Por Julio Rudman.
Desde el título este textículo estará lleno de citas, paráfrasis de citas y referencias. Comencemos entonces.
No se trata de la película homónima, escrita y dirigida por Carlos Saura, en 1975, y con la formidable actuación de Geraldine Chaplin. Sí, la nena del genio. Tampoco se trata del refrán del que surge el nombre del film y el afano de quien suscribe: “Cría cuervos que te sacarán los ojos”. Ni siquiera del origen del origen del refrán mentado. La fábula de Esopo, aquella en la que un viajero encuentra una víbora casi muerta de frío y decide cobijarla en la calidez de su pecho, pese a lo cual es mordido y envenenado hasta morir.
No hago mención aquí al club argentino de fútbol creado en 1908 por el cura Lorenzo Massa (una época en la que los sacerdotes no veraneaban en mares caribeños con amigas de la infancia. O, al menos, no se sabía). A sus hinchas se los conoce como “cuervos”.
En la década de los 90, por obra y gracia del menemato y sus geniecillos, el país decidió: “No voy en tren, voy en camión”, parafraseando a Charly (aunque él siempre viaje en avión). Se desguazó la red ferroviaria, ese tejido vital que, al morir, mató pueblos enteros del país profundo.Y así nació, creció y se reprodujo, literalmente, el cuervo que hoy tuvo en vilo a la sociedad toda. La familia se apoderó, también literalmente, de los aportes de trabajadores que transportaban cualquier cosa. Caudales, niñitos, chupetes, libros, cereales, combustibles, flores silvestres, ositos de peluche. Un fangote de guita ingresa a las arcas del sindicato de los camioneros. Tanta que su dirigente máximo es hoy un próspero empresario del rubro. Hay antecedentes. Jorge Triacca, por dar un solo ejemplo.
¿Cuándo y por qué el “compañero” Moyano cruzó la vereda y entró al living tenebroso como invitado de lujo? Permítanme otra cita, esta vez, literaria. El notable escritor alemán Günther Grass tituló su libro de memorias “Pelando la cebolla” (Alfaguara, 2006). Ésta cebolla, que nos tuvo en lágrima viva, se puede pelar por capas, como hacen las criollas de nuestra patria. La primera, la superficial, era por la puja salarial. Si leemos la solución, ésta huele a cebolla cocida por la patronal y el cuervo en cuestión, como si Hugo se hubiese sentado a la mesa de negociación un rato vestido de laburante y otro como patrón. La segunda capa, la más sabrosa, tiene como excusa el piso del Impuesto a las Ganancias sobre los sueldos superiores a cinco mil doscientos pesos. Sería justicia, pero es una mirada tuerta, sesgada. El país tiene aún un buen número de ciudadanos sin trabajo y viene de una historia reciente de disgregación social y colapso económico y político. Hace, apenas, diez años. Como en el caso del 82% móvil para los haberes jubilatorios es justo e ideal, pero todavía no posible. El rumbo iniciado en 2003 ya subió ese piso impositivo hasta donde le es posible.
La tercera de las capas, la más profunda, tiene fecha. Octubre de 2011. El cuervo quiere ser candidato. Y lo exige explícitamente, pero no pasa el casting. Entonces cambia el discurso y la cacerola (no sé si me explico).
Acabo de escuchar que Moyano ha dejado de ser Secretario General del gremio para confesar que es el dueño. Todo lo que se firma, se declara o se negocia es obra exclusiva de él. Una muestra cabal de democracia sindical.
Este rumbo iniciado el 25 de mayo de 2003 llegó al gobierno con una sobrecarga de personajes siniestros. De a poco y según se van produciendo medidas de inclusión (no te voy a fatigar con la lista, lectorcito) puede ir arrojando lastre. Lastre político, a saber: Roberto Lavagna, Martín Redrado, Enrique Thomas, luego Julio Cobos, más tarde Alberto Fernández, Carlos Soria (con la involuntaria colaboración de su señora esposa, hoy imputada de homicidio agravado por el vínculo), entre otros. Pero aun queda lastre por lanzar. Por ejemplo, los hermanitos Gioja, el embajador argentino en Colombia, con mudanza territorial, Daniel Scioli, Gildo Insfrán, también entre varios más.
¿Dónde andará, en que cueva se esconderá el cuervo mayor, Eduardo Duhalde?