Tras una larga reposición necesaria por otra parte a que me obligara un severo accidente cerebro-vascular (ACV), retomo el hilo de mis pensamientos en este año-bicentenario de una pretendida “independencia (in the pendiente?) de nuestra patria, en la certidumbre de que sólo la juventud inteligente y unida podrá sacar a nuestro país de una larga postración quietista, también producto de graves dolencias sociales.
Si mi querido Paraguay fuera un paciente ?y yo terapeuta? me animaría a diagnosticarle corruptitis infecciosa´; pero, al revés de los médicos “de academia”, no trataría sus meros síntomas visibles con paliativos sugeridos a nuestros políticos por sesudos “asesores” de “organismos financieros internacionales” ?léase banksters de la usura comercial?, sino buscaría las causas de su o sus dolencias en lugar de administrar placebos estadísticos ?o supositorios anal-gésicos inservibles? con “préstamos para el desarrollo” o “ajustes financieros” al estilo FMI, BM o BID que han llevado a tantas naciones al default, o dicho en cristiano básico: a la ruina y pérdida de soberanía.
El foco infeccioso en este caso se hallaría localizado ?no en el estómago del país?, sino en su cerebro.
¿Causas? En principio la imposición de una atroz dictadura (1954-1989) ha llevado a la ciudadanía a una pérdida de dignidad, a una ignorancia obligatoria, a un desdén por el cultivo del intelecto y a una ?pasividad casi apática.
La inteligencia nacional fue arrumbada en el desván por ser “políticamente incorrecta”; pues una de las frases favoritas del tirano era: “No necesitamos de un proletariado intelectual” como si hubiera leído la novela “1984” de George Orwell y él se sentía una specie de Gran Hermano del subdesarrollo.
Por este medio, apelo a la juventud inteligente a cultivar su inteligencia y raciocinio. Lo demás vendrá por añadiduras.
Pero para ello deberá crear su propia identidad política en carácter de Ciudadano, antes que en operador de partido “tradicional” o “posmoderno”.
Solón, legislador republicano ateniense, hace más de 2.300 años acuñó el término “idiota” para motejar al ciudadano de la polis que no participaba de los asuntos de estado, o enviaba a sicofantes a representarlo en el areópago y a votar por él.
Esta acotación es válida para este país enfermo de idiotez congénita en que se confunde democracia aritmética con libertad y se apela a impresentables “representantes” para tomar decisiones en nuestra caricatura de areópago llamada “congreso nacional”, aunque necio-nal le sentaría mejor.
Allí, donde el ciudadano debería acudir a opinar, a manifestarse, a presionar, a encaminar la historia… a controlar a sus políticos… se cocinan negociados y se vende a la patria por los viles denarios de Judas.
Es hora que la juventud tome la posta y fuerce, con sus pares más brillantes y solidarios a una magna Asamblea Constituyente Ciudadana, ajena a los partidos tradicionales… para redactar una nueva Carta Magna realista y, sobre todo NO opinable ni ambigua… como esta que graciosamente nos legaran los políticos “tradicionales” y que ahora la quieren remendar para favorecer un espurio continuismo de la inequidad y la ineptitud.
Seamos realistas. ¡Exijamos lo imposible… y exijámonos hasta lo imposible! Que el camino hacia el futuro comienza delante de nuestros propios pies.
* Conocido como Chester Swann, ex periodista, ex artesano, ex cantautor, ex artista visual y ahora escultor de conciencias.
Imagem: quadro de Oswaldo Guayasamín.