Por Gerardo Tagliaferro.
El senador, ex consejero nacional de gobierno y cuatro veces intendente de Lavalleja, Pedro Zabalza, debe haber sentido una puñalada en el pecho cuando se enteró, en la tarde del 8 de octubre de 1969, que uno de los muertos en lo que después se conocería como “la toma de Pando” era su hijo menor Ricardo, de 21 años.
Más de cuatro décadas después, mientras ceba mate en el patio de su casa en Santa Catalina, a Jorge Zabalza, el mayor de los hijos de Pedro, se le enrojecen los ojos y la garganta se le anuda cuando dice que “en esta entrevista tendría que estar Ricardo” y confiesa que “siente vergüenza” al pie del recuerdo de quienes quedaron por el camino. Eso, agrega, le ha hecho reafirmarse en sus convicciones y convertirse en un apasionado -y sufriente, me atrevo a decir- crítico de sus ex compañeros hoy en el gobierno. Ellos, acusa, los han olvidado.
Durante años el “Tambero” Zabalza quiso constituirse, como él mismo lo definió, en una “estaca” que anclara a la izquierda a los viejos postulados revolucionarios. No lo consiguió y un día, cuando ya esa izquierda era gobierno, juntó lo que le quedaba de municiones y se fue para su casa porque entrevió, además, que en la soledad de su prédica había llegado a convertirse “en una especie de vedette”, tributaria de la necesidad de tener siempre algo para decir en los medios. Sucedió también que, con más de 60 años, accedió por primera vez, según asume, al verdadero amor y eso introdujo nuevos desafíos en su vida.
Hace unos cuantos años ya que Zabalza abandonó la militancia política sectorial y sus aislados disparos de hoy, cuando pisa los 70, hacen blanco en “la impunidad” de sus viejos enemigos de hace cuatro décadas y alcanzan también a alguno de sus más encumbrados ex compañeros.
Es, de alguna manera, su particular reposo del guerrero. Y en él encuentra espacio para la reflexión sobre su propia vida y obra. Al decir de Ortega y Gasset, sobre sí mismo y su circunstancia.
Nacido en el seno de una familia patricia, hijo del caudillo del pueblo, rodeado de todas las comodidades y las franquicias de esa condición, la ruptura dramática que él y sus hermanos hicieron apenas traspuesta la adolescencia y que llevó a los tres a convertirse en guerrilleros, son parte del objeto de esa reflexión que hoy lo ocupa y a la que piensa darle forma de libro. También, subraya, “el machismo, el patriarcalismo, el consumismo”, algunos de los vicios que identifica en su propia formación. De estas cosas -aunque también de las de siempre- se nutrió esta entrevista. Parafraseando al psicólogo Gabriel Rolón, podríamos hablar del “Lado B” de la revolución de Jorge Zabalza.
1) ¿Qué estás haciendo hoy.
Escribiendo. Cada tanto escribo algún artículo, tratando de pensar más. Cuando escribís como yo lo hacía en Mate Amargo, todas las semanas un editorial, te enredás en lo momentáneo. Y estoy escribiendo un libro autobiográfico, que es una especie de reflexión sobre las cuestiones que determinan la vida de uno. Las cuestiones ideológicas, el machismo, el consumismo, el patriarcalismo, cómo se van integrando determinadas ideas al comportamiento. Y lo otro que estoy escribiendo, te paso el título: “La guerrilla urbana, un método político”. Un análisis de la experiencia concreta del Movimiento de Liberación Nacional y una generalización.
2) En cuanto al otro libro que mencionás, ya hay una biografía de Jorge Zabalza escrita por Federico Leicht. ¿Faltaron muchas cosas ahí?
Sí, yo creo que faltaron. Ahí no había reflexionado tanto sobre mi vida… en realidad sobre las cuestiones generales, porque uno no es un individuo aislado. Vos sos un niño criado en una familia como tantas, y después sos un adolescente que pasás por un liceo… criado en una sociedad pueblerina como la de Minas, después viene la generación del Che Guevara, cómo impacta en uno. Reflexiono sobre esas cosas. No son cosas nuevas… no puedo reflexionar mucho sobre cosas nuevas porque tengo 70 años (se ríe).
3) Te formaste en un entorno familiar y social con el que no sólo hacés una ruptura, sino que diría que pasás a luchar contra él.
Rompo con algunas cosas, no con todas. La generación de los 60 rompió políticamente con la democracia formal, buscamos otro método de hacer la revolución… en particular yo con una familia integrada a la sociedad batllista. La revolución cubana fue determinante en esa generación. Pero no rompimos con las tradiciones patriarcales por ejemplo, para nada. Es evidente que no se rompió con esa diferenciación entre lo masculino y lo femenino tan metido en la sociedad. Seguimos siendo patriarcalistas y machistas.
4) En el discurso se intentó romper con eso.
En el discurso sí, pero si vamos a creer en todos los discursos… (se ríe). Particularmente en los últimos años se ha intentado más, hay más reflexión. En los 60 yo creo que no había ninguna reflexión sobre eso.
5) ¿El MLN que vos integraste era una organización machista?
Sí, sí, absolutamente.
6) Sin embargo, en una organización clandestina, que practicaba la lucha armada, hubo mujeres que llegaron a posiciones de relevancia.
Sí, hubo mujeres que fueron protagonistas. Jessie Machi, María Elia Topolansky -no Lucía, María Elia- Adriana Casteras, Mónica Montero, gente poco conocida. Mercedes Rey, que después pasó lo que pasó con ella. Mujeres que fueron muy importantes, que fueron las que se adaptaron mejor a esa organización machista, compitieron con el hombre en ocupar esos lugares. Nosotros decimos que sin democracia económica no puede haber democracia política, ¿puede haber democracia política mientras el género femenino tenga un papel subordinado al masculino? No hablo de una cuota para la mujer, lo cual me parece ridículo, sino de una sociedad integrada en la cual, en el núcleo familiar, en las relaciones de pareja o con los hijos tengamos una concepción de igualdad.
7) ¿Cómo se reflejó en vos ese machismo con el que te formaste?
Y bueno, se refleja porque el hombre en esa sociedad patriarcal, pueblerina, donde yo tuve la génesis y cumplí todo mi rito de iniciación como patriarca, yo adoptaba el papel de un hombre de muchas mujeres, un mujeriego. Y adoptar ese papel significa ser aplaudido por la sociedad, no solo por los hombres sino también por las mujeres. Además ese papel está muy vinculado al rol de protagonista político: si yo soy un revolucionario, que me juego el pellejo, tengo derecho a ser muy mujeriego. Y eso es ideología, está muy profundamente arraigado en todos nosotros. En eso es en lo que estoy escarbando, y lo hago mirándome a mí mismo, pero estoy tocando problemas muy generales, porque no soy una excepción.
8) Hace unos años te entrevisté y te pregunté si tenías mucho éxito con las mujeres. En aquel momento me dijiste que no era tema para una entrevista y lo obviamos. Pero ahora cabe la pregunta.
No sé si era yo o era esa imagen entre el Che Guevara, el guerrillero, el rehén… es una especie de mezcolanza que crea un personaje. Y el que atrapa es ese personaje, no la persona. También es el personaje que atrapa en política, lo vemos todos los días, y podés llegar a presidente de la República.
9) Y el mecanismo de seducción de ese personaje, en esencia, se me ocurre que no es diferente al de Tinelli, por ejemplo.
No es diferente. Es muy mediático. Una de las cosas que me han hecho repensar mi forma de actuar en política es que me había convertido en una especie de vedette. Los cuatro canales, entrevistas… te empiezan a generar una vida virtual que sólo tiene sustento en que tenés que mantenerte en los medios. Tenés que decir cosas interesantes en los medios, aunque te contradigas, aunque un día digas una cosa y al otro día otra. No importa, estás en los medios. Un día decís que el problema es la inflación y a los dos años decís que con la inflación no pasa nada. Y no lo digo por Mujica, yo lo hice. La diferencia es que yo traté de quemar la bandera de Estados Unidos, y no abrazarme con Obama. Hay una diferencia sustancial.
10) Tu ex compañero Eduardo Bonomi ha dicho muchas veces algo así como que ser coherente no es hacer siempre lo mismo, sino hacer en cada etapa lo adecuado en función de los mismos objetivos.
Yo le diría a Bonomi: ser coherente es mantener la misma óptica. No hacer las mismas cosas, pero mantener la misma óptica para analizar la realidad. Yo no puedo en una época mirar la sociedad y decir que a través de la represión no se arreglan los problemas sociales, que la delincuencia es una expresión de esos problemas, y después salir a reprimir. Y tener un discurso en el que la principal solución es tener un aparato policial bien aceitado, con mejores armas y sueldos. No, no es así.
11) ¿Qué papel juega Veronika, tu compañera, en esta etapa que estás viviendo y en toda esta reflexión de la que hablás?
Bueno, es muy importante. Hace casi cinco años sentí que me enamoraba por primera vez. En la cárcel leí tanto romanticismo que tenía una idea muy idealista del amor. Sentí entonces que esa idea y la práctica se juntaban y fue una especie de shock. Pero la profundidad de ese sentimiento se contrapuso con la práctica. Yo he escrito algo así como que fue una segunda revolución personal. La primera fue cuanto sentí que para hacer la revolución tenía que ir atrás del Che Guevara, que no alcanzaba con tener un discurso revolucionario. Tenía que demostrarlo en la práctica. Y esto es igual. Cuando asumí la presidencia de la Junta (Departamental) hice un discurso en el que planteé que luchamos por un mundo mujer. El efecto Verónika, por decirlo de alguna manera, es que ese discurso debe tocarse con la realidad, con la práctica.
12) ¿El mujeriego nunca se había enamorado?
Nunca. El amor era un discurso que formaba parte del personaje seductor. Un adorno, un revestimiento a ese personaje que seducía, pero no un sentimiento que estuviera transformado en tu individualidad y tu personalidad. Esa transformación implica no solo pensar en el machismo y la discriminación, sino asumir la responsabilidad de una práctica distinta.
13) ¿Hasta qué punto influyó en tus opciones de vida política el lugar de donde venís?
Por supuesto que influye. Fijate que nosotros éramos tres hermanos, y los tres hicimos la misma opción. O sea que influyó muchísimo. Nos criamos en un hogar muy piramidal, donde en el vértice estaba el señor, pero también muy politizado. Yo leí Marcha a los diez años y cuando la revolución cubana tenía quince años y leíamos Bohemia. Y además teníamos al hijo de Aparicio Saravia ahí, vivíamos prácticamente con los nietos de Aparicio. Había una sala en la casa de Nepomuceno Saravia donde estaban los sables, las lanzas, las banderas, las insignias… eso tiene mucho que ver. Y el Che Guevara cayó en el lugar de Aparicio Saravia. Mi padre era un hombre político, yo a los catorce años le manejaba el auto en la campaña electoral. Lógicamente que todo eso jugó en toda la familia. Mi hermana también hizo su opción y mi hermano la suya. En realidad fueron opciones independientes, porque cuando yo volví de Cuba voy a un contacto para ingresar al MLN y el que viene es mi hermano que ya estaba integrado, a pesar de ser cinco años menor que yo.
14) ¿Hablás con tu hijo de doce años sobre tu vida? ¿Le interesa saber?
A veces para dejarme contento se interesa. En realidad, creo que así como nosotros veíamos la revolución española como una cosa tan lejana, la revolución tupamara hoy es una cosa muy del pasado. De los libros. Un gurí de 21 o 22 años una vez me dijo: “qué emoción estar con una parte de la historia”. Me hizo sentir como una momia (se ríe).
15) ¿Cómo te ve la gente del barrio, de Santa Catalina?
Para los gurises soy una especie de cosa rara, folclórica, piensan que estoy vinculado a alguna cuestión medio mítica, porque tampoco están muy informados. Hay un respeto, pero no es solo por el mito, sino que es ganado en veinte años de solidaridad concreta con la gente de acá. Y lo más importante es la relación establecida desde el trabajo, porque fueron muchos años de tener la carnicería. No fui un tipo que vino acá a hacer política, sino un laburante que tiene los mismos problemas que ellos y que agarró la crisis del 2002 igual que ellos, y tuvimos que salir juntos. Y ahora me ven como un viejo, lógicamente. Como un viejo que ha integrado una familia.
16) ¿Vivís de la reparación que te paga el Estado por ex preso político?
Sí, es tipo una pensión. Y Veronika tiene dos trabajos.
17) ¿Sigue existiendo la fortuna familiar de los Zabalza?
Está la casa de Punta del Este, el apartamento de mi madre, estaba el Opel aquel en el que yo andaba que desapareció. La casa de Minas se vendió y ahora hay un terreno en Minas. Eso es todo. Nosotros tenemos esta casa.
18) ¿Qué uso hacés vos de esa plata familiar?
Por el momento no la tengo. Andamos con la idea de crear una fundación para la investigación contra la impunidad, para investigar los crímenes de la dictadura.
19) ¿Seguís yendo a veranear a Punta del Este?
Últimamente no he ido porque además no puedo tomar sol. Me extirparon un melanoma. Pero no he ido por eso, porque después que me sacaron la foto aquella seguí yendo (N. de R.: se refiere a una foto que publicó El Observador en la playa en Punta del Este). No tengo un prejuicio porque yo iba los fines de año porque mi familia estaba allá. Cuando vivía mi padre estaban los dos y yo iba a pasar las fiestas con ellos. Nunca encontré contradicción, yo no iba a Punta del Este a hacer la vida puntaesteña. Voy desde los once años, y tengo setenta. Desde los once hasta los 22 o 23, que fue cuando me integré al MLN fui a Punta del Este, lo que incluso me sirvió muchísimo para conocer el terreno cuando hicimos la expropiación al Casino San Rafael. No le vi nunca contradicción, creo que hacer centro en eso es como hacerlo en el traje del presidente: el problema es lo que está en la cabeza, no la ropa que uses.
20) ¿Te quedaron conversaciones pendientes con tu padre?
Con mi padre en realidad no hablamos mucho nunca. A la salida de la dictadura nos sentimos más vinculados. Ya lo habíamos estado cuando mataron a mi hermano (octubre de 1969), estábamos muy distanciados y ahí nos revinculamos. Después hubo cosas que yo no entendí, él promovió el voto amarillo a favor de la ley de Caducidad… no lo hablamos nunca, no se hablaba en esa época. Sustituíamos la política con el fútbol. Por eso digo que estoy tratando de escarbar en la experiencia personal para llegar a los problemas generales de toda esa época que siguen actualmente.
21) ¿Crees que tu padre, senador blanco, integrante del Consejo de Gobierno, cuatro veces intendente, en algún momento sintió vergüenza de sus hijos?
Pero noooo… él sentía un gran orgullo, porque era saravista, un gran admirador de Saravia. Uno de sus mejores amigos era el doctor Nepomuceno Saravia García, nieto de Aparicio. Como nosotros nos sentimos guevarianos, ellos se sentían saravistas. Entonces había un gran respeto por lo que nosotros hicimos. Admiración y respeto. Nunca renegó de sus hijos, él me fue a visitar a todos los cuarteles, salvo al de Minas. Yo no quería que fuera porque él se expuso a mucha tentativa de humillarlo en distintos cuarteles, y en el de Minas hubiera sido peor, porque era su pueblo.
22) Fuiste considerado uno de los “rehenes” de la dictadura a pesar de no haber integrado el Ejecutivo, la máxima dirección del MLN, como los otros rehenes. ¿No crees que ese ensañamiento contigo fue de alguna forma un castigo a tu padre e, indirectamente, a Wilson Ferreira de quien tu padre estaba muy cerca?
Con mi hermana sí pasó eso, a ella la tuvieron siempre en “goyolandia”, no fue nunca a Punta de Rieles, estuvo entre Rocha, Treinta y Tres y Lavalleja. En mi caso puede haber algo de eso pero también hubo mucho mérito propio (se ríe). No integraba el Ejecutivo pero hubo otro que fue rehén y tampoco lo integró: José Mujica Cordano. También la selección de los rehenes tuvo que ver con cierta incidencia sobre el resto de los compañeros. Y el Pepe hizo mucho mérito también, eso siempre lo rescato: conozco muy bien el comportamiento del Pepe tanto en las salas de tortura como luego en la cárcel. Sé que hizo mérito para que se ensañaran con él. Aunque a veces exagera un poco, como con eso de los nueve balazos que le pegaron, que a veces son catorce (se ríe). Son dos. Eso forma parte de la imagen esa que yo te digo, esa imagen que se vende. Los balazos fueron dos, la virtualidad se va despegando de la realidad.
23) ¿Considerás que Mujica y Fernández Huidobro han traicionado lo que fueron?
Yo he discutido mucho eso, diciendo que no. Yo nunca los he llamado traidores. Nosotros somos sobrevivientes del terrorismo de Estado, tendríamos que estar muertos. A veces cuando estoy con mi madre lo siento así… (se emociona) acá, en esta entrevista, tendría que haber estado mi hermano. Muchas veces lo siento así pero la realidad es que nosotros sobrevivimos. Y sobrevivimos a la muerte, además de mi hermano, de compañeros muy queridos: Carlos Rodríguez Ducós, Héctor Clavijo, Marcos Suárez Píriz, el “Goyo” Pérez Lutz, Ángel Yoldi… Entonces a veces tengo un sentimiento de vergüenza también y creo que eso me ha servido para reafirmarme y decir: no lograron derrotarme y no lo van a lograr, porque no me hicieron cambiar. Soy un sobreviviente de la tortura, que es un método destinado a destruir tu personalidad y tu identidad, a que empieces a cambiar el orgullo por la vergüenza, a que pienses que hiciste algo que está mal. La tortura está destinada a hacerte cambiar de personalidad, a renegar de tus valores. Es historia que Amodio Pérez levantó la mano y le dijo a (el coronel Ramón) Trabal: “no, no, no es necesario, vamos a arreglar”. Antes de… un efecto anterior. Y puede tener la tortura un efecto a largo plazo, por el cual empezás a tener un sentimiento vergonzante de lo que hiciste.
24) ¿Crees que existe hoy ese sentimiento en algunos de tus viejos compañeros?
Yo creo que existe sí un sentimiento vergonzante. Se reivindica al combatiente: “yo fui un combatiente, puedo hablar de igual a igual con los generales porque fui como ellos”. No se dice “fui un revolucionario que quería transformar la sociedad”. Eso no se dice, se dice “yo fui un combatiente”. ¿Y por qué? Porque ese es un valor aceptado por el torturador. El torturado le dice al torturador que fue un combatiente igual que él, y el tipo lo acepta. Acepta que vos seas un soldado igual que él, y vos no sos un soldado, no sos igual que él, sos un revolucionario, peleás por otra causa. Y no podés renegar de esa causa. La tríada de rehenes que conformamos Raúl Sendic, Julio Marenales y yo no renegamos de esos valores.
25) ¿Estás seguro de que si Sendic viviera no formaría hoy parte del gobierno?
Sí, claro que estoy seguro. Por supuesto. ¿Vos creés que Raúl Sendic iba a soportar que las corporaciones transnacionales hubieran comprado casi cinco millones de hectáreas en lo que va del gobierno progresista, mientras el Instituto de Colonización compró 45.000, y repartió 8 o 10.000? ¿Que Raúl Sendic iba a permitir que a Ney Thedy se lo expulsara de la tierra? ¿Que iba a tolerar los abrazos con Bush y con Obama? No, no.
26) Si Mujica hubiera muerto cuando le pegaron esos dos balazos de los que hablabas antes. ¿Vos no estarías diciendo lo mismo de él hoy?
Sí claro. Pero en el gobierno hay involucrados 70 u 80 compañeros, y fuimos 3.000. Yo estoy seguro de lo que hubiera hecho Raúl Sendic, porque además lo viví durante once años en los calabozos de los cuarteles, en donde se peleaba a brazo partido con los oficiales, no negoció nunca con ellos. A pesar de que entró al Batallón Florida (durante la llamada “tregua” entre tupamaros y FF.AA. en 1972) nunca se bajó del carro. Y no hay una sola declaración de él en la que respondiera a las preguntas que le hacían con otra cosa que no fuera “sí” o “no”. El día que desarchiven todas nuestras declaraciones en la tortura se verá que las de Raúl Sendic sólo son: “sí” y “no”. Y son muchos más los “no” que los “sí”.
27) ¿Tenés algún sueño o pesadilla recurrente?
Sí, me persigue. Hace tiempo que había desaparecido pero volvió: perseguido o preso. Uno es un torturado, y los efectos de la tortura abarcan tu personalidad, tu comportamiento, tus actitudes, tus relaciones con la familia y con las demás personas, todo. La tortura te hace perder tu identidad como ser humano primero que nada, sos un “pichi”, estás bañado en orina y en mierda, te sentís que no sos un ser humano, estás muerto.
28) ¿Cómo juzgás tu comportamiento en la tortura?
Yo creo que salvé con buena nota. Me mantuve, mantuve mi identidad, no pudieron derrotarme y de eso me siento muy orgulloso. Tengo mi expediente, lo fui a buscar. No pudieron derrotarme en la tortura, en los once años de rehén y tampoco ahora. Por eso me siento orgulloso, mantengo mi identidad, lo que no quiere decir no saber que el mundo de los 60 es muy distinto al del 2013.
29) ¿Necesitaste ayuda psicológica en estos años?
Sí, me ayudó un compañero psicólogo. Pero siempre digo que (los rehenes) en el año 1978 estábamos todos locos. El hoy presidente de la República tenía una paranoia de que lo estaban escuchando permanentemente. Y eso no sé si no tiene nada que ver con el video que le mandaron (se refiere al video en el que aparecían tres uniformados encapuchados haciendo advertencias al gobierno). No se lo mandaron a Tabaré Vázquez, se lo mandaron a José Mujica. No sé si nos conocen tanto y tan a fondo que son capaces de seguirnos persiguiendo treinta años después.
30) Has dicho que no mataste a nadie. ¿Eso es así?
No, yo lo que he dicho siempre es que a mí nunca me comprobaron que haya matado a nadie. Por eso salí (de la cárcel) el 10 de marzo (de 1985) y no el 14 de marzo. Eso significa que yo siempre sostuve, frente a la tortura, que nunca maté a nadie, y que nadie me mandó en cana.
31) ¿Cuando estabas preso se la juraste a alguien?
Ah, sí, claro. Al coronel Alfredo Rivero, que fue el que dio la orden de matar a Ricardo (Zabalza). Se la juré el 8 de octubre de 1969. El otro día estaba viendo “Django” y cuando el esclavo negro golpeaba a su verdugo con un látigo me sentí identificado con él, hubiera querido matarlo a Alfredo Rivero. Ahora está muerto, murió de muerte natural. Lo mandaron enseguida de Pando para Estados Unidos y estuvo casi hasta el final de la dictadura. Y después, si le hubiéramos dado el gusto a lo que tenemos en las tripas, seguramente Gavazzo, Cordero, Jorge Silveira, no estarían vivos. No le dimos el gusto a lo que tenemos en las entrañas porque somos seres racionales y además porque la gente no hubiera entendido que saliéramos de la cárcel a vengarnos.
32) ¿Y con Amodio Pérez?
También. Sobre todo porque compartí celda con él, muchas noches, mucha tomada de mate.
33) ¿Nunca supieron dónde está Amodio?
(Piensa) Se nos escapó por un par de horas.
34) ¿Cómo fue eso?
Vino a visitar al padre y llegamos nosotros un par de horas después que se había ido. Eso fue hace ya bastante tiempo, antes del Filtro (se refiere a los sucesos del Hospital Filtro de agosto de 1994). Cuando llegamos ya se había ido.
35) ¿Tenés secretos que te vas a llevar a la tumba?
Sí.
36) ¿Pensás en la muerte?
Y sí, a los setenta años se piensa en la muerte y uno se prepara para eso. Lo que estoy escribiendo forma parte de esa preparación, es algo que uno quisiera dejar. Y forma parte también de una acción política: dejar algo que pueda servir. La intención de uno es perdurar en la memoria de la gente, todo tiene un cierto sentido en eso. Perdurar en la memoria de los hijos, de los amigos, y algunos como nos dedicamos a la política en serio…
37) Incluso cuando tenías 25 años y andabas armado y con la posibilidad de que la muerte estuviera a la vuelta de la esquina, imagino que esa muerte posible tenía ese sentido: el de la trascendencia.
Claro, por eso es más criminal todavía olvidar eso. Lo que yo he combatido en mí mismo es el olvido de los compañeros. En eso, Ernesto Cardenal tiene total razón: recordá a tus muertos en todo momento. Veo sobrevivientes que actúan como si nadie hubiera muerto, se olvidaron. Raúl Sendic está olvidado: ¿por qué no tiene un lugar físico que testimonie que existió y que quiso hacer una revolución? Una plaza, una calle, ¿por qué no tiene? Porque él no estaba de acuerdo con esto que se está haciendo. Si se hubiera integrado a la democracia burguesa en este momento tendría un monumento en la Plaza Libertad, que sería el monumento al guerrillero reconvertido. Y vendría Hillary Clinton y le dejaría un ramo de flores. Pero no tiene porque no hay forma de convertirlo en ese payaso. Raúl Sendic fue un revolucionario.
38) ¿Qué hay después de la muerte?
Nada. Estoy dudando si pedir que me tiren acá (en Santa Catalina) o arriba del Cerro o que pongan las cenizas con las de mi hermano. Quiero que me cremen porque no quiero que me coman los gusanos.
39) ¿Nunca creíste en Dios?
No, nunca. Paradójicamente, mi padre que era blanco, nunca nos bautizó. Él era ateo y mi madre viene de una familia judía.
40) ¿De qué te arrepentís?
De haberme dejado involucrar en una puja interna que hubo en el MLN entre Eleuterio Fernández Huidobro por un lado y Raúl Sendic por el otro. Me arrepiento porque me equivoqué muy profundamente en ese momento. Había una puja interna, no la percibí, sobre la dirección que iba a tomar el MLN, creí en el discurso de mi compañero de celda Fernández Huidobro y hoy me siento como un gil.
Fonte: Montevideo Portal
Foto: Juan Manuel López – Montevideo Portal