Por Julio Rudman.
Espanhol
“Gosto dos estudantes que marcham sobre a ruína. Com as bandeiras em alto vai toda a estudantada”.
Aunque los acusen de chavistas, aunque idolatren a Lev Bronstein, a Iósif Dzugashvilli, a Vladimir Uliánov, a Ernesto Guevara y a Rodolfo Walsh. Aunque digan pertenecer al efepeve, al po, al pi, al pehache, al pece, al peceerre, al emeteese, al petese, a esepete o a aquel. Aunque rindan una materia por año. Aunque, a veces, la remera que usan pida relevo. Aunque parezcan ingenuos. Aunque Alejandro Lipcovich, el presidente de la FUBA (Federación Universitaria de Buenos Aires) cometa verdadicidio al comparar el comportamiento del gobierno porteño con el nacional, respecto de la actitud hacia la educación pública.
Aunque, no. Por todo eso y porque quienes los persiguen son los padres de las ruinas, porque la basura periodística les muestra sus garras discriminatorias, porque, por mucho menos, el país vivió y murió con “La noche de los lápices”, porque le hacen pito catalán a la despolitización enfermiza de los gerentes de la sociedad, porque le mojan la oreja a los empresarios privatizadores, porque se hacen cargo del “pecado” de no querer rendir un parcial o escuchar un teórico con Mickey de compañero de banco, porque para ratas ya tienen demasiado con el jefe del ejecutivo porteño y su gabinete, porque esperan llegar a recibirse de ingeniero para usar casco, y no cursando, porque se cagan de frío en invierno y de calor en verano y porque están en la edad para joder a los poderosos y ojalá no se les pase nunca, porque dan la mejor señal de que esta sociedad está viva, en medio de tantos muertos, parafraseando a Víctor Heredia.
Por todo eso y porque alguna vez tomé un colegio y me sentí primavera, voy al equipo de música y pongo a todo volumen los versos de Violeta, para mí, en la incomparable versión de la Negra Sosa.