La derecha en nuestro país está pasando por un mal momento. Razones que explican este declive hay muchas y variadas, a modo de un somero catastro, podríamos destacar su obstinada defensa del orden militar que la incubó hace ya décadas, su resistencia a las reformas en tiempos democráticos, su condición bicéfala y su proclividad congénita hacia el lucro y el capital en desmedro de conceptos como “república”, “democracia” y “derechos”.
Nuestra derecha, porque es “nuestra” aunque nos pese, perdió hace mucho su espesor histórico, carente de tal visión solo es capaz de constituirse desde añejos catecismos pseudo valóricos, anclado en cierto sentido común secularizado por años, cuando no en un pragmatismo empresarial que posterga la reflexión serena en nombre de la eficiencia y el éxito económico. Pareciera que la actual crisis de la sociedad chilena atiende más bien al retorcido decurso civilizatorio impuesto por el dogmatismo neoliberal que a una cuestión de cifras.
En esta línea de pensamiento, en nuestra sociedad se habría producido un desajuste grave, pues, mientras la dinámica tecno económica ha generado una nueva subjetividad que se expresa en la cultura cotidiana, las instituciones que pretenden administrar esta nueva realidad están obsoletas. Así, las instituciones del estado, las leyes, la educación y un interminable etcétera. La “polis” construida durante cuarenta años bajo las premisas de la derecha chilena ha envejecido.
Mientras el proceso civilizatorio está acelerado por una Híper industrialización de la Cultura, las instituciones heredadas de la dictadura militar permanecen como perversos monumentos de un pasado oprobioso y vergonzante. La “tradición” se extingue frente a la “lógica de las modas”, efímeros y seductores flujos de imágenes e ideas. Esto no podría sino expresarse como un profundo y difuso “malestar ciudadano” frente a una derecha que, con el pasar del tiempo, se ha tornado “Kitsch”
La derecha chilena, en este proceso electoral, nos ofrece un “espectáculo de pacotilla”, ayuno de ideas interesantes, carente de horizonte y glamour, incapaz de seducir a las nuevas generaciones. Muchas de sus figuras se asocian con facilidad al infeliz pasado de Chile. Sus discursos de hoy nos saben a “toque de queda”, cuando el miedo y el silencio. Cabe preguntarse, cómo tomar en serio a una derecha que todavía enarbola las antorchas de Chacarillas como un hito de su propia existencia. Cómo tomar en serio a una derecha que es capaz de sobrevivir a la vergüenza de sus actos como si nada. Cómo tomar en serio a una derecha cuya palabrería no alcanza a esconder lo de siempre, lucro, clasismo, exclusión, pasado…
– Álvaro Cuadra es investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS
Fonte: Alainet.