Reportagem de José Manuel G. Torga.
La carrera del militar Diego Camacho López-Escobar, en el CESID (Centro Superior de Información de la Defensa), le lleva a la Embajada de España en la capital de Marruecos. Los imperativos geopolíticos habrían de requerir allí objetivos y comportamientos renovados. Una versatilidad acorde con su propia condición.
P.- De entrada y, a grandes rasgos, te propondría que recordaras con qué te encontraste en Rabat
R.- Para mí, el destino en Marruecos fue una aspiración de toda la vida. Consideraba que constituía el objetivo más importante para España. El estar destinado allí representaba para mí un verdadero reto. Había estado destinado, siendo teniente, en la Agrupación de Tropas Nómadas del Sáhara; pero Marruecos no lo conocía. Encontré una población encantadora, personas con las que era muy fácil conectar, por su carácter extrovertido y mediterráneo. Otra cosa es el Gobierno, el “Majzén”.
P.- Alguna nota para destacar el contraste
R.- Marruecos, al ser una monarquía absoluta y teocrática, dispone de un control policial estricto. Es decir, sabía que cualquier colaborador que pudiera tener, incluso si le pagaba, tenía su fidelidad antes en el sultán que en mí, pues el riesgo que corría en el caso de no hacerlo era su vida y la de su familia. Las claves informativas para mi debían contar siempre con esa circunstancia, y, una vez adaptado, no era difícil obtener buena información. Era relativamente fácil, si te relacionas bien, pero siempre teniendo en cuenta que toda la información estaba censurada; te da más información un periódico marroquí por lo que ves que no dice que por lo que dice. Con el tiempo, uno se hace experto en analizar desinformación.
P.- Encontrarías algún asunto de carácter prioritario y especialmente delicado
R.- El Sáhara es para Marruecos asunto prioritario, aunque no hay que olvidar que la ocupación marroquí del territorio vulnera la legalidad internacional y ningún país ha reconocido la soberanía de Rabat sobre el territorio, ni siquiera Francia, lo que le convierte, después de más de 35 años, en un Estado gamberro. Para la ONU la administración del Sáhara, según una resolución del año 2002, le sigue correspondiendo a España…
P.- ¿Qué crees, con esa premisa, que debería hacer España?
R.- Con arreglo a esa resolución del año 2002, España debería reclamar la administración del territorio para poder terminar el proceso de autodeterminación, interrumpido por la invasión marroquí. Se trataría de actuar como cascos azules y desbloquear el proceso. Es más lógico que nuestros soldados estén en el Sáhara, para hacer valer el Derecho Internacional, que en Afganistán o en el Líbano.
P.- Así, pues ¿estamos en deuda con los saharauis?
R.- La nación española tiene una deuda política con el pueblo saharaui y el rey de España una deuda personal, pues el territorio fue moneda de cambio para lograr el apoyo de EE. UU. y Francia en la consolidación de su ascensión al trono.
P.- Un tema concreto: ¿desde allí obtenías datos sobre el “lobby” marroquí en España?
R.- El Servicio de Contrainteligencia los tiene, como es lógico, aunque es tan grande que tampoco representa ningún mérito el hecho de conocerlo. El primer admirador del rey de Marruecos es nuestro propio rey y, donde se realizan las tareas de influencia más importantes, desde España, es en la propia Zarzuela. Después, el PSOE ha contado con sus múgicas, el PP con sus arísteguis… Todo el mundo que se precie de tener mano en Rabat tiene a gala propagar lo buena y razonable que es la actitud del sultán. Quien, a su vez, es enormemente generoso.
P.- Aquel observatorio, evidentemente, sería muy importante para conocer las filtraciones en relación con Ceuta y Melilla
R.- Lo que pasa es que, entre quienes constituyen el “lobby” pro marroquí en España, el tema de Ceuta y Melilla lo dan por perdido. Sin embargo el tema estriba no en darlo o no darlo por perdido, sino en qué momento se da por perdido sin que se les vea el plumero. Esa es, desgraciadamente, la actitud del “lobby”.
P.- Máximo Cajal, al respecto, vendría a ser una especie de portavoz oficioso de esa posición…
R.- Su portavoz, no, Máximo Cajal es una de las personas en esa línea. Más influencia, claro está, tiene Felipe González, ya que estamos hablando del Partido Socialista o, incluso, Múgica Herzog. Máximo Cajal funciona en base a lo que decide hacer Felipe González. Su incidencia, por lo tanto, no es “per se”.
P.- Desde Rabat ¿oteabas, con perspectiva, la evolución de la política marroqu í en relación con el Sáhara Occidental?
R.- Sí, te estoy hablando de finales de los años 80 y principios de los 90. La información que teníamos de lo que pasaba en el Sáhara era completamente fiable y muy completa. Ya en el año 90 habían desaparecido más de quinientas personas del Sáhara, en los territorios ocupados. Después se ha confirmado, incluso por las declaraciones de un ministro de Hassan II, que a algunos disidentes saharauis se les arrojaba desde helicópteros al Océano Atlántico o, se les enterraba en cal viva. El hecho de la violación de los derechos humanos en Marruecos no es solamente una figura retórica, sino una realidad constatada y de la que el gobierno español estaba puntualmente informado.
P.- ¿Contabas, para saberlo, con determinados medios de comunicación o, por ejemplo, con confidencias de fuentes privadas?
R.- Lo que he manifestado anteriormente se refiere a unas declaraciones públicas, que hizo un personaje oficial y que aparecieron en varios medios, donde estaban recogidas de forma textual; para mí tienen un valor relativo, porque ya lo sabíamos y el Gobierno español también. Esas violaciones de los derechos humanos eran espantosas. A algunas mujeres saharauis, para torturarlas, les cortaban los pezones.
Cuando me fui de Marruecos, el jefe de Inteligencia Exterior preguntó mi opinión sobre en qué habían fallado en su política sobre el Sáhara. Le contesté: “Pues, mire, yo creo que es muy simple. Ustedes han ambicionado el territorio; pero nunca han querido integrar realmente a la población”.
P.- En cuanto a los negocios de españoles en Marruecos ¿qué peso tienen sobre las relaciones políticas?
R.- Peso, ninguno. Los negocios españoles en Marruecos son florecientes, sobre todo, si están avalados por la Casa Real española…
P.- ¿Española?
R.- Sí, el mejor aval que puedes tener en Marruecos es la recomendación del rey Juan Carlos I. Pero importancia política de los negocios, no. En los contenciosos políticos que ha habido desde la “Marcha verde” en adelante y llegando a “Perejil”, a donde queramos remontarnos, nunca los tiempos han sido manejados por el Gobierno español sino siempre por el “majzén”.
P.- ¿Cuándo fue, Diego, una ocasión concreta y bien significativa, en que, al parecer, intentaste buscar la mejor salida para unos jóvenes saharauis en apuros?
R.- Cuando tres muchachos saharauis del Aaiún pidieron asilo político en nuestra embajada de Rabat. El embajador fue partidario, desde el primer momento, de entregarlos a la policía para evitar que el gobierno alauí se irritara. Le informé, con todo género de detalles, de las violaciones a los Derechos Humanos que se estaban produciendo en el territorio ocupado y de las desapariciones, que entonces alcanzaban ya las 500 personas; proponiéndole negociar con el servicio ante quien estaba acreditado la salida de los tres a Ceuta. El mundo al revés; los diplomáticos dispuestos a entregarlos y los espías defendiendo el cumplimiento de la convención, firmada por España dos años antes en Ginebra, sobre Derechos Humanos. El desenlace no pudo ser más surrealista: el embajador trayendo a la embajada, en su coche oficial, a tres policías que se llevaron a los saharauis después de amenazarlos, en hasanía, en nuestra sede diplomática. Yo, expulsado de la Embajada, tuve que alquilarme una oficina, enfrente, durante varios meses hasta que cesé en mi destino.
P.- ¿Quién era entonces el embajador de España en Marruecos?
R.- Joaquín Ortega
P.- ¿Conoces el origen de la guardia pretoriana marroquí con que cuenta Teodoro Obiang Nguema?
R.- La llegada de la guardia presidencial, marroquí, a Guinea fue gracias a un error político del gobierno de Suárez. Obiang pidió, nada más dar el golpe, una unidad tipo compañía para que le sirvieran de guardia personal. En principio se barajó el Tercio y, más adelante, la Guardia Civil. Se descartaron ambas opciones para no dar imagen de “neocolonialismo”. Obiang entonces acudió a Francia y ¿qué país africano era el más idóneo para controlar a España, si los vientos variaban?…
P.- Al volver, tangencialmente, sobre el tema de Guinea Ecuatorial, ya tratado en la primera entrega de esta remansada entrevista periodística, te propongo introducir, a modo de paréntesis, otra pregunta que atañe a aquellas latitudes: ¿recibiste órdenes concretas de cara al intento de golpe de Micó?
R.- No hubo órdenes referentes al intento de golpe de Estado de Micó. Mi oficina llevaba alertando, un par de meses antes de producirse, sobre la existencia de fuertes indicios sobre la intentona. El MAE (Ministerio de Asuntos Exteriores) no aceptó la veracidad de los informes del CESID, por lo que el golpe les pilló con el paso cambiado. El golpe generó una crisis diplomática con España, el gobierno guineano decidió ejercer presión y el elegido fui yo. En un principio el ministerio de Defensa guineano le comunicó al jefe del equipo militar de Cooperación que iban a declararme “persona non grata”. Mi jefe señaló que no había ninguna razón para ello y que, si lo hacían, el gobierno español lo consideraría un acto inamistoso. Finalmente me fui de vacaciones, como tenía previsto y, claro, no regresé. No existió ninguna expulsión.
P.- Pasemos, si te parece, a hablar sobre tu siguiente destino, en Francia. En tu época, presumo que contarían con preferencia, en tu labor allí, los asuntos relacionados con la lucha contra ETA, especialmente por parte de los servicios de Inteligencia
R.- Muchas actividades, pero tres esenciales: la lucha contra el terrorismo de ETA; los Balcanes y el mundo árabe. Francia, desde el punto de vista de la Inteligencia, es una especie de at alaya, con una panorámica sobre diferentes regiones del globo. Además de ETA, la crisis de Oriente Medio, y el conflicto entre Croacia y Serbia, que acababa de comenzar, y con todo lo que vino después en la antigua Yugoslavia. En Francia se podía llegar, a lo mejor, donde no podía hacerlo quien estaba en el lugar, porque el control policial fuera muy grande y no pudiera acceder a la información. Hubo un gran éxito en la Embajada, que fue descabezar, con la cooperación francesa, la cúpula económica de ETA, en Bidart; y, después, otro gran éxito consistió en desbloquear las extradiciones, puesto que conseguimos que los franceses, en su reforma del Código penal, el año 92 o 93, identificaran pertenencia a banda armada con asociación de malhechores, que era lo que ellos, en el código anterior, contemplaban para la extradición, puesto que pertenencia a banda armada lo consideraban como pertenecer a un movimiento de liberación nacional. Desde el momento que se consiguió eso, las extradiciones pendientes se desbloquearon.
P.- Así, pues, Francia, ya no era un santuario para ETA
R.- Desde luego, Francia había dejado de ser un santuario, yo creo que tres o cuatro años antes de llegar allí.
P.- En cuanto a la política mediterránea ¿qué puedes decir?
R.- Sobre la política mediterránea encontramos bastante comprensión por parte de colegas franceses. El argumento concreto, por mi parte, era que el Mediterráneo, de cara a los países europeos, no debía entenderse como se había entendido durante la guerra fría; es decir, como una zona de influencia francesa, una zona italiana, una zona española, sino que, realmente, con la Unión Europea, lo que resultaba preciso era aunar la fuerza de Francia, de Italia y de España, con objeto de crear un bloque mediterráneo, donde se armonizaran esas políticas, de cara al equilibrio de la política europea. Algo que permitiría al bloque mediterráneo tener un peso específico del cual, de otra forma, carece. Encontré, como digo, mucha comprensión por parte del Gobierno francés, a través de sus órganos de la Inteligencia; sin embargo, lamentablemente, el Gobierno, entonces de Felipe González, no fue sensible y pasó del tema olímpicamente, con lo cual Francia se centró en su “grandeur”, que viene a ser “nosotros estamos aquí y los demás deben supeditarse a lo que queramos”.
P.- Con tu experiencia, doble y consecutiva además, en Marruecos y en Francia ¿has sacado la idea de que operan ambas como una cierta tenaza sobre España, en determinadas cuestiones?
R.- Si, el efecto es de tenaza. Lo que pasa que Marruecos va a la consecución de sus fines materiales y Francia obtiene los réditos en el ámbito del prestigio internacional. Para Francia sería un problema, si España hiciera una política diferente, puesto que se cuestionaría su papel de potencia hegemónica regional. Creo que es una visión equivocada por parte de España, no hacer valer las bazas que tiene. Del lado francés, es una política cortoplacista que, a medio y largo plazo, no le va a producir ningún rédito porque ella sola no es capaz de equilibrar el lado alemán y, por otra parte, el que nosotros tengamos una política de seguidismo con respecto a París, lo único que nos proporciona es que nuestro papel internacional sea totalmente inane: si hay algo que conseguir de España,“hablemos con Francia”. Los pactos de familia que tanto daño hicieron y hacen a los intereses españoles.
P.- ¿Qué matices distinguirías entre esos sucesivos destinos en Guinea Ecuatorial, Centroamérica, Marruecos y Francia?
R.- Matices todos, cada país correspondió a una realidad política diferente. El conjunto supuso un enriquecimiento personal indudable; ser capaz de ver el mundo sin anteojeras, más abierto.
Resumiendo, diría que mi única decepción fue comprobar cómo tu gobierno, en Guinea, teniendo unas bazas para hacer progresar a una pequeña población, cae víctima del egoísmo, la incapacidad o la corrupción de sus líderes y deja a los guineanos en una situación parecida a la que tenían hace treinta años, a pesar del descubrimiento del petróleo.
Costa Rica es la cara de esa moneda, en cuanto a eficacia; es un momento en el cual el Gobierno español sabe lo que quiere, lo que busca y además sabe hacerlo. Ves que esa valentía a la hora de tomar decisiones y de jugar sus cartas diplomáticas, genera un aumento de prestigio internacional, a todos los niveles, tanto entre los países aliados como entre los del otro bloque.
Marruecos es la constatación de una situación de chantaje permanente que nuestro país sufre a lo largo de los años, Por su incapacidad en dotarse de una política exterior que no esté tutelada por Francia. Para ello el primer paso que es necesario dar es la recuperación, por parte del Presidente del Consejo de Ministros, de sus responsabilidades constitucionales, que han sido frecuentemente delegadas en la Jefatura del Estado y que han motivado nuestra debilidad negociadora frente a Marruecos…
Francia, fue una gran experiencia global con una decepción final. El último Gobierno de Felipe González no fue sensible a ciertos temas. Voy a contarte una anécdota. Fui invitado a desayunar con el jefe de gabinete del ministro francés de Defensa, François Leotard, después de nuestra entrada en el Eurocuerpo. Al despedirnos, mi anfitrión me dijo que le transmitiera a mi Gobierno que contara con el respaldo francés para todo lo que precisáramos en relación con este asunto. Aproveché para deslizarle que sería bueno que el idioma español fuera oficial en los cuarteles generales de la UEO, puesto que lo era el francés, el alemán y el flamenco. Me dijo: “Diego, no te preocupes te garantizo que eso está hecho”. Se manda el informe en esos términos y a los tres días, cojo el periódico al llegar a la Embajada y, en la primera página, leo que el empleo del idioma español en la UEO, no es un problema prioritario para el Gobierno español, según declaraba el Ministro de Asuntos Exteriores, Javier Solana.
Sólo una pequeña acotación de quien firma la entrevista: parece un trazo solanesco -del pintor Gutiérrez Solana– para representar esa política oscura, de renuncias, de un Javier Solana, más que errático.