Por Marcelo Justo.
Detrás del gran espectáculo de las Olimpiadas de Río hay un polémico arreglo que no muchos conocen: la ley 12780, en vigencia desde el 1 de enero de 2013.
Gracias a la misma, hace más de dos años que Coca-Cola, McDonald’s, Visa y el resto de los patrocinadores corporativos de Río 2016 no pagan un centavo de impuestos por sus actividades vinculadas a la realización de los juegos.
Y la exención -que abarca también contribuciones sociales y aranceles de importación “en actividades propias y directamente vinculadas a la organización o realización de los eventos”- regirá hasta el 31 de diciembre de 2017.
Lo que significa que en momentos en que la economía brasileña está en recesión, el gobierno implementa un programa de austeridad fiscal y hay 37 millones de personas en extrema pobreza, la hacienda local perderá US$1.000 millones de ingresos.
Para Antonio Martins, director del sitio alternativo brasileño Outras Palavras, que está llevando adelante una campaña sobre el tema, las exenciones otorgadas a las multinacionales son un privilegio “semejante a los que tenía la aristocracia antes de la Revolución francesa”.
“Es una manifestación más de los privilegios que hoy en día tienen las multinacionales a nivel mundial”, le dice a BBC Mundo.
“Y no es un hecho aislado que se limita a un megaevento deportivo”, agrega Martins.
La vena abierta de los deportes
Efectivamente, esta vena abierta es un clásico de los grandes eventos del mundo del deporte.
Todo el mundo, por ejemplo, recuerda que en la última Copa Mundial de fútbol, Brasil perdió 7 a 1 contra Alemania en la semifinal, pero muy pocos saben o recuerdan que Brasil sufrió una goleada mucho más estrepitosa a nivel fiscal.
Un cálculo bastante conservador estima que unos US$530 millones se fueron por esta canaleta de la exención fiscal.
No es que los brasileños no intuyeran una feroz discrepancia entre el opulento gasto que exigía la Copa del Mundo y la falta de inversión en los servicios básicos.
En esa oportunidad las protestas también se hicieron sentir durante meses.
Pero como le indicó a BBC Mundo Naomi Fowler, de Tax Justice Network (la Red de Justicia Fiscal), estas dádivas son la precondición para todo candidato a sede de uno de estos megaeventos deportivos.
“Todo los países deben estar de acuerdo con que van a ser un paraíso fiscal para estas empresas durante un tiempo determinado”, le dice Fowler a BBC Mundo
“¿Qué significa esto? Que los patrocinadores tendrán una exención de impuestos para todas sus actividades comerciales, sea derechos de televisión, la venta de productos, bebidas, publicidad y licencias “, explicó.
En los Juegos Olímpicos de Londres 2012, las autoridades fiscales también les ofrecieron a los patrocinadores una exención impositiva, por siete meses.
Pero la ley 1270 de Brasil fue todavía más allá: cuatro años.
Y la pregunta es inevitable: ¿qué beneficio real aportan estos eventos a la ciudadanía de los países que los organizan?
Atenas, Pekín y después
La teoría es que los juegos olímpicos son una gran vitrina global para un país que se beneficia con una gran oleada de turistas y una fuerte inversión en infraestructura.
Pero también es verdad que los países se endeudan hasta el cuello para pagar estas inversiones.
Ejemplo de manual son las Olimpiadas de Atenas en 2004 que costaron US$11.000 millones.
Un año más tarde se había disparado el déficit fiscal griego y los problemas se fueron agravando hasta llegar a la actual crisis económica, que se ha convertido en un fenómeno casi crónico de los graves problemas de la eurozona.
Y repasando los grandes megaeventos de la última década, se observa que ninguno dejó ganancias y varios arrojaron pérdidas.
La reputación germana de organización y eficiencia, por ejemplo, no pudo evitar que en el Mundial de fútbol de 2006 cubriera simplemente los costos que demandó el evento.
Y la Copa del Mundo en Sudáfrica cuatro años más tarde fue a pérdida.
Según la misma Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), el gasto total del torneo fue de unos US$6.269 millones: Sudáfrica desembolsó unos US$2.500 millones, casi un 1% de su Producto Interno Bruto (PIB) y un 3,4% de su deuda externa.
Estímulo al deporte
Ahora bien, si a nivel económico la ecuación es dudosa, a nivel social los juegos olímpicos tienen un impacto indudablemente positivo.
En la mente de los griegos inventores de las Olimpíadas, el deporte era un neto beneficio social y cultural que, además, ponía un paréntesis en los conflictos bélicos y legales entre los países participantes: hasta las guerras se suspendían para los juegos.
Y hoy en día la promoción del deporte en todas sus expresiones es uno de los indudables beneficios del megaevento olímpico.
El consenso social al respecto es que el deporte no es solo un beneficio para la salud física y mental de la población sino que constituye una alternativa a la droga y la delincuencia para los sectores más desfavorecidos.
Y este valor social queda claro en las miles de sociedades vecinales que pululan en América Latina y que son un referente barrial con fuerte eje en el deporte muchas veces en lugares donde el estado apenas hace pie.
Pero si el beneficio es incuestionable, su cuantificación es virtualmente imposible.
¿Cuánto dinero ahorra un sistema de salud con una población sana? ¿Cuánto mejora la seguridad y disminuye la población carcelaria gracias a la alternativa que ofrece el deporte a muchos adolescentes y jóvenes?
Más cuantificable es el dinero que reciben los comités nacionales.
Las empresas patrocinadoras aportan alrededor de US$2.000 millones a los Juegos Olímpicos y, según el Comité Olímpico Internacional, el 90% de sus ingresos por los juegos son repartidos entre la familia olímpica.
Y este estímulo es fundamental para promocionar una cultura deportiva que vaya más allá del fútbol, el boxeo o el automovilismo.
Los patrocinadores
Hay varios tipos de patrocinadores de los Juegos Olímpicos.
- Los “Socios Mundiales Olímpicos” que pagan alrededor de US$100 millones al Comité Olímpico Internacional son 11 y representan a los grandes sectores de la economía mundial, desde las finanzas hasta los productos medicinales o electrónicos: Coca–Cola, McDonald‘s, Visa, Bridgestone, Samsung, Panasonic, Omega, Procter & Gamble, General Electric, Dow y Atos. A cambio de su contribución pueden hacer propaganda en el megaevento durante cinco años y gozan de exenciones impositivas.
- Un segundo grupo son los “Patrocinadores Oficiales de los Juegos Olímpicos de Río 2016″ que le pagan al “Comité Organizador de las Olimpiadas de Río”. En este grupo están Nissan y compañías brasileñas como Embratel o Bradesco.
- Unas 10 compañías, entre ellas Cisco, Globo y Latin American Airlines,conforman un tercer grupo de “Apoyo oficial de los Juegos Olímpicos de Río 2016”.
- Unas 30 compañías son los “proveedores oficiales”, entre ellas Nike, Microsoft y Airbnb (También N. da R. ISDS, empresa israelense de “segurança”). Unos y otros gozan de estas exenciones impositivas.
Un reciente estudio, sin embargo, halló que solo el 6% de estos ingresos llega a los atletas mismos.
Si superestrellas olímpicas como Usain Bolt obtienen millones gracias a los patrocinadores, la realidad es mucho más discreta para el deporte en su conjunto.
La política de la sociedad del espectáculo
Ahora bien: si económicamente la ecuación es dudosa, y socialmente el rédito es un poco más claro, la ganancia política suele ser tan alta que los países hacen lo imposible por convertirse en la sede del próximo megaevento.
La campaña y el anuncio de la selección final de una sede son eventos transmitidos globalmente que se convierten en un símbolo de status nacional en el concierto de naciones del mundo.
Y según Antonio Martins, el cambio histórico conceptualizado en 1967 por Guy Debord en el libro “La sociedad del espectáculo” -un nuevo tipo de sujeto humano en el que se produce una “declinación de ser en tener, y de tener en simplemente parecer”- está detrás de las concesiones a las multinacionales.
“El espectáculo se vuelve fundamental. Los gobiernos pueden mostrarse en el centro de la escena, protagonistas de eventos populares y multitudinarios”, le señaló Martins a BBC Mundo.
“A cambio de ese espectáculo y el supuestos beneficio político que obtienen, renuncian a reflexionar sobre sus actos y se rinden a los grandes poderes”, agregó.
En el caso de Brasil, por ejemplo, con el juicio político de la presidenta Dilma Rousseff en juego, con una descomunal crisis económica y política, y con el mismo presidente interino Michel Temer sospechado de corrupción, los juegos se ofrecen como un alivio frente a un presente incierto y un futuro oscuro.
De hecho, según la revista británica The Economist, los juegos han aportado “un inesperado estímulo emocional a un país muy golpeado”.
Aunque no siempre el espectáculo da el resultado deseado.
En el Mundial de 2014, el fútbol fue un cáliz envenenado para Dilma Rousseff que alimentó una dinámica de protestas que ya nunca cedió y que -se podría argumentar- fue el punto de partida de un largo deterioro político que terminó en su pedido de impeachment.
Una carta sin respuesta
El ejemplo de Londres 2012, sin embargo, demuestra que la lucha contra las exenciones impositivas a los patrocinadores olímpicos no son necesariamente una batalla inútil.
En esa oportunidad, la Red de Justicia Fiscal, Ethical Consumer y la agrupación 38 Degrees llevaron adelante una campaña durante la cual recogieron más de250.000 firmas contra este privilegio.
Según los cálculos de los organizadores de la campaña, la exención equivalía a una pérdida de más de US$1.000 millones para el fisco británico en momentos en que el Reino Unido se había embarcado en un duro programa de austeridad fiscal.
Para sorpresa de muchos Coca-Cola, McDonald’s, EDF, Visa, GE, Omega, P&G, BMW, Samsung y Adidas se comprometieron a renunciar a la exención impositiva.
Y los nombres se repiten hoy.
Con los juegos Olímpicos de Brasil, Naomi Fowler les ha escrito a estas multinacionales para pedirles que hagan una declaración pública “en nombre de la transparencia y la responsabilidad social corporativa”.
En la misiva a la que ha tenido acceso BBC Mundo, Fowler pregunta “cuánto terminaron pagando de impuestos luego de haber renunciado a la exención impositiva en los Juegos Olímpicos de 2012” y “si van a adoptar la misma política en Brasil”.
Por el momento no ha tenido respuesta.
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Fonte: BBC Mundo.