Por Roberto Quesada.
“Si la inspiración no viene a mí salgo a su encuentro, a la mitad del camino”. –Sigmund Freud.
Ya sé, de inmediato habrá muchas mujeres que digan: “También hay hombres que no inspiran”, y es cierto, pero hoy el tema se centra en una o dos mujeres, porque no sé si son dos en una.
Y para mí este artículo significa un reto, ¿podré concluirlo sin estar inspirado? ¿Llegará el lector/a hasta el segundo párrafo sabiendo de antemano que estoy escribiendo desanimado, más bien con una sabrosa pereza? (Tal vez sea porque es Semana Santa y en mi país solo decirlo ya es sinónimo de estar a la orilla de la playa, en La Ceiba, echado en una hamaca, escuchando las historias de familiares y amistades con quienes desde hace tiempos no nos vemos, no lejos de allí un fogón o estufita casera en donde se fríe el pescado, las tajaditas de plátano verde y la música de alguien rebanando el repollo). ¡Qué vida!
Salgamos del ensueño y volvamos a la realidad de este aburrido tema, más bien (¿o más mal?) desafío que me he impuesto. Y aquí vendrá otra pregunta: “¿Si no le apasiona, no le inspira, por qué lo hace, por qué lo escribe?”. Cosas de la terquedad inherente al ser humano, como que aunque no quiera seré capaz de hacerlo. Sobre todo por la petición de amistades y fans de si no voy a referirme a esta persona y su cruzada. Y este puede ser un reto para usted también, que aunque no quiera lo lea completo, y para coronar con éxito haber llegado a la meta, que también deje su opinión.
Bostezo. Miro por la ventana saludarme un radiante sol en Nueva York, aunque hace frío. Esa misma Nueva York en donde vivieron los escritores José Martí, Federico García Lorca y tantos más, así como pintores de la talla de Diego Rivera. Es mi turno de vivir en la gran urbe de hierro, la belleza construida por pensamiento y manos humanas, por supuesto, sin arrebatarle todo a la madre natura como lo demuestra su foresta en el Central Park. Otra vez parece que estoy tratando de huirle al tema que me ocupa o que me quiere ocupar.
Es que ha andado por allí, cacareando como en una granja rural de nuestra Patria Grande Latinoamericana, una mujer que viene de la isla de la fantasía ¿Cuál otra? Cuba. Sí, solo esa isla fantástica ha podido hacerle frente a más de medio siglo de bloqueo comercial impuesto por las garras duras de ese pequeño pero poderoso grupo del imperio estadounidense. Porque debe de diferenciarse entre ese grupo y el pueblo estadounidense, así como de los políticos nobles, que sí los hay, y que se contraponen a la barbarie y voracidad de unos pocos.
Se llama Yoani Sánchez, creo. Aunque yo la rebautizaría como Yoyoani, pues es ese “Yo’ sinrazón, ese ego desmedido que la ha llevado a explotar el oportunismo, no se fíen de su pinta de mosquita muerta. Autovictimizarse para exhibir su yo, ese Yo-yo, de Yoyoani. Dicen que es bloguera, me parece un imperdonable error ortográfico: es bloquera. Y no precisamente de la Selección Nacional de básquet o voleibol de Cuba. No, bloquera del “Drink Team” de Miami, esa antigua disidencia cubana, ebria de pesadillas contrarrevolucionarias.
Extrañamente los hondureños/as nunca nos metimos contra esta gente cubana de Miami, quizá porque era obvio que el gobierno cubano posee gran capacidad para defenderse, para desmentir la caravana de mentiras que desde allí han brotado desde hace más de medio siglo. No obstante, ellos si se metieron con nosotros, y son responsables directos del caos en que hoy se hunde mi país.
La otra mujer que no inspira, Ileana Ros-Lehtinen, junto a los los Díaz Balart, Otto Reich y otros cubano-mayamenses, unidos a unos venezolano-mayamenses como Robert Carmona y Alejandro Peña (Pena) Esclusa, se reunieron y aplaudieron al iletrado Innombrable (lo digo con certeza porque con Roberto Micheletti nos conocemos muy bien, tanto que él sabe que sé que con dificultad puede leer un rótulo de la calle y que lo único que lo ha impulsado en este mundo es la avaricia y el deseo de sobresalir a toda costa y coste, sin méritos), para que encabezara el golpe de Estado del 28 de junio del 2009 en Honduras. Apoyaron “moral” y económicamente el golpe, que ha dejado a su paso –que no ha pasado– cantidad de compatriotas asesinados, saqueo de las arcas del Estado, dolor mucho dolor, y miseria.
Lo de este grupo ha ido mucho más lejos que la ideología. A eso no puede llamársele ideología sino enfermedad: Obsesión, odio, impotencia. Y la culpa de que se encuentren en ese estado clínico la tiene el comandante Fidel Castro, por estratega, por lúcido, por creativo, por adelantársele siempre al enemigo, por haber vivido una vida realizada como pocos en este mundo. Estudiante revoltoso, abogado que se autodefiende, guerrillero enmontañado, comandante en jefe, presidente y ahora un feliz anciano filosofo-escritor. A cualquiera enloquece que el enemigo cumpla su ciclo completo, intacto. Pero esa no es culpa de Honduras, nada que ver.
Al convencerse de que su eterna guerra contra la revolución cubana fue perdida, optaron, a manera de desquite, de afilar sus garras y ensañarse con otras personas y países solo por el hecho de ser amigos de Cuba, de ahí su rabia y odio contra el comandante presidente Hugo Chávez, otro que se fue invicto, como dijera el presidente Raúl Castro. Y por eso colaboraron para destruir un pequeño país, Honduras, que iba por buen camino hacia la dignidad de la justicia social.
¿Sobre quién es que iba escribir hoy? Ah, ya, ya me acuerdo. Acerca de Yoyoani, quien anda en una cruzada anticubana, pero no tiene caso hacerle mucho caso, pues se nota que no está preparada, tomemos como ejemplo lo que dijo, no en la ONU sino en un pasillo de esta organización: “despierten de ese largo letargo que han tenido en relación con el Gobierno de Cuba y empiecen a reconocerlo como lo que es, una dictadura”. Esa no es ninguna novedad, Yoyoani, parece que quien ha estado dormida eres tú. Desde hace tiempos se sabe que en Cuba existe una dictadura del proletariado.
Por todos lados aparecen fotos de Yoyoani con ese grupo que apoya golpes de Estado en América Latina, ¿qué credibilidad puede tener? ¿A quién puede inspirar? He escrito lo más mal que puedo el presente, sin usar recursos literarios ni regodearme con el lenguaje, todo para que lo defectuoso del mismo haga posible que sea desechado, que Yoyoani no vaya a presumir, incluyéndome en algunos de sus libelos auto propagandísticos, diciendo que mi fértil pluma la ha bendecido, aunque sea escribiendo en su contra.
Yoyoani pasará, como dicen en mi pueblo, tal llamara de tusa. Lo que no es talento, es efímero. Y seguramente ella lo sabe. Buen provecho, por ahora.
Nueva York NY 24 marzo 2013.
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