Por Julio Rudman.
Los que saben dicen que en el Reino de Navarra, España, en el siglo XV, los señores feudales no se resignaban a obedecer las directivas del monarca español. El poder, que le dicen. De allí nace lo que entonces se llamaba “Pase foral” o “Derecho de sobrecarta”. La cuestión era mantener los fueros como sea (Cualquier semejanza con cierto expresidente atornillado a su banca de senador nacional es pura coherencia histórica). Cuando Isabel y Fernando inician la conquista y colonización de las nuevas tierras llegan funcionarios, curas y mercachifles varios a diezmar las riquezas naturales y producir el genocidio que conocemos. Alguien tenía que hacer el trabajo duro. Los pueblos originarios. Adivinaste, pequeño. La brutalidad, las enfermedades venéreas y las condiciones infrahumanas fueron produciendo un índice peligroso de mortandad entre los indígenas. La reacción a esta situación llegó, por ejemplo, a través de la prédica de Bartolomé de Las Casas, quien “descubrió” que los aborígenes eran humanos. O casi. Y parece que convenció a los Reyes Católicos. Entonces empezaron a llegar Cédulas Reales y demás papeles pintados ordenando a virreyes, regidores, cabildantes y otros miembros de la fauna ibérica para que dejen de tratarlos como esclavos.
Sí, tenían alma, pero ¿quién iba a hacerse cargo del trabajo en las minas o de roturar los campos o de someterse sexualmente ante los dueños (perdón, los patrones)? En “La Oscuridad y las Luces” (Edhasa, 2010), su autor, Eduardo Grüner, lo explica magistralmente. Don Bartolo les resuelve el problema de la mano de obra: hay que traer esclavos de África. Total, son negros. O sea, no humanos.Son animales o cosas, pero cosas que trabajan. En fin, un sacerdote católico, pero sin exagerar. Con amplios conocimientos de Economía Política como se ve y que pasó a la posteridad con buena prensa.
Hago todo este rodeo para contarte que lo que hicieron los señores feudales de Navarra, en la Península, aquí se llamó “se acata, pero no se cumple”. Usted, lectora, puede traducirlo como “Tiene razón, pero marche preso”, si quiere. Este pequeño paseo por nuestra trágica historia me sirve para introducirte en el tema. Si los farsantes utilizaban la excusa para seguir haciendo sus bestialidades, un episodio sucedido el viernes pasado, 7 de setiembre del año 2012 de vuestro señor Jesucristo, en San Rafael, Mendoza, Argentina, gestado por el director de una escuela pública, nos enseña que la frasecita en cuestión no es más que una herramienta que, como un martillo, por ejemplo, puede utilizarse para matar o para edificar una casa.
El Calendario Escolar manda homenajear a la Virgen del Carmen de Cuyo, según Resolución N° 683-DGE-2012. Pero Ricardo Alejandro Ermili, el director de la Escuela 4-130 “Prof. Jorge de la Reta”, dijo nones. Cada jornada llegan a las 18:45 y se van a las 23:30 un poco más de 150 alumnos. Los argumentos de Ricardo son contundentes y sólidos. Ninguna resolución puede contradecir a la Constitución provincial que en el Artículo 212 dice, entre otras cosas: “La educación será laica”. Además, la Ley Provincial de Educación, N° 6970, en su Artículo 4 establece: “El Estado garantiza…c) la prestación de los servicios educativos, asegurando la obligatoriedad y estableciendo que los niveles y regímenes del sistema de gestión estatal deberán ser gratuitos y laicos”. Y no te fatigo más con numeritos.
Lo que hizo Ricardo, además de cumplir con la ley superior, es comenzar a cambiar un paradigma. Desde siempre vemos crucifijos, fotos sacras y sabemos de misas de graduación con asistencia obligatoria en instituciones educativas estatales. Se naturalizó una situación antinatural. Por muy mayoritaria que sea una secta es sólo eso, una secta. Representa, como la etimología del término lo dice, un sector. Y a nosotros nos enseñaron que la democracia es el gobierno de las mayorias, pero sobre todo, el del respeto por las minorías.
Hace muy poco y por iniciativa del Ministerio de Cultura de Mendoza se llamó a concurso para elegir la letra del Himno provincial. Ganó un esperpento que, entre sus íconos, destaca la figura de la Virgen de la Carrodilla y no hace ninguna mención al pueblo huarpe, habitante originario de estos medanales hasta que, los que trajeron la cruz y la espada, se encargaron de pisotear esa cultura ancestral. Tan naturalizada está la colonización cultural que un reconocido poeta que se declara a veces ateo, otras agnóstico, pero siempre judío, mi querido amigo Carlos Levy (integrante del bochornoso jurado del concurso en cuestión), justificó el exabrupto. Llegó a comparar a la figura religiosa con el Aconcagua y el viento Zonda. Es decir, dos fenómenos naturales con una construcción ideológico-cultural. Salvo que, producto de una indigestión etílica, el poeta crea que el cerro y el viento son obra de Dios. Oprobioso.
Ricardo le recuerda a su superior jerárquico que un nuevo paradigma es posible. Su actitud se inscribe en la etapa de construcción de una sociedad de inclusión. Visibiliza, saca de debajo de la alfombra, una costumbre discriminatoria. Dice Ricardo que, silenciosamente, varios directivos vienen poniendo en práctica el “se acata, pero no se cumple”. La diferencia es que él ni acata ni cumple porque su conciencia democrática y, no es un detalle, su militancia en favor de los derechos humanos, lo convierten en un albañil de la nueva patria. Su gesto tiene un plus. No es anticatólico ni antirreligioso. Es anticlerical, que no es lo mismo. Ha colocado un imprescindible ladrillo laico.