Juan o lobo, digo, o bobo

 Por Roberto Quesada.

Arturo Corrales, canciller de Honduras

“Responda-me tio Juan, não fique calado, responda se não há razão para seguir lutando…” Desculpe tio Juan, Los Guaraguao.

En la escuela primaria, pública, por cierto, leíamos en la clase de lectura los cuentos de Juan el bobo, tiempo después he releído a ese gran autor danés Hans Christian Andersen, quien tiene otros cuentos clásicos, como El traje nuevo del emperador: una burla, ridiculización ingeniosa de quienes llegan al poder y eso les produce tal ceguera que creen que todos los demás, excepto ellos, son bobos (traducido al español de Honduras: son papos). Y este cuento me lleva a hacer esta especie de fábula, cualquier parecido con la realidad hondureña es pura ‘juancidencia’.

Pero no se asusten los que se llaman Juan, es nombre tan común que quizá por eso existen dichos como se lo digo a Juan para que entienda Pedro. En palabras cristianas, lo que estoy por decir puede aplicarse a alguien que no necesariamente se llame Juan. Por ejemplo, en vez de Juan puede ser Arturo (Corrales, por decir algo), quien, en consejo de ministros, acaba de decir, sin el menor pudor, que Honduras ha demostrado su gran vocación democrática, que ya todo está resuelto, que ya regresamos, por ejemplo, todos los que estaban afuera (habría que preguntarle al Washington Post y a Los Angeles Times). Falso.  Se lo puedo documentar canciller, o, mejor, le pido que se involucre a la realidad de la cancillería y se enterará de que existen algunos casos por resolver.

Lo anterior solo fue para ilustrar, pues lo que en el presente interesa es esos cuentos clásicos de Juan el bobo. Sin olvidar que para referirse al conglomerado llamado pueblo suele utilizarse Juan Pueblo. Es probable que para algunos Pueblo sea sinónimo de Bobo o viceversa. Y hay quienes se llaman Juan pero en su fuero interno se apellidan vivo: Juan el Vivo, obviamente, el antónimo de Juan Pueblo.

Eso sí, vamos de Juan a Juan, existen unos más egocéntricos que otros, unos capaces de compararse hasta con el mismísimo Mesías. En Honduras, país de sobra religioso, para casi todos será conocido aquel pasaje bíblico del antiguo Testamento: “La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se aleteaba sobre las aguas. Entonces Dios dijo: “Hágase la luz”. Y la luz se hizo.”

Como también Honduras es bombardeada minuto a minuto por publicidad política de aspirantes a presidentes (claro, con dinero del mismo Juan P (P de Pueblo), díganme si no es similar el citado pasaje bíblico con este spot publicitario: “Y enrosco Juan el bombillo, y éste dio luz… Entonces salió un anciano que no era Juan el Bobo sino Juan el Bolo y gritó: “Cuando hayan promesas, que sean cumplidas y Juan prometió la luz, y aquí la tenemos”. Entonces Juan vio que la luz era buena y dijo que en 365 días con sus noches todo estaría iluminado. Un poquitín exagerado, ¿no les parece?

Eso sí, existe cada Juan como el que cree que todo lo que escribe es verdad absoluta y que todos quienes lo leen son bobos (bobas no porque es tan machista que no considera lectoras a las mujeres), pero como él viene de allá de mi pueblo, de Olanchito, en donde la gente tiene fama de no ser tan boba, le alimentan, falsamente, claro, el insaciable ego encumbrándolo como insuperable, pero, nomás da la vuelta, se intercambian murmullos: “ya quisiera este tener siquiera el diez por ciento de Ramón Amaya Amador”, y le responde otro: “o siquiera el quince por ciento de aquel gran izquierdista Dionisio Romero Narváez…y luego se ríen y dicen: “así se engañan los bobos, con manteca de garrobos…”

También existe Juan el doble, que es uno y a la vez otro, es el mismo Juan el lobo. Este Juan aparentemente es normal, pero, apenas sale la luna se transforma en un peludo carnívoro, a diferencia del otro cuento que se come a la Caperucita Roja en Honduras se come a unos Caperucitos Azules, quienes un poco aletargados intentan despertarse cuando ya es tarde y le pregunta Miguelito: “¿por qué tienes esos ojos tan grandes?”. “Para verte mejor”, respondió Juan el lobo. “Y por qué tienes esas orejas tan grandes?”, preguntó Fernandito. “Para oírte mejor”, dijo Juan el lobo. Ya asustado, el tercer Caperucito llamado Ricardito, preguntó: “¿Y para que tienes esa boca tan grande?”. “Para comerte mejor”, dijo Juan el lobo al tiempo que se lanzaba contra el Caperucito y con gran destreza se sobaba la panza en donde ya descansaba engullido el cuarto Caperucito conocido como Marito.

Como en los clásicos cuentos infantiles, debe de buscarse la moraleja que nos prepara para evitar caer en los errores de los personajes del relato, por tanto Juan Pueblo debe ponerse vivo porque sino seguirá siendo Bobo de por vida y olvidándose de que no todo lo que brilla es oro, no puede seguirle creyendo al Juan manteca de garrobo, al Juan el lobo, al Juan que parece bobo, a Juan el pescador, a Juan sin miedo y a cualquier Juan, pero, eso sí, lo más peligroso es que a Juan Pueblo le dé por olvidarse y confiarse de Juan Golpe.

Nueva York NY 3 enero 2012

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