Por Koldo Campos Sagaseta.
“Trípoli, la capital de los rumores”, denunciaba el periódico El País los rumores que ese medio de desinformación, al igual que otros, viene publicando sobre la guerra de Libia.
“La falta de información y la guerra de propaganda de ambos bandos alimentan los bulos”, escribía Alvaro de Cózar, su corresponsal en Trípoli, en una crónica que, como sus anteriores entregas, demuestran en sí mismas hasta qué punto es cierta la desinformación. De hecho, nada mejor para desinformarse que leerlas.
Sí días atrás reconocía desolado su fracaso por encontrar los muertos que provocan los bombardeos aliados en Trípoli, invitando a deducir que si él no los encuentra debe ser porque no existen, ahora se desprende con otra atribulada queja por los rumores que la desinformación genera y que él aprovecha para volver a difundir insistiendo en que tal vez Gadafi se haya ido a Venezuela, “acogido por su aliado Hugo Chávez”, o de que un hijo de Gadafi haya muerto “por el ataque de un piloto kamikaze que se estrelló contra la residencia del dictador”.
Aclara, naturalmente, que los rumores que difunde son rumores, ejemplo de la desinformación que el informador denuncia.
“¿Y por qué tantos rumores?” pone el periodista la pregunta en “uno de los que se atreven a levantar la voz contra el dictador” antes de, también, poner en su boca la respuesta que él, informador al fin, no puede ofrecer: “porque Gadafi nos ha mentido durante muchos años”.
Pero no creo que fuera el gobierno libio quien hizo correr los rumores de genocidas bombardeos que los medios de comunicación nunca mostraron y que algunos gobiernos, como el ruso, hasta se atrevieron a desmentir. Tampoco fue Gadafi quien divulgó los rumores de que, posiblemente, estuviera utilizando armas químicas contra su población, armas de destrucción masiva que, supongo, no hace falta recordar qué nos evocan. Y no parece que fuera el gobierno libio el responsable de difundir el rumor de la presencia de mercenarios, por favor no confundir con contratistas de Blakwater, entre sus tropas. Algunos, como el Miami Herald, fueron más lejos en sus rumores y hasta hablaron de pilotos cubanos para que la alianza de Gadafi con Chávez no quedara tan desnuda.
De todas las llamadas “revoluciones” árabes, que así gustan llamarlas los medios, habidas en estos días y las todavía en curso, la libia es la más sospechosa. Con independencia del repudio que nos merezca Gadafi, el más íntimo aliado y socio, también amigo, de Europa y Estados Unidos en la zona, Libia es el país árabe con menos problemas económicos, problemas que han sido el principal detonante de las revueltas. Libia es el país cuyo producto interno bruto más ha crecido en el mundo, tanto como el de China, y que disfruta de la mayor renta por habitante. ¿Es creíble –se preguntaba en un formidable artículo Luis Brito en Aporrea- que aumenten al unísono el índice de Desarrollo Humano y el descontento social?
Otra extraña circunstancia que mueve a la sospecha es el hecho de que, a diferencia de en todas las demás revueltas, protagonizadas por masas desarmadas y pacíficas, a las que sí se puede ametrallar sin que Naciones Unidas y la “comunidad internacional” se solivianten, en Libia, de un día para otro, la oposición irrumpa armada, y no precisamente de machetes, haciendo frente al ejército. Luis Brito, en el mismo artículo al que hacía referencia seguía preguntándose: ¿Es sincera la enemistad con Libia de potencias que durante cuarenta años le han comprado petróleo y vendido armas? Durante ese lapso los omnipresentes medios omiten toda explicación. Mientras mandatarios de Estados Unidos y monopolios mediáticos se deshacen en elogios a favor de los sublevados ¿qué defienden éstos? ¿qué planean? ¿qué proponen? Las únicas credenciales del FNSL (Consejo Nacional Libio de Transición) consisten en haber realizado un “Congreso Nacional” en Estados Unidos en 2007, financiado por la NED (National Endowment for Democracy)” que viene a ser la agencia que se ocupa de dar cobertura legal a la CIA. “¿Privatizarán los hidrocarburos?” termina preguntándose Luis Brito.
Libia tiene reservas de petróleo estimadas en 42 mil millones de barriles. Un hermoso pastel que repartirse y que no es un rumor.
Tampoco es un rumor los acuerdos que ya han alcanzado los rebeldes con Qatar para canalizar a través de ese “país” la venta de petróleo, o que para Wikipedia la capital libia Trípoli (de jure) se haya trasladado ya a Bengasi (de facto)
Y otro rumor que también se desvanece es el triste papel que algunos periodistas deben jugar para asegurarse el plato de lentejas al servicio de esos grandes medios expertos en difundir noticias que no son verdad y en esconder verdades que sí eran noticia.
Excelente texto, é preciso e necessário desmistificar os fatos e mostrar o verdadeiro interesse ou, ao menos, os interessados. Parabéns.