Por Josemari Lorenzo Espinosa.
Desde el siglo XIX sabemos que el sistema no va bien. Su incapacidad e inmoralidad, provocaron entonces la mas formidable respuesta social de la Historia: el llamado Movimiento Obrero. Después, todos los intentos por regenerarlo han sido inútiles, cuando no catastróficos, como demuestran el fascismo y sus guerras, la socialdemocracia con su falso sistema asistencial o el neoliberalismo y su codicia especulativa. De convulsión en convulsión, hoy amenaza con entrar en un periodo de crisis crónica y nuevos desajustes permanentes.
Cada vez mas codicioso e inestable, el capitalismo se ha convertido en el enemigo social, por defecto. Un modelo que surgió para superar el despilfarro y la irracionalidad del feudalismo, ha desarrollado sin embargo sus propios errores creando tantos problemas como los que quiso resolver. El capitalismo definitivamente ha fracasado. Como prueba de ello, con cada crisis la coalición antisistema crece y se indigna. Incluso los mas afectos buscan desesperadamente arreglar sus achaques, reconociendo este fracaso.
Ningún sistema histórico ha vencido a la pobreza. El capitalismo tampoco. Sus defensores presumen de creación de riqueza, pero no explican su inmoral reparto. Sencillamente porque la desigualdad no tiene explicación, moral ni racional. La persistencia de las diferencias sociales y de la miseria, incluso en las países mas desarrollados, pone en entredicho al sistema mas que cualquier otra razón teórica o práctica, que podamos aportar. Además, el momento actual puede ser peligroso.
Tanto como en las crisis del siglo pasado. Incluso para la supervivencia de la humanidad. No por ser un tópico pacifista o ecologista, es menos real y temible: la codicia del sistema nos puede llevar a una aniquilación nuclear o medio ambiental. Sin embargo, aún conociendo estas circunstancias, la mayoría de los analistas no busca ni debate su necesari aa desaparición. Solo tratan de aplicarle cataplasmas y vendajes, con los que pueda seguir su nefasto recorrido, hasta el desastre final.
La Historia demuestra que ningún modelo socioeconómico es eterno ni imprescindible. Todos fueron sustituidos, cuando llegaban al límite de sus posibilidades. Este es probablemente el horizonte mas cercano del capitalismo, al que debemos encontrar un cambio, no un arreglo. Para ello, lo que tenemos que hacer es mejorar nuestro formato antisistema: no debatir sobre su saneamiento ni su remedio, sino sobre su sustitución. No debemos perder mas tiempo con recetas, creyendo que hay salidas, porque solo sería una ilusión pasajera. Debemos imaginar, cuanto antes, una Historia postcapitalista. No una refundación del sistema, que engañe a mas generaciones. No podemos permitir, en ningún caso, que el futuro siga siendo capitalista. No es este el final de la Historia que nos merecemos. Si algo no nos gusta y además no funciona, cambiémoslo. Porque a pesar de nuestros errores y defectos, también somos capaces de cambiar y progresar.