Na escuridão

Por Fernando Evangelista.

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O que me interessa são os desajustados, os fodidos, os sem limite. O que me interessa é a escória, a ralé, aqueles que perderam o rumo. O que me interessa é o grito louco, a cólera, o mar furioso. O que me interessa é a solidão. O que me interessa são os inconsequentes.

E que se fodam as rimas, as formalidades, a vaidade, os gestos mecânicos e pensados. Que se fodam os obedientes, os uniformizados, os elegantes. Que se fodam todas essas etiquetas, gravatas, pastas de couro e protocolos. Quem segue quem? Quem controla o quê?

O que me interessa é o instinto – o bicho à espreita da caça, a boca à espera da mordida, a mão em busca do toque. O que me interessa são os condenados em liberdade, os fugitivos, os que tocaram o fundo e não deram a volta por cima.

Amo os que causam asco, nojo, repulsa, medo. Amo aqueles que não têm bandeira, nem programa, nem palanque. Amo os que não têm vergonha. Amo os tarados, os maníacos, os filhos da puta. Amo aqueles que não fazem parte de nada, nem da estatística. Amo aqueles que se agarram à vida, lutam com ela, aqueles que a vem melhor na escuridão.

Amo aqueles que se reconhecem na escuridão.

Amo aqueles que estão fora de mão, fora de moda, fora do tempo. Amo as prostitutas, os travestis, os bêbados sem companhia. Amo aqueles que não se enquadram. Amo os corredores vazios, as luzes que vencem as janelas, as portas entreabertas. Amo as frestas, mas amo ainda mais as portas escancaradas.

Amo a ventania que arranca as cortinas e derruba tudo, derruba os livros, os quadros, desarruma as toalhas, as roupas, as folhas todas, destrói – um por um – todos aqueles terríveis ímãs de geladeira.

Algumas pessoas são como o vento – um vento descontrolado, imprevisível, vento que faz o barco andar, mas que quando passa apaga as velas e deixa todos sem luz. Pessoas que chegam sem avisar, que quebram a rotina, nos despertam do conforto e se vão – deixando uma sensação de alívio, de vazio, de dor, mas também de encanto.

Pessoas como vento, com força descomunal, com fome de vida, que seguem até o fim, sem medir os estragos, no limite de tudo. Pessoas que fazem da vida um número de trapézio, num circo sem rede e sem plateia, apenas para sentir essa vida, sagrada e descartável, que vai e vem, essa vida por um fio.

Amo essas pessoas e a amizade que não existiu, o diálogo que não aconteceu, a porta que não se abriu. E no fim – porque sempre há um fim – quando elas se vão, quando elas decidem ir, tudo fica pela metade. A garrafa de vinho, o bilhete com duas frases, a cadeira quebrada. Pela metade ficamos nós porque agora estás inteiro. Que a tua luz queime com força infinita e nos ilumine, até que fiquemos todos cegos, mais cegos do que já somos.

Fernando Evangelista é jornalista e mantém a coluna Revoltas Cotidiana

En la oscuridad

Por Fernando Evangelista.
Lo que me interesa son los desajustados, los jodidos, los sin límite. Lo que me interesa es la escoria, la gentuza, aquellos que perdieron el rumbo. Lo que me interesa es el grito loco, la cólera, el mar furioso. Lo que me interesa es la soledad. Lo que me interesa son los inconsecuentes.
Y que se jodan las rimas, las formalidades, la vanidad, los gestos mecánicos y pensados. Que se jodan los obedientes, los uniformizados, los elegantes. Que se jodan esas etiquetas, corbatas, valijas de cuero y protocolos. ¿Quién sigue a quién? ¿Quién controla qué?
Lo que me interesa es el instinto – el bicho al acecho de la caza, la boca a la espera de la mordida, la mano en busca del toque. Lo que me interesa son los condenados en libertad, los fugitivos, los que tocaron el fondo y no reflotaron más.
Amo a los que causan asco, náusea, repulsa, miedo. Amo a aquellos que no tienen bandera, ni programa, ni tribuna. Amo a los que no tienen vergüenza. Amos a los pajeros, a los maníacos, a los hijos de puta. Amo a aquellos que no forman parte de nada, ni de la estadística. Amo a aquellos que se agarran a la vida, luchan con ella, aquellos que la ven mejor en la oscuridad.
Amo a aquellos que se reconocen en la oscuridad.
Amo a aquellos que están a contra mano, fuera de moda, fuera del tiempo. Amo a las prostitutas, los travestis, los borrachos sin compañía. Amo a aquellos que no se encuadran. Amos los pasillos vacíos, las luces que vencen las ventanas, las puertas entreabiertas. Amo las rendijas, pero amo aún más las puertas abiertas de par en par.
Amo el ventarrón que arranca las cortinas y derriba todo, derriba los libros, los cuadros, desarrregla las toallas, las ropas, las hojas todas, destruye – uno por uno  – todos aquellos terribles imanes de heladera.
Algunas a personas son como el viento – un viento descontrolado, imprevisible, viento que hace el barco andar, pero que cuando pasa apaga las velas y deja todos sin luz. Personas que llegan sin avisar, que rompen la rutina, nos despiertan del conforto y se van – dejando una sensación de alivio, de vacío, de dolor, pero también de encanto.
Personas como viento, con fuerza descomunal, con hambre de vida, que siguen hasta el fin, sin medir estragos, en el límite de todo. Personas que hacen de la vida un número de trapecio, en un circo sin red y sin platea, apenas para sentir esa vida, sagrada y descartable, que viene y va, esa vida por un hilo.
Amo a esas personas y la amistad que no existió, el diálogo que no sucedió, la puerta que no se abrió. Y al final – porque siempre hay un fin – cuando ellas se van, cuando ellas deciden ir, todo se queda por la mitad. La botella de vino, el billete con dos frases, la silla rota. Por la mitad nos quedamos nosotros porque ahora estás entero. Que tu luz queme con fuerza infinita y nos ilumine, hasta que quedemos todos ciegos, más ciegos de lo que ya somos.
Fernando Evangelista es periodista y mantiene la columna Revoltas Cotidianas.
Versión en español: Jole de Melo para Desacato.
Imagem: presentastico.com

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