Por Ronnie Huete Salgado, para Desacato.info, de Tegucigalpa, Honduras.
La reciente masacre ocurrida en el barrio las Torres en el Distrito Central de Honduras, posee una directriz protegida por la fortuna monetaria que posee un poder factico en Honduras, para desfallecer el valor de la vida y aumentar el irrespeto a los derechos humanos, en una humanidad viviendo en el miedo y “show” mediático.
El sistema carcelario en Honduras es una plena característica de cómo se administran los fondos del Estado de la nación centroamericana, y del valor que se tiene de la propia vida.
Sin ningún programa de rehabilitación o reintegro a la vida misma como la máxima expresión de la humanidad, los privados de libertad de la nación hondureña, son encarcelados a cumplir una pena, pero sin ser rehabilitados.
El hacinamiento en que viven remarca el odio generalizado que poseen contra una sociedad, que no les brindó la oportunidad adecuada para vivir con dignidad, puesto que este derecho, sólo lo poseen los hijos y los padres que ostentan el poder económico en Honduras.
Sí, la clase pudiente que redacta las leyes de Honduras en nombre de su beneficio, para seguir enriqueciendo su estatus quo, o la gran ramera con la que están acostumbrados a relacionarse, a través de los supuestos poderes del Estado que integran la democracia de esta nación latina, cuyas masacres exterminan lentamente a los humanos que habitan los asentamientos más pobres de ese país.
Y es que la obsoleta forma con que administran los fondos del Estado, en beneficio de la empresa privada, acelera las condiciones indignas de vida en que vive más del 80 por ciento de la población en Honduras.
Esos hondureños que desesperados buscan mitigar el hambre de los suyos, culminan recluidos en Centros Penales que pronto los exponen a imaginables vejámenes solo descritos en la santa inquisición de siglos atrás.
Los altos porcentajes de analfabetismo, el no acceso a la salud, las condiciones indignantes de vida que ha rodeado su entorno desde su nacimiento, y con una clara carta de leyes, redactada por los ricos de su país, nacen para cumplir esa carta, llamada constitución, y que en la mayoría de los casos, mueren cumpliendo las leyes que esta cúpula construyó para su satisfacción personal.
El sistema judicial de Honduras es un fracaso. Se debería comenzar a describir que realmente los gobiernos que han administrado el Estado, efectivamente han trabajado como contadores públicos de los poderes facticos, y que su aparato judicial es un bufete que aboga por el derecho de enriquecerse desmedidamente, pisoteando a las grandes mayorías.
Dejando aún lado, a los que están recluidos en las cárceles, las personas que viven en libertad en Honduras, no son libres. Expuestas a la alta violencia urbana que caracteriza a Honduras como uno de los países más peligroso del mundo, en cualquier segundo pueden perder la vida, recibiendo una condena de muerte sin ser juzgados.
Los barrios de las personas que pertenecen a la agonizante clase media, en la actualidad poseen una semejanza a los módulos de los centros penales. Sus entradas son custodiadas por guardias de seguridad de las empresas privadas, que han fortalecido su fortuna a través del miedo que produce el crimen organizado consolidado ya, como un poder del Estado.
Honduras a involucionado en una enorme cárcel, cuyos ciudadanos son reclusos que andan a pie o en vehículo, condenados hacer víctimas de un atentado contra su vida, a raíz de un asalto o por estar parado en el lado equivocado. La pena de muerte es la condena del encarcelamiento de este país. Esto como consecuencia del nuevo poder del Estado, llamado crimen organizado.
Es inexistente el término igualdad o respeto a los derechos humanos en esta nación, destinada a sufrir sin hablar, destinada a llorar sin lagrimar, destinada a caminar sin pies destinada a enfrentarse contra quienes les han condenado a la miseria.
Cualquier atentado o amenaza para el autor de este artículo es responsabilidad de quienes representan y gobiernan el Estado de Honduras o sus invasores.
El autor de este artículo es corresponsalía voluntaria de la revista Caros Amigos editada en são Paulo, Brasil para Centroamérica, la organización Casa Mafalda São Paulo, Brasil , La Agencia informativa Latinoamericana Prensa Latina, Kaos en la red y El portal http://desacato.info editado en Florianópolis, Brasil.