Por Narciso Isa Conde.
Abundan los(as) políticos corruptos. Los hay -y no pocos- que bien podrían ser calificados de mafiosos.
Corruptos y corruptores.
Expertos en tráfico de influencia, especialistas en narco-conexiones, socios de cárteles de la construcción. Con maestrías en clientelismo y doctorados en “show mediáticos”.
Unos en venta y otros sobornadores.
Tránsfugas.
Armadores de sistemas de privilegios, contrabandistas y socios de clanes militares conectados a todas las formas de corrupción.
“Panas full” de empresarios inescrupulosos.
Políticos promotores de fraudes electorales, espionajes telefónicos y chantajes.
Entreguistas. Depredadores. Acosadores. Violadores.
Racistas. Trujillistas. Balagueristas.
De la CIA y el Mossad.
Los hay caudillos nacionales y caciques provinciales o locales.
Todos/as conforman la estructura dominante de la partidocracia, que desplegando constantemente su capacidad de corrupción y enajenación mediática masiva, se reproduce a través de la perversión del sufragio, del voto ensuciado, de elecciones y reelecciones condicionadas por el dinero fácil y por el poder del lumpen-capitalismo criollo y mundial.
Ha habido -y hay- escándalos Peme, Renove, Sun Land, Bono-gas, Quirino, Nelson Solano, Marbella, Paya, Agosto, Atiemar, “barrilitos”, sobrecitos, Rolls Royce, desayunos contaminados, Barrick Gold, cuartos y pollos desde helicópteros, “sectores externos” contaminados, igualas con la Lotería y otras instituciones, concesiones mineras dolosas; legisladores, fiscales, magistrados electorales y contables mercenarios.
Hay jefes de policiales bañados en sangre, droga y corrupción, protegidos por eminencias políticas, la curia perversa y el gran capital. Responsables del poder criminal de bestias como Adriano Román.
Esos políticos dan asco. .
Pero lo hay peores entre los muy malos, los cuales reúnen en sí mismo todas estas malas mañas sin pudor.
Un concentrado de inmundicia y fechorías, de fortunas al vapor, mansiones veraniegas escalofriantes, helicópteros y áreas estatales convertidas en botines; prestos a venderse al grupo que mas beneficios le de; capaces de cualquier fechoría e inmunes a evidencias y acusaciones fundadas.
Cínicos. Desfachatados. Impúdicos.
¡Crápulas políticas!
Pero después de todo, cuando observo bien la dinámica de este sistema de corrupción, me pregunto: ¿son ellos los peores o son todavía más perversos los que los contratan y usan?
Y entonces brota mi indignación frente al poder que nos domina y ella se encarga de espolear el deseo de enfrentarlo hasta hacerlo añicos para crear lo nuevo.