Todo es más o menos previsible. Cada uno anda por este mundo con un chip ideológico-cultural incorporado. A raíz del anuncio de la Presidenta argentina acerca de la declaración de interés público de la actividad hidrocarburífera y la expropiación de la mayoría del paquete accionario de Repsol, ese chip comenzó a activarse con naturalidad.
Y los medios, de aquí y de allá, se llenaron de adjetivos. En general, esos adjetivos no fueron calificativos, fueron descalificativos. Los diarios y canales de España fueron casi monolíticos. Los de derecha (El País), los de ultraderecha (ABC) y los de recontraultraderecha (La Gaceta, El Mundo y siguen los pasquines) oscilaron entre llamar a Cristina “exmontonera”, “expoliadora” y “ladrona”, “mujer de armas tomar” y hasta “populista” (aunque desde los estudios de Laclau y Follari, entre otros, ya no es un insulto, precisamente). Fíjese, mi cielo, si no es un regalo cósmico lo que le cuento: uno de esos epítetos los firma una colega del ABC que ostenta el nombre de Blanca Torquemada. En fin, que a veces los astros se acomodan para que nosotros podamos ejercitar el músculo de la sonrisa.
De los funcionarios ibéricos no cabía esperar más que diatribas, amenazas, dedo índice levantado, “te voy a acusar al CIADI y a la Unión Europea, nena”, chaschás en la colita y esas bravuconadas de yuppies despechados venidos a menos. Pero (otra vez a ejercitar ese músculo, amor) el que se lleva el premio mayor, por ahora, es el canciller hispano, García Margallo, quien dijo que “la Argentina se ha pegado un tiro en el pie”. Hace unos días fue Froilán, el nieto de 13 años del Borbón ecológico mayor, el que se disparó accidentalmente en un pie. Qué hacía el borbonito preadolescente con un arma es una cuestión que, seguramente, le producirá un nuevo insomnio a nuestro Mauricio, tan preocupado por la seguridad de la juventud. El canciller debe estar pidiendo un turno con el psicólogo de la realeza para desentrañar el lapsus idiotus.
Hasta acá, ninguna sorpresa. Están enojadísimos porque así lo mandan los manuales de la avaricia. Si es así, yo diría que es un buen síntoma que su Ministro de Industrias (una especie de clon de Aznar, sin bigotes, ¿no le parece que se parece?) ponga cara de culo y cumpla las órdenes de su patrón bancario. Quiere decir, supongo, que el rumbo elegido por nuestro país es correcto.
Ahora te invito, amor, a que aterricemos en nuestras playas a bordo de un Embraer de Aerolíneas Argentinas, y recorramos qué dicen algunos de los patriotas que supimos conseguir. Por ejemplo, la senadora nacional por Mendoza, Laura Montero, radical,: “Es un reconocimiento del fracaso de la política energética del kirchnerismo”. O Ernesto Sanz, idem idem idem: “La medida es fruto de la improvisación” y pide “Un debate amplio y generoso” (generoso ¿con quién?). Martín Caparrós, de aquí, pero desde allá, dice que él ya lo había dicho y que ya era hora, pero que este Estado es corrupto y sumamente peronista y entonces está todo mal. Carlos Pagni, editorialista de La Nación, dice más o menos lo mismo que Caparrós (¡sic!), pero que tampoco es para tanto porque YPF no es taaaan importante. Opinión que comparte Alfonsinín, el resucitao. Y hablando del milagro de la resurrección, Carrió no dice nada porque compró una acción de YPF la semana pasada, parece. Esta lista de gente proba tiene en su cúspide al gerente de Buenos Aires quien sufre de insomnio desde el anuncio de Cristina y se dedica, a las 5 de la mañana, a perturbar el sueño de su pequeña Antonia.
Toda mi monserga viene a cuento de que he buscado, busco y seguiré buscando una, aunque sea una cifra, un dato, un documento, un testimonio que contradiga o refute los gráficos y los números que mostró Cristina. Sólo adjetivos y cháchara de impotencia.
Lo único que encuentro es yerba a precio razonable mientras me voy rapidito a tomar clases: el marxista y judío Kicillof sigue hoy con su cátedra en el Senado nacional.