La red social Twitter, con sus textos de un máximo de 140 caracteres, se impuso como un espejo del mundo contemporáneo, con su ritmo sincopado, su sobredosis de información, su multiplicación de fuentes, a menudo independientes, a veces inconsistentes, otras veces capaces de desmentir las verdades oficiales.
Es a través de este medio que la siguiente nota revisita el año uno del mundo del revés, este 2011 que marca el comienzo del fin (visible) del ciclo histórico del predominio occidental sobre el planeta.
El año 2011 empezó el 17 de diciembre de 2010, cuando en el remoto pueblo tunecino de Sidi Bouzid el joven licenciado Mohamed Bouazizi, que vendía fruta en las calles para sobrevivir, se inmoló por la desesperación de no tener un lugar en el mundo. Su gesto, profundamente político en una época supuestamente pospolítica, recuerda al de Jan Palach en la Praga de 1968 o al de Cich Quang Duc, el primer monje budista vietnamita de Saigón que prefirió hacer arder su cuerpo antes de callarse frente a la invasión estadounidense. “Por el pan un chico intentó suicidarse”, escribió un usuario con el hashtag (clave) #sidibouzid, que luego sería utilizado cientos de miles de veces. Menos de un mes después el régimen de Ben Alí, tras 24 años de dictadura, cayó bajo las protestas de cientos de miles de jóvenes tunecinos, dando comienzo a la revolución del Oriente Medio que está terminando con equilibrios geopolíticos establecidos desde la Guerra Fría. A partir de Túnez la revolución se expandió a Egipto, el país más importante y poblado del área. El 25 de enero (#Jan25), desde la página de Facebook de Khaled Said, un joven asesinado por la policía en junio de 2010, se realizó la primera convocatoria masiva y la plaza Tahrir (#Tahrir en Twitter) se convirtió en el epicentro de un movimiento que derrocó el dictador Hosni Mubarak pero que aún no pudo alcanzar una real democratización del más firme aliado de Israel y Estados Unidos.
TAHRIR Y LAS MUJERES El 2 de febrero, cuando los manifestantes que llenaban la plaza fueron duramente reprimidos por militares a caballo y en camello, el usuario @beleidy escribió: “esta se está convirtiendo en una guerra prehistórica”. Prehistórica como el machismo de los militares que permanecen al mando. En noviembre, la periodista Mona Eltahawy (@monaeltahawy), contó vía Twitter: “Me secuestraron dentro del Ministerio de Interior, me acosaron sexualmente, ni sé cuántas manos me abusaron y al final me rompieron los brazos”. El secuestro de Mona aclaraba el punto de inflexión: la centralidad de la cuestión femenina en todos los procesos de Oriente Medio. Sin igualdad de género no hay democracia ni siquiera formal, y así se explica por qué las mujeres son el principal blanco de los militares. El 18 de diciembre la foto de una egipcia golpeada y casi desnudada por soldados en la plaza Tahrir desató una polémica dentro de la polémica. Algunos usuarios de Twitter difundieron la noticia bajo la clave #bluebragirl (la chica con el sostén azul). Esta clave fue considerada ofensiva por las mujeres egipcias, que prefirieron #tahrirwoman (la mujer de Tahrir).
Mientras la plaza Tahrir lograba la renuncia del dictador, todo el norte de África y Oriente Medio explotaban. En Bahréin los manifestantes se autoconvocaban en la Plaza de las Perlas bajo la clave #lulu. Mazen Mah-di difundió vía Twitter fotos de un hospital de la capital en el que quedaba patente la cacería lanzada contra los manifestantes. El ejército saudí consiguió imponer su orden petrolífero con sangre, una invasión que pasó completamente desapercibida a los grandes medios de comunicación occidentales. La protesta llegó a Libia, donde sí se hicieron presentes, y abundantemente, los medios. #Feb17 fue la clave con la cual dio comienzo una guerra civil a la cual la otan contribuyó en gran medida, y que recién terminó con el asesinato de Muammar Gaddafi. En Yemen y en Siria la crisis sigue, sin que se vislumbre una salida rápida.
El TSUNAMI. El 11 de marzo el terremoto más fuerte en cien años golpeó a Japón e inmediatamente el planeta se enteró de la noticia bajo la clave #heartquake (terremoto), #Japon y, muy poco más tarde, #tsunami. En los meses siguientes el desastre nuclear de Fukushima convocó a los movimientos ambientalistas a luchar contra esta fuente de energía. El 13 de junio, en un referéndum, los italianos, por abrumadora mayoría, dijeron “No” tanto a la energía nuclear como a la privatización del agua. Con la clave #iohovotato (yo voté) lograron contarse hasta alcanzar el requerido quórum del 51 por ciento de votantes.
El 15 de mayo las protestas norafricanas ya habían contagiado la orilla norte del Mediterráneo. La “revolución de los indignados” españoles dejó en evidencia la decadencia de un partido socialista que con el paso de los años se fue pareciendo cada vez más a una derecha que terminó derrotándolo muy claramente en las elecciones de noviembre pasado. Durante semanas la madrileña Puerta del Sol se pobló de sub 35, de sub 30, la generación que no llegó a disfrutar ni de las migajas de la bonanza posfranquista, financiada por los fondos de cohesión de la ue que modernizaron rápidamente a España en los años ochenta. Hoy esos jóvenes son los que más se han visto afectados por la precarización laboral, el desempleo y el recorte a los servicios sociales que han ido procesando los últimos gobiernos.
España devino uno de los eslabones más débiles del modelo, junto a Grecia, el país que tuvo la caída más estrepitosa y brutal.
Desde la antigüedad el ágora fue el lugar privilegiado de la política. Recién en la segunda mitad avanzada del siglo xx la televisión la desplazó a un segundo rango, en el marco de un proceso complejo de oligarquización. Hoy las cosas se invierten, y desde lugares virtuales, a través de computadoras o simples teléfonos móviles, se convoca a lugares físicos de expresión política. La plaza Syntagma (#syntagma) de Atenas fue escenario de muchas y numerosísimas concentraciones de protesta. La última de este año tuvo lugar el 19 de octubre, cuando medio millón de personas (un griego de cada veinte) se dieron cita para resistir las durísimas medidas que la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional impusieron al endeudado país. Tras décadas en las cuales fue el sur del mundo el blanco del fmi, le ha tocado a Europa el turno de experimentar los planes de ajuste que a menudo son denunciados con mayor claridad y vehemencia en las redes sociales que en los medios de comunicación tradicionales.
Con más claridad ideológica respecto a otros movimientos sociales similares, los estudiantes chilenos se movilizaron por más de cinco meses en reclamo de una “educación gratuita y de calidad” liderados por la joven dirigente comunista Camila Vallejo (su usuario Twitter @camilavallejo supera los 350 mil seguidores). Se trató de un cuestionamiento radical al modelo pinochetista, que los gobiernos de la Concertación nunca intentaron modificar.
La primera reacción en Estados Unidos llegó el 17 de setiembre. Fue cuidadosamente organizada. A los participantes se les pedía “estar listos para un momento Tahrir”. La atención mediática fue escasa al principio y enorme después, y los grandes medios intentaron repetir el juego de los noventa, cuando las manifestaciones en Seattle contra el neoliberalismo fueron consideradas generadoras y no consecuencia de luchas desarrolladas en el resto del mundo. Sin embargo era evidente que, de Túnez a Chile, de España a Siria, el movimiento tenía en Estados Unidos un punto de llegada, no de partida. De todas maneras, #occupywallstreet y el eslogan “somos el 99 por ciento” tuvieron un alcance positivo en comparación con los brotes de violencia ocurridos en Londres un mes antes (#LondonRiots). En Gran Bretaña, que se considera a sí misma como una de las más consolidadas democracias liberales del mundo, se llegó a considerar la suspensión de las redes sociales y de los teléfonos celulares en caso de disturbios. Aunque la Gran Bretaña de David Cameron no es comparable a China, donde Twitter está prohibido, llama la atención el miedo que las castas políticas le tienen a fuentes de información que saltean las mediaciones y los mediadores institucionales y ponen en comunicación directa a los ciudadanos.
El 15 de octubre, #15O, decenas de miles manifestaron pacíficamente en más de mil ciudades de todo el planeta por un cambio global del modelo neoliberal. Sólo en Roma hubo 200 mil manifestantes. Un mes después, el 12 de noviembre, la renuncia del primer ministro Silvio Berlusconi fue ocasión de festejo popular. Bajo el hashtag #aeiouy, decenas de miles de italianos se autoconvocaron desde Twitter para festejar la salida del impresentable gobernante.
De Sidi Bouzid a Nueva York, de Santiago de Chile a Saná, relatos instituidos están en crisis. Uno de ellos: que los árabes son todos fanáticos; otro: que el capitalismo es el mejor de los mundos posibles. Nuevos relatos están en marcha.
* @GenCarotenuto es mi cuenta Twitter
Para Brecha.