eso? ¿Cómo estos eventos pueden contribuir para la inclusión social?

    M.M: Lo que sucedió en México es muy largo de contar y muy fácil de resumir (bueno no tanto):
    México habló de deporte antes que pensar la Independencia. Existen ensayos, como el de Wenceslao Sánchez de la Barquera, que confirman la necesidad de la última sociedad colonial por aprender y difundir los ejercicios físicos. Francisco Zarco, importante pensador liberal del siglo XIX incluso se adelanta 100 años a la gran industria deportiva de la venta de camisetas, en un texto desatendido por la historiografía nacional. Pero la verdad es que el gobierno liberal de Juárez y la dictadura porfiriana, en la que comienzan a darse las primeras expresiones deportivas formales en México, ven con desinterés deleznable al deporte.

    Fueron los hombres de a caballo de la Revolución los que dieron forma y verso al deporte en México. Y, desde luego, ciertos personajes letrados, cultos y refinados como José Vasconcelos, Julio Torri y Juan José Tablada. Aunque fueron revolucionarios los que institucionalizaron el deporte de México, la Revolución Institucional encontró, en su forma nacionalista en la educación, en la pintura, en la danza, la poética, el cine, la pintura (muralismo), en el cine y el teatro, su de legitimación social. Del axioma mente sana en cuerpo sano, el sistema priista, con ayuda de infinidad de intelectuales, solamente tomó el comienzo: la mente. Los grandes pensadores mexicanos del siglo XX desdeñaron las virtudes del deporte como vehículo de cohesión social. Hubo una forma de alergia ante el juego.

    Hasta muy recientemente, y en gran medida gracias a la gran talla literaria de Juan Villoro, el deporte ha sido objeto de estudio en México. Sin embargo, las carencias de reflexiones (sociológicas, económicas, políticas y culturales) sobre deporte son vergonzosas. No existe una solo biblioteca pública deportiva. Los títulos que se publican en México sobre esta materia no rebasan los cincuenta; no existe, propiamente dicha, una historia general del deporte en México; tampoco, y esto es muy lamentable, un análisis crítico de lo que ha significado esta actividad en la vida de nuestro país a pesar de que México ha sido sede de los Mega Eventos deportivos más importantes del mundo: Juegos Olímpicos, Campeonatos Mundiales (de varias disciplinas), Universiadas, Panamericanos, Centroamericanos, Campeonatos de la Formula Uno, Series Copa Davis, Copa Libertadores, Copas Sudamericanas y una enorme cantidad de partidos de exhibición de ligas profesionales.

    El mundial de futbol fue delegado a los intereses de las televisoras (emporio que abarca más, mucho más que la pantalla) principalmente a la del expresidente Miguel Alemán, Televisa, desde hace tres generaciones en poder de la familia Azcárraga. Y a lo largo de los años a Televisa no le ha interesado, en absoluto, que los mexicanos jueguen, piensen y reflexionen sobre el futbol. Puede decirse que los Mega Eventos deportivos en México han servido para lo que dice Pierre Bourdieu: la conquista ideológica de las masas. Los Mega Eventos deportivos en México siguen siendo utilizados para que la gente haga deporte ante el televisor: últimamente las cosas han ido a peor, porque los mexicanos tienen más opciones de ver, de sentarse a ver, más opciones deportivas: los mexicanos que practican deporte (menos del 10% de la población) pasan en promedio cuatro horas en las pistas o en las canchas; el resto dedica más de cinco horas al día frente el aparato. Cifras menos conservadoras aseguran que un niño mexicano pasa más de 2 mil horas al año sentado ante la tele. Esa es una de las muchas razones por las que este país tiene la mayor cantidad de niños con sobre peso del mundo.

    Hasta 1988 se fundó la Comisión Nacional del Deporte, despacho del gobierno federal para la promoción, regulación y apoyo de la práctica del deporte. Aunque en los últimos años la inversión a favor del deporte en México ha aumentado significativamente, el rezago y a ausencia de gestión, ordenada y eficiente, han propiciado que el número de deportistas no crezca en la misma proporción que el aumento de la población.

    El momento difícil que vive México, una guerra absurda, mal planeada y con una absurda estrategia (que ha causado más de 100 muertes y desapariciones), obligarían a que el gobierno federal, el estatal y el municipal, establecieran al deporte como urgencia nacional. Sin embargo, no ha sucedido. Todavía no se sabe cuál será el uso político que el Gobierno del priista Enrique Peña Nieto hará del deporte. Pero si este país quiere reducir el número de consumidores (cada vez más jóvenes) de drogas; si quiere bajar el número de jóvenes fallecidos en las trincheras de la batalla con el narcotráfico (sicarios, distribuidores y compradores); si quiere una juventud más sana, con menos recurrencia ante el Ministerio Público; si quiere bajar el número de adictos, es tiempo que convierta al deporte en una prioridad nacional.

    Los doce años de gobiernos panistas se olvidaron de la práctica masiva del deporte. Como buenos ejemplos de gobiernos de derechas, priorizaron las ventajas políticas de los logros de los deportistas de alto rendimiento. Las bases no aparecieron en los planes nacionales de desarrollo. El resultado es que hoy mueren más jóvenes y niños por padecimientos fácilmente prevenibles: enfermedades cardiovasculares, diabetes e hipertensión arterial.

    D: ¿Hay alguna diferencia entre la realización de estos eventos aquí en América Latina y otras regiones del planeta? ¿Qué? ¿Por qué?

    M.M: En México los Mega Eventos deportivos han servido para conquistar simbólicamente a la juventud: alinearla a ver televisión. Un acto de dominio político poco frecuente en las democracias modernas. Una juventud más activa físicamente es, también, más activa políticamente. Cuando el deporte es sacado de ese sistema de disposiciones que llamamos, cómodamente, estilo de vida, las relaciones entre estructura y superestructura se alteran. Hay un dominio mayor en las masas. Sociedades abiertas, en las que el deporte es una obligación del Estado y una derecho de los ciudadanos, han demostrado que el deporte es parte fundamental de la conciencia política.

    Estados Unidos, por ejemplo, el país del deporte. Es sin duda un ejemplo maravilloso para explicar esto. También Alemania. Aquel ha sustentado su desarrollo deportivo en las Universidades y sentido inverso en los bachilleratos, secundarias, primarias y jardines de niños. Es la pirámide educativa la que da base a la estructura deportiva americana. Y en esos centros de estudios se imparten todos los deportes. Eso explica porque los americanos tienen, como ninguna otra delegación, tantos participantes en tantas disciplinas, como el atletismo, la natación, el ciclismo, las regatas y, ahora en el futbol soccer, como le llaman. No hay país que invierta más en la práctica deportiva que Estados Unidos. Ninguno ha ganado tantas medallas, ni ha establecido tantos récords en tantas modalidades deportivas. Y claro, ninguno tiene tantos consumidores de drogas en edad juvenil e infantil y, quizá tampoco, un número tan alto de armas por cada cien mil jóvenes. Se dice que sin drogas los americanos no sobrevivirían una semana; tampoco sin deporte. El gobierno americano ha entendido desde hace más de cien años que la masificación del deporte es una herramienta fundamental para hacer frente a la debilidad social por el uso de sustancias ilegales.

    Alemania, en cambio, ha fortalecido su práctica social deportiva en los clubes. Casa Lander, cada municipio, cuenta con sus propios clubes de casi todos los deportes. Con la sentencia de Biszmark , la política es el arte de lo posible, la República Federal Alemana (el caso de la desaparecida RDA, servirá para un exposición distinta) ha logrado la universalización del deporte gracias a la formación de esos clubes que pertenecen (crean inclusión) a los habitantes de cada una de las regiones que conforman el mapa político alemán. Desde luego que los alemanes, como los americanos, han ligado al deporte con la educación y las artes. Los niños alemanes tienen el privilegio de una educación (cuestionada o no) de alto nivel de enseñanza, pero también de gozar de una práctica deportiva seria y bien ordenada, lo mismo que la práctica de actividades artísticas. La horizontalidad del bienestar ha permitido que la delegación alemana en los Juegos Olímpicos sea una de las grandes potencias en la contienda.

    Ni Estados Unidos ni Alemania, nuestros ejemplos, ven peligroso el establecimiento de calendarios abundantes de Mega Eventos deportivos, por dos de muchas razones: una, su población entiende (desde el mercado, hasta el juego mismo) de las reglas básicas de las competencias internacionales; y, dos: esos Mega Eventos deportivos se alimentan de una enorme cantidad de atletas que salen de sus estructuras deportivas. Son industrias perfectamente calculadas: la intención mercantil de los Mega Eventos deportivos ya no es otra que la experiencia, el disfrute, de un evento de grandes dimensiones en las que participan de manera correspondiente público y deportistas en competencia.

    En América Latina, caso México, las experiencias del público se limitan a la mera observación de un hecho ajeno. Una realidad casi virtual que hace ver el deporte en el otro, en lo otro.

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