Por Julio Rudman.
Português/Español. Aqui estou. Andei pela cidade macrinizada (tomara que por pouco tempo) colhendo livros e semeando projetos. Desde antes de partir desta província jaquizada (tomara que por pouco tempo, embora…) ficam algumas reflexões pendentes que parecem velhas por obra e graça do vertiginoso jeito que a mídia tem de digerir a realidade.
Por exemplo, a semântica de alguns dirigentes sindicais, aqueles que alguma vez foram operários. Uma das brincadeiras mais frequentes que eles sofrem diz que eles engolem a esses. E é verdade. O discurso de Hugo Moyano, o titular da CGT, no comício pelo Dia do Trabalhador, é um bom exemplo. A direita explícita, ou seja, os donos dos meios de produção e dos meios de fabricação de mentiras; a esquerda pseudo-acadêmica, a que qualifica o eleitorado como de baixa qualidade quando vota em contra dela e, por outro lado, o eleva até o paroxismo em Andalgalá, ambas assimetrias ao mesmo tempo, fazem uma festança a cada vez que Moyano, “el Negro”, diz companheiro em lugar de companheiros, o exploradore em lugar de exploradores. O cara engole as esses.
Pois é, os argentinos passamos boa parte do século passado, por não ir mais para trás, e os primeiros anos deste fazendo mais ou menos a mesma coisa.
Em 6 de setembro de 1930, estabeleçamos essa data, começamos. Depois tivemos Hugo Wast como Diretor da Biblioteca Nacional ou ministro de Educação, Óscar Ivanisevich como reitor da UBA. Em 1955, fizemos gargarejos com a Libertadora, a fuziladora. Parecia que não cansávamos de comê-la. Durante a ditadura, às vezes, a dieta vinha enfeitada com hóstias abençoadas. Cavallo, Menem, a Aliança, Duhalde, Barrionuevo, Carrió e uma longa lista nacional, com alguma ajudinha de organismos internacionais, nos indigestaram. Até que chegou o momento, os momentos, em que preferimos trocar a dieta. Hoje me faz melhor, digiro melhor aquele que engole as esses que a todos e todas que nos fizeram comer as suas fezes.
Versão em português: Tali Feld Gleiser.
Cambio de dieta
Aquí estoy. Anduve por la ciudad macrinizada (ojalá que por poco tiempo más) cosechando libros y sembrando proyectos. De antes de partir de esta provincia jaquizada (ojalá que por poco tiempo más, aunque…) me quedan algunas reflexiones pendientes que parecen viejas por obra y gracia de la vertiginosa manera que tienen los medios de digerir la realidad.
Por ejemplo, la semántica de algunos dirigentes sindicales, los que alguna vez fueron obreros. Una de las burlas más frecuentes a que son sometidos dice que los tipos se comen las eses. Y es verdad. El discurso de Hugo Moyano, el titular de la CGT, en el acto por el Día del Trabajador, es un buen ejemplo. La derecha explícita, es decir los dueños de los medios de producción y de los medios fabricantes de mentiras; la izquierda pseudoacadémica, la que califica al electorado como de baja calidad cuando le vota en contra y, en cambio, lo eleva al sublimaje en Andalgalá, ambas asimetrías a la vez, se hacen un festín cada vez que Moyano, el Negro, dice compañero en lugar de compañeros, o explotadore en lugar de explotadores. El tipo se come las eses.
Pues bien, los argentinos nos hemos pasado buena parte del siglo pasado, por no irnos más hacia atrás, y los primeros años de éste haciendo más o menos lo mismo.
El 6 de setiembre de 1930, pongamos, empezamos. Luego tuvimos a Hugo Wast como Director de la Biblioteca Nacional o Ministro de Educación, a Óscar Ivanisevich como Rector de la UBA. En 1955, hicimos gárgaras con la Libertadora, la fusiladora. Parecía que no nos cansábamos de comérnosla. Durante la dictadura, a veces, la dieta venía adornada con hostias bendecidas. Cavallo, Menem, la Alianza, Duhalde, Barrionuevo, Carrió y una larga lista nacional, con alguna ayudita de organismos internacionales, nos indigestaron. Hasta que llegó el momento, los momentos, en que preferimos cambiar la dieta. Hoy me cae mejor, digiero mejor a quien se traga las eses que a todos y todas los que nos hicieron comer sus heces.