Después de años de humillaciones bajo el régimen de Silvio Berlusconi, la izquierda italiana levanta la cabeza y derrota a los candidatos nombrados por el primer ministro en ciudades importantes, como Nápoles, Milán, Cagliari, Turín, Bolonia, Trieste. Ahora, el 12 y 13 de este mes se enfrenta, con renovada fuerza y entusiasmo, a unos referendos que podrían golpear de manera decisiva a un desgastado jefe de gobierno. Sin embargo, mientras el premier anuncia que no piensa renunciar, para la izquierda es un triunfo asimétrico que está lejos de representar un modelo para futuras elecciones nacionales.
En Italia, entre la primera y la segunda vuelta, las elecciones municipales devolvieron la esperanza a una izquierda duramente golpeada en los últimos años, política y culturalmente, por la hegemonía mediática de Silvio Berlusconi. Se votaba en varias de las mayores ciudades del país. En la primera vuelta la centroizquierda, superando el 50 por ciento de los votos, ya se había confirmado en ciudades como Turín y Bolonia, donde casi siempre gobierna. En la tradicionalmente derechista y berlusconiana Milán, de manera totalmente sorpresiva, iba a la cabeza el abogado Giuliano Pisapia (47 por ciento), antiguo diputado por Refundación Comunista. En Cagliari, la capital de Cerdeña, el joven Massimo Zedda, proveniente de una agrupación a la izquierda del Partido Democrático (pd, el heredero principal del antiguo Partido Comunista), lograba adelantarse en otra ciudad históricamente gobernada por la derecha. Algo distinta, pero igualmente sorprendente, es la situación en Nápoles. Ahí la izquierda llevaba casi 20 años en el gobierno, muy criticada en los últimos años, incapaz de resolver el paradójico problema de la recolección de basura. Las elecciones internas se habían revelado un desastre y habían sido anuladas por fraudes. Mientras Berlusconi, que decide personalmente todos sus candidatos, eligió un empresario cuestionado por sus contactos con la camorra, el pd nombró desde Roma otro candidato. A la izquierda de los dos principales contendientes, la sociedad civil se aglutinaba alrededor del juez Luigi de Magistris, satanizado por Berlusconi por sus investigaciones y diputado del partido del otro ex juez Antonio di Pietro. De Magistris conquistó voto a voto una difícil segunda vuelta, derrotando con el 27 por ciento de los sufragios al candidato oficial del pd (apenas 18 por ciento) frente al 42 por ciento del candidato berlusconiano.
EL PULSO DE LOS MEDIOS. “Quiero que quede claro que estas elecciones no son simplemente municipales. Son un referéndum sobre el gobierno nacional que saldrá fortalecido por los electores.” Así habló en múltiples ocasiones Silvio Berlusconi en la campaña electoral. Seguía seguro de sí mismo y de su capacidad de ganar consenso especialmente entre el público televisivo. Ganar en su bastión, Milán, como en Nápoles, donde la izquierda había realmente gobernado mal, le permitía salir de los escándalos de los últimos meses y dar un golpe mortal a su principal enemigo: la magistratura. Y así todo el refrán de la campaña electoral ha sido un crescendo de ataques a los jueces que lo están investigando tanto por corrupción como por el escándalo de sus tratos sexuales con menores de edad: “politizados”, “rojos”, “comunistas”, “terroristas”. Un día de mayo Milán despertó tapizada de pancartas contra los “jueces terroristas”. Era demasiado. Milán, que en estos años siempre respaldó a su conciudadano, rechazó un lenguaje tan extremista en boca de un gobernante que se autodefine como “moderado”.
Mientras tanto, Silvio, un hombre muy mayor (75 años en setiembre) seguía atrapado por su genio, sus obsesiones y sus miedos: dinero, sexo, envejecer, el enemigo rojo. En el G 8, en Francia, Silvio se acerca a Barak Obama. No se da cuenta de que está en Mundovisión. Quiere hablarle. Se le ve hosco, ceñudo, preocupado, inseguro hasta en sus pasos, casi limosneando la atención del presidente de Estados Unidos. Necesita explicarle que Italia está viviendo bajo “una dictadura de jueces rojos”. Obama lo mira perplejo y no contesta. Por suerte sus pares de Francia y Alemania, Nicolas Sarkozy y Angela Merkel, lo salvan de la embarazosa conversación. Fin de la historia: un hombre que hasta ahora se había demostrado poderoso y seguro de sí mismo hasta cuando se defendía, ahora se muestra al mundo en toda su debilidad.
SEGUNDA VUELTA. Así, la segunda vuelta se transformó en una inesperada Waterloo. En Milán la millonaria Letizia Moratti fue barrida del mapa por Giuliano Pisapia. En Cagliari triunfó un joven que hubiese podido estar en cualquier marcha de precarios en otra orilla del Mediterráneo (Túnez, Atenas, Barcelona, El Cairo). En Nápoles un juez honesto multiplicó sus votos (del 27 al 64 por ciento). De igual manera cayeron otros bastiones de la derecha, como Trieste, en el noreste, y la piamontesa Novara, donde la Liga Norte había arrasado en las anteriores elecciones.
Al conocer los resultados, los militantes de izquierda sacaron las banderas rojas de los cajones y salieron a festejar después de años de derrotas. Fue un éxito importante pero que no parece definitivo. Culturalmente el país aún vive bajo el berlusconismo: codicia y fastidio ante cualquier regla. Políticamente la izquierda sigue débil a pesar del triunfo. Su cuerpo central está en el pd. Éste, en su núcleo dirigente, tiene la mira puesta en aliarse con el llamado “tercer polo”, que aglutina especialmente a ex aliados de Berlusconi y ex democristianos: muchos hambrientos generales y pocos soldados. A la izquierda del pd está el partido de los jueces De Magistris y Antonio di Pietro, concebido como una fuerza antisistema y con pésimas relaciones con el “tercer polo”, pero que acaba de imponer a De Magistris en Nápoles. Con aun más fuerza se conforma la nueva agrupación Izquierda, Ecología y Libertad (sel, por sus siglas en italiano) del carismático gobernador de Apulia, Nichi Vendola.
El problema –políticamente severo– es que cada vez que la sel logra imponer elecciones internas a la coalición de centroizquierda, sus candidatos (generalmente brillantes y con un discurso político claro y progresista, algo totalmente perdido en el pd) terminan ganando frente a los sosos candidatos oficiales. Es lo que le pasó al mismo Vendola, a Pisapia en Milán y Zedda en Cagliari, algo embarazoso para un partido que tiene cuatro o cinco veces los votos que la sel. La cuestión se pone más embarazosa si se piensa que las internas, donde gana la izquierda, son totalmente inviables si se quiere pactar con el “tercer polo” y evitar que éste vuelva a aliarse con la derecha. Es un ajedrez político que, más allá de los programas, está lejos de solucionarse. Algo que, en pocas palabras, nos lleva a la pregunta del título.
TERCERA VUELTA. Una aproximación de respuesta la tendremos el próximo domingo 12 y el lunes 13 cuando los italianos serán llamados a pronunciarse en cuatro referendos sobre tres temas importantes: el presunto derecho del primer ministro a no ser procesado durante su mandato, la vuelta a la energía nuclear y dos por la privatización del agua. Son tres temas cruciales. El primero es un nuevo referéndum pro o contra Berlusconi que tiene a sus abogados en el parlamento trabajando permanentemente para escribir leyes que vayan a favor suyo, de sus empresas, o que lo salven de alguna investigación. El agua es un tema clásico de nuestros años y de los movimientos sociales y una oportunidad de poner sobre el tapete la cuestión de los bienes comunes. Con respecto a lo nuclear, Italia ya votó en 1986 y todas las centrales fueron cerradas. Sin embargo Berlusconi decidió el año pasado volver al átomo y dio pasos concretos para abrir nuevas centrales en un territorio muy sísmico como el italiano. Aunque la tragedia japonesa de Fukushima lo indujo al bajo perfil, no logró evitar el referéndum. El problema cuando hay plebiscitos en Italia no es si se aprueban o no, sino el escaso interés de la población y los mecanismos mediáticos que impiden que se llegue al 50,1 por ciento de participación del padrón electoral como prescribe la Constitución. Así, desde 1995 en adelante todos los referendos fueron anulados por no llegar a ese umbral de participación ciudadana.
Para el gobierno, que para dificultar la consulta decidió que la fecha de los mismos fuera casi a comienzos del verano, en una época en la cual las escuelas ya estarán cerradas y las playas atraerán más que las urnas, la victoria sería que no se alcanzara ni siquiera los votos para que pudieran considerarse válidos. Para la oposición, en cambio, el desafío es demostrar fuerza y llegar al quórum. Es muy difícil prever el resultado pero si se resolviera con un éxito de los Sí, esto representaría otra grave derrota para Berlusconi. Su mayor aliado, la Liga Norte, podría abandonarlo, o quizás no. La crisis italiana sigue a oscuras.
Para Brecha.