Transcurre la Feria del Libro de Mendoza. Respecto de la burrada descomunal del burócrata de turno opinaré luego del 4 de noviembre, fecha señalada como final del maratón literario. Y reflexionaré también acerca del aprovechamiento que ciertos personajes políticos y mediáticos (cada vez más parecidos) intentaron hacer del despropósito verbal e ideológico del mentado asesor.
Ahora quiero referirme al empobrecido caudal cultural del Diario “Los Andes”, que acaba de cumplir 129 años. Y se le nota, caramba.
El hegemonito (como se sabe, salvo las necrológicas y algunos avisos clasificados, es Clarín de las acequias) anda, parafraseando aquella vieja canción, de despiste en despiste. Explico.
El jueves 18 de octubre, a las 20, estaba programado un homenaje al notable filósofo Arturo Roig, fallecido a fines de abril de este año. En la Feria, se entiende. Por alguna razón, difícil de entender para mí, fui convocado a integrar el panel, junto al poeta Jorge Sosa y la socióloga y discípula de Roig, Fernanda Beigel. Un verdadero honor que atribuyo a mis varias entrevistas durante la vida a tan magnífico humanista. Inclusive tuve el privilegio de hablar con él, en mi programa de Nacional, pocos días antes de su muerte, en ocasión de la inauguración de la Biblioteca de la radio que, por supuesto, lleva su nombre.
La cuestión es que el diario publica ese mismo día el anuncio del acto, pero omitiendo mi participación. De manera que me puse mi mejor disfraz de holograma y partí raudamente hacia la Sala Naranja del magnífico Complejo Cultural “Julio Le Parc”. Fue hermoso ver a tanta gente, parientes, colegas, discípulos y demás miembros de la fauna vernácula rindiendo tributo a tan insigne coterráneo. Y, sin embargo, quedarme con la duda metafísica de saber si ellos me veían a mí.
Hoy, sábado 20 de octubre, a las 19, ya vestido con mis ropas de civil, compartiré la mesa de la Sala Verde con Luisa Valenzuela. Pues el mismísimo hegemonito que me ninguneó el jueves esta vez me nombre, hasta con el apellido correctamente escrito. Pero, despiste o Alzheimer periodístico, indica que la notable escritora es chilena. Es cierto que Luisa ha paseado su calidad literaria y su calidez humana por gran parte de este planeta que habitamos y deterioramos con refinada ostentación. El sudeste asiático y, recientemente, la muy peronista isla de Cerdeña la tuvieron hurgando entre sus mitos, su folklore y su gente. Mas de ahí a atribuirle una nacionalidad que no le pertenece hay un paso en falso, sólo imaginable por ignorancia o frivolidad. Sospecho que la confusión del redactor viene por el lado del apellido de mi querida y admirada amiga. No hace mucho Gonzalo Valenzuela, actor trasandino y pareja de la apetecible modelo argentina Pampita Ardohain, fue tapas de diarios y revistas del corazón por la prematura muerte de su pequeña hija. Y como él es chileno…les sonó el apellido. De ahí al pasto, un solo paso.
No es mucha la gente que sabe que la frase “Clarín miente” es una creación del empresario del transporte automotor Hugo Moyano. Desde hace unos meses el otrora “compañero de ruta” ha preterizado el tiempo de verbo. Como ahora, y por despecho, se ha hecho amigo del dueño de la Federación Agraria, del patrón de los obreros rurales, de Mauricio Macri y otra gente de pro, dice que Clarín mentía.
A mí me parece que uno no debe ser tan cruel (estalinista, como diría cierta devota del delirio místico). Al menos en nuestra tierra de medanales, hermosas mujeres y asesores culturales de opereta, podríamos decir que el hegemonito no miente. Metaforiza, nomás.