Como es habitual he recibido, y sigo recibiendo, mensajes de fin de año. Felicidades, augurios, sueños, deseos, prosperidad, familia, amigos, salud, comprensión, confraternidad, unión, paz, armonía. Tópicos todos que, con mejor o peor redacción se repiten hasta el hartazgo.
Me imagino y quiero creer que todos, o casi, son sinceros (a algunos ni siquiera los conozco. Es más, no tengo interés en conocerlos), pero me queda la sensación de que, larvadamente, ocultan la cara oscura de su pensar y sentir. Como no quiero sumarme a esa cuota de hipocresía disfrazada de amabilidad es que, a continuación, va un listado de contradeseos, si se me permite la expresión, o deseos íntimos para algunos personajes que han hecho de mi vida y, sobre todo, de la vida colectiva, un permanente campo de pruebas para ver cómo jodernos la existencia cotidiana. A saber, dos puntos.
Esa enumeración la encabeza, por mérito propio, el Grupo Clarín y sus adláteres La Nación y Perfil. Siguen, en desorden de importancia, los Fondos Buitres apátridas y sus lacayos nacionales, Hugo Moyano, Eduardo Duhalde, Mauricio Macri y su cría el PRO, el cardenal Bergoglio y su sucesor, Arancedo, Maledicto XVI, los republicanos yanquis y los demócratas que se les parecen, David Cameron, Elisa Carrió, las hilachas del radicalismo, la corporación judicial, los barrabravas del fútbol y la política, el Momo Venegas y Luis Barrionuevo, Pablo Micheli y Raquel Blas, Jorge Altamira, Vilma Ripoll y toda la dirigencia ultraizquierdista cómplice de la derecha retrógrada, la contra venezolana y la ecuatoriana y la boliviana, Mariano Rajoy y Angela Merkel, todos los malparidos que no permiten que las mujeres sean libres de elegir su vida y qué hacer con sus cuerpos, cada uno de los explotadores de obreros y los masacradores de pueblos originarios, los plagiarios, los cantantes y artistas huecos, la televisión basura, los patrones agrarios y los traidores de la Federación Agraria, los esclavizadores de campesinos, las damas de beneficencia y toda forma de caridad. Este listado no es, por supuesto, taxativo. Admite correcciones y ampliaciones a gusto de quien lo recibe.
Obviamente, no les deseo la muerte. La muy maldita sabe que es inexorable, que nos recuerda nuestra finitud esencial, aunque la balanza nos asuste con sus números. Llega cuando ella quiere, sin pedirnos autorización. Simplemente, les deseo con todo el corazón y el pensamiento, que fracasen. Y me prometo hacer todo lo que haga falta para que, desde mi humilde condición de periodista militante de las causas populares, ese fracaso sea lo más pronto, concreto y definitivo posible.