Por Koldo Campos Sagaseta.
Escribía en estos días sobre la distinta suerte que han corrido dos mujeres. En el caso de la iraní Sakineh Ashtiani, condenada por la justicia iraní por adulterio a ser lapidada, destacaba la presión de instituciones como Naciones Unidas, distintos organismos y los grandes medios de comunicación, como factores que habían contribuido a salvar su vida. En el caso de la colombiana Norma Irene Pérez, condenada a muerte por el Estado colombiano por haber descubierto y denunciado una fosa común con dos mil cadáveres de campesinos asesinados por el ejército, señalaba el cómplice silencio de instituciones como Naciones Unidas, distintos organismos y los grandes medios de comunicación, como factores que habían contribuido a procurar su muerte. Con el agravante, en este caso, del incondicional respaldo que esas instituciones y medios brindan a un narco-estado terrorista que cuenta por cientos de miles las personas desaparecidas, asesinadas y desplazadas.
Salvando las distancias, puede establecerse el mismo paralelismo que vienen siguiendo instituciones y medios de comunicación con el caso de los 33 mineros chilenos, a 700 metros bajo tierra, en una mina de Atacama y a la espera de ser rescatados, y los 50 mineros españoles, a 500 metros bajo tierra, en una mina de Palencia y a la espera de que se les paguen sus salarios.
Si como consecuencia de las infames condiciones de trabajo que esos mineros chilenos soportan, la explosión que los enterrara vivos también hubiera provocado su muerte, como se creía al principio, habrían sido noticia al día siguiente, reseña un día más tarde y, en el mejor de los casos, apunte el tercer día con motivo del funeral. Se habrían convertido en víctimas de otro desgraciado y habitual “accidente” de l minería. De hecho y sin salir de esa misma mina chilena, no hay que remontarse mucho para encontrar trágicos precedentes que pasaron desapercibidos para el Estado, la justicia y los medios. La impunidad con que operan los dueños de las minas es inversamente proporcional al espacio en el que sobreviven los 33 mineros chilenos.
Afortunadamente lograron sobrevivir 17 días hasta hacerlo saber al exterior y los medios y las instituciones se han volcado en el caso. La televisión nos mostraba sus rostros y los periódicos, finalmente, comenzaron a publicar sus nombres y hasta nos revelaron sus más íntimas preocupaciones, como la de un minero al que en la superficie esperan su mujer y su amante.
La selección chilena, días atrás, los recordaba en sus camisetas en partido que los mineros encerrados pudieron seguir con emoción, gracias a una tecnología que, si bien deberá esperar tres meses para rescatarlos, ya puede mantenerlos informados de los éxitos de su selección. Y la emoción, nos cuentan, sigue en aumento al saber que el jugador español Villa también se acuerda y se solidariza con ellos.
Cuentan los medios de comunicación que los balcones de Santiago de Chile se engalanaron con la enseña nacional y que los conductores hacían sonar sus bocinas jubilosos por saberlos con vida, que en todas las esquinas se cantaba el himno nacional.
El propio presidente chileno, Sebastián Piñera, ha vuelto por cuarta vez a visitar la mina y se ha deshecho en elogios por el temple que han demostrado los mineros encerrados: “Me siento más orgulloso que nunca de ser chileno”. Hasta encontró en la tragedia que viven mineros y familiares un oportuno ejemplo de la importancia de la unidad nacional: “Esto refleja lo que un país unido puede lograr”.
De los 50 mineros de Palencia encerrados a 500 metros de profundidad en el Pozo Las Cuevas de Velilla, para que se les paguen sus nóminas pendientes, no se acuerda nadie. Ni un presidente que sepa valorar su temple y se sienta orgulloso de ser español, ni unos medios de comunicación que nos hablen de ellos. No se sigue su lucha por sobrevivir en pantallas gigantes instaladas en Madrid; no se cuelgan de los balcones banderas españolas en homenaje a quienes sólo luchan por defender sus derechos, porque se cumplan las leyes; no hay ídolos del deporte que les hagan llegar su solidaridad.
Sólo, eso sí, otro grupo de mineros de León, se ha sumado a la medida tomada por los palentinos, y 14 mineros leoneses se han encerrado en el Pozo Casares, en Tremor de Arriba. Y algunos cientos más de mineros de toda la región andan en la calle, reclamando lo que les corresponde, sus salarios pendientes, su derecho a vivir con dignidad, sus puestos de trabajo… en medio del más absoluto y acusador silencio.
Foto: Norma Irene Pérez, assassinada na Colômbia.