Palestina. Origens do conflito I

Por Tali Feld Gleiser.

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Nem todas as pessoas sabem que o Estado de Israel foi fundado em 15 de maio de 1948. E ainda menos gente sabe que esse dia marca a Nakba, catástrofe ou desastre em árabe, o início oficial da expulsão e limpeza étnica dos palestinos em sua própria terra. Faz tanto tempo que se ouve falar sobre ou conflito entre israelenses e palestinos que parece ser muito antigo. Para poder entendê-lo, devemos nos remontar a final do século dezenove. O movimento sionista surgiu na década de 1880, na Europa central e oriental e cujo ideólogo principal foi Theodor Herzl. Os judeus sofriam uma perseguição permanente. Como resposta a esta situação, cria-se um movimento de renascimento nacional: ou sionismo, que reivindicava o retorno a sua antiga “pátria”. Segundo eles, após a destruição do templo de Jerusalém no ano 70 d.C., houve uma grande diáspora dos judeus que moravam nessas terras. Em consequência, por causa das pressões quotidianas na Europa, era fundamental a colonização da Palestina para pôr em prática as suas aspirações.

E a Palestina? Ali não tinha nada? É claro que sim. Existia toda uma comunidade multiétnica composta em sua grande maioria por árabes muçulmanos, alguns judeus, drusos, sírios, sudaneses, caucásicos, egípcios, gregos e árabes do Hiyaz. Ao longo do tempo, este território esteve dominado por diversos invasores. De acordo com determinados historiadores, os atuais palestinos são os descendentes diretos dos antigos hebreus que, na verdade, nunca foram expulsos pelos romanos.

Quando os sionistas europeus reivindicaram a Terra de Israel, fizeram-no rompendo com a tradição judaica de que só haveria retorno após a chegada do Messias, para fundar ali uma teocracia judia. Os sionistas inverteram o conceito e aproveitaram o território bíblico para utilizá-lo como berço do seu movimento nacionalista. Eles consideravam que este lhes pertencia e seus moradores não judeus, a abrumadora maioria, eram estrangeiros deviam ser despejados ou eliminados, se fosse necessário. Porém, o movimento sionista não estava isolado. Era apoiado pelo colonialismo europeu e o milenarismo cristão, que concorriam entre si para tomar conta de uma Palestina que viraria cristã, naquela época sob domínio do Império Otomano. Os religiosos de Ocidente viam o retorno dos judeus à Palestina como um capítulo que aceleraria a segunda vinda de Jesus e a fundação de um estado piedoso no país. (Hoje em dia, os cristãos redimidos dos Estados Unidos, aos que pertence o ex-presidente George Bush, seguem esta linha.) Determinante foi o ministro das Relações Exteriores britânico em 1917, Lord Balfour, que prometeu ao movimento sionista a fundação de um lar nacional judeu na Palestina, governada de fato desde 1917 pelo Império britânico. Em nome de seu governo, Balfour prometia respeitar os direitos dos não judeus, a vasta maioria da população; mas isto batia de frente com as aspirações e direitos naturais dos palestinos de se transformar em uma nação independente.

Em 1928, após de centenas de mortos judeus e palestinos, os britânicos tentaram instaurar uma estrutura política que representasse ambas as comunidades de forma equitativa. Na prática, isto beneficiou as colônias sionistas e discriminou a maioria palestina. Em 1929, se produziu um levantamento palestino devido a que os britânicos não cumpriram com a sua promessa de igualdade, incluso quando os palestinos aceitaram renunciar ao princípio democrático da política majoritária. O governo de Londres quase aprovou as demandas palestinas, mas a pressão sionista os re-encaminhou para a declaração Balfour. Em 1936, estourou outra rebelião popular abafada depois de três anos de ataques britânicos implacáveis contra os palestinos. Seus líderes se exilaram e a guerrilha se dissolveu. Em vista disso, as forças sionistas tiveram o caminho livre para executar seu plano mestre: um Estado de caráter exclusivamente judeu na Palestina que abrangesse a maior quantidade de território possível.

Bibliografia

Pappé I, A limpeza étnica da Palestina, 2008, Crítica S.L., Barcelona.

Sand, S, A invenção do povo judio, 2009, Verso Books, Londres.

Palestina. Orígenes del conflicto I

Por Tali Feld Gleiser.

No todas las personas saben que el Estado de Israel fue fundado el 15 de mayo de 1948. Y menos gente aún sabe que ese día marca la Nakba, catástrofe o desastre en árabe, el comienzo oficial de la expulsión y limpieza étnica de los palestinos en su propia tierra. Hace tanto tiempo que se escucha hablar sobre el conflicto entre israelíes y palestinos que pareciera ser muy antiguo.

Para poder entender de qué se trata, debemos remontarnos a fines del siglo diecinueve. El movimiento sionista surgió en la década de 1880 en Europa central y oriental, cuyo ideólogo principal fue Theodor Herzl. Los judíos sufrían una persecución permanente. Como respuesta a esta situación, se crea un movimiento de renacimiento nacional: el sionismo, que reivindicaba el retorno a su antigua “patria”. Según ellos, después de la destrucción del templo de Jerusalén en el año 70 d.C., se produjo la gran diáspora de los judíos que habitaban esas tierras. Por lo tanto, dadas las presiones cotidianas en Europa, era fundamental la colonización de Palestina para llevar a cabo sus aspiraciones.

¿Y Palestina? ¿Allí no había nada? Por supuesto que sí. Existía toda una comunidad multi-étnica compuesta en su gran mayoría por árabes musulmanes, algunos judíos, drusos, sirios, sudaneses, caucásicos, egipcios, griegos y árabes del Hiyaz. A lo largo del tiempo, este territorio estuvo dominado por distintos invasores. Según algunos historiadores, los actuales palestinos son los descendientes directos de los antiguos hebreos que, en realidad, nunca fueron expulsados por los romanos.

Cuando los sionistas europeos reivindicaron la Tierra de Israel, lo hicieron rompiendo la tradición judaica de que se podría volver a ella sólo después de la llegada del Mesías, para fundar allí una teocracia judía. Los sionistas invirtieron el concepto y aprovecharon el territorio bíblico para utilizarlo como cuna de su movimiento nacionalista. Ellos consideraban que éste les pertenecía y sus habitantes no judíos, la abrumadora mayoría, eran extranjeros a los cuales había que desalojar o eliminar, si fuese necesario. Sin embargo, el movimiento sionista no estaba aislado. Era apoyado por el colonialismo europeo y el milenarismo cristiano, que competían entre sí para apoderarse de una Palestina que se convertiría en cristiana, en aquella época en manos del Imperio Otomano. Los religiosos de Occidente veían el regreso de los judíos a Palestina como un capítulo que aceleraría la segunda venida de Cristo y la fundación de un estado piadoso en el país. (Hoy en día, los cristianos redimidos de Estados Unidos, a los que pertenece el ex presidente George Bush, siguen esta línea.) Determinante fue el ministro de Relaciones Exteriores británico en 1917, Lord Balfour, que le prometió al movimiento sionista la creación de un hogar nacional judío en Palestina, gobernada de facto desde 1917 por el Imperio británico. En nombre de su gobierno, Balfour prometía respetar los derechos de los no judíos, la vasta mayoría de la población; pero esto iba completamente en contra de las aspiraciones y derechos naturales de los palestinos de transformarse en una nación independiente.

En 1928, después de centenas de muertos judíos y palestinos, los británicos intentaron instaurar una estructura política que representara a ambas comunidades de forma equitativa. En la práctica, esto benefició a las colonias sionistas y discriminó a la mayoría palestina. En 1929, se produjo un levantamiento palestino debido a que los británicos no cumplieron con su promesa de igualdad, incluso cuando los palestinos habían accedido a renunciar al principio democrático de la política mayoritaria. El gobierno de Londres estuvo a punto de aceptar las demandas palestinas, pero la presión sionista los reencauzó a la declaración Balfour. En 1936 estalló otra rebelión popular sofocada después de tres años de ataques encarnizados contra los palestinos. Sus líderes se exiliaron y la guerrilla se disolvió. Así, las fuerzas sionistas tuvieron el camino libre para ejecutar su plan maestro: un Estado exclusivamente judío en Palestina que abarcase la mayor cantidad de territorio posible.

Bibliografía

Pappé I, La limpieza étnica de Palestina, 2008, Crítica S.L., Barcelona.

Sand, S, La invención del pueblo judío, 2009, Verso Books, Londres.

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