Hablar de los acontecimientos trascendentes que se dieron la semana anterior podría tomar muchas páginas, y trabajo que nos llevara a elaborar ideas consistentes sobre el significado de cada uno de ellos. De hecho, el pragmatismo de la lógica política nos ubica en una situación desventajosa, ya que nosotros estamos, según los más preclaros pensadores de derecha, en el mundo entero, a estar limitados por complejos dogmas y sectarismos que no nos permitan organizarnos y menos aún tomar la iniciativa para cambiar el orden de las cosas, en nuestros países, en nuestras regiones, y en el mundo. Casi podríamos afirmar que han sido las fuerzas más oscuras el mundo las que más han aprendido de Marx, aunque no eran ellas el objeto de su obra.
El asesinato de Muamar el Gadafi, y el desmembramiento de Libia a manos de un ejército, financiado, organizado y dirigido por la OTAN, deja abierta la puerta de un nuevo régimen mundial, en el que quienes estamos en contra del accionar imperial, en cualquier rincón del planeta, seremos marcados como enemigos, nuestros países destrozados y eventualmente asesinados a sangre fría, mientras las cadenas de noticias señalan las ejecuciones como actos de justicia. Ya aprendimos nosotros lo que ellos nos han enseñado; aceptar lo que las transnacionales quieren; incluso nuestra izquierda se confunde, y despotrica contra la gente que les cae mal, mientras ignoran o pasan de lado los acontecimiento, sin darle importancia a lo que si nos afecta a todos. Las imágenes de lo sucedido en Libia, nos muestran como el imperio ha llegado a neutralizar la “autodeterminación de los pueblos”; mientras los intereses del sistema se cohesionan para llevar a cabo todas estas barbaridades, la dichosa comunidad internacional se pierde en medio del lenguaje diplomático que no sirve para nada. Por otro lado, los creadores de opinión, y los políticos de izquierda nos aseguramos de mantener posiciones opuestas y divididas frente a un mismo hecho. Al final el que paga esta historia será el pueblo Libio.
Y es que la comunidad internacional no existe como un ente, son los intereses económicos, convertidos en estratégicos y hegemónicos, los que mueven a esta institución imaginaria a intervenir o no en un país determinado. De hecho, esta comunidad atestigua impávida la fabricación de crisis internas artificiales, orquestadas por la inteligencia imperial, destinadas a desatar guerras terribles contra naciones pequeñas, con poblaciones pobres, desorganizadas e indefensas. Los precedentes son funestos, antes de Libia, ya habían autorizado las atrocidades en Afganistán e Irak, además, a pesar de condenar el Golpe de Estado en Honduras, aprendieron a convivir con él, y ahora militarizan zonas de este país, a costa de la sangre de muchos inocentes. Igualmente aceptaron la ocupación de Haití, so pretexto de aliviarlo de un terremoto. Hoy es mejor para nuestros países arreglarnos con nuestros propios medios que aceptar la “ayuda” que nos llega en aviones militares
En la Argentina, la presidenta Cristina Fernández logra la reelección, a pesar de la agresión constante de la oligarquía local, cada vez ms alejada de las bases. Este triunfo de la señora Kirchner nos demuestra que el liderazgo político se impone a la imagen de los políticos de oficio, y que los pueblos pueden al menos intuir que no deben retroceder, aun cuando son víctimas de un bombardeo constante de los medios de comunicación, destinados a enajenar e imponer imágenes de falsos salvadores.
Dentro del esquema en que enfocamos las cosas, a veces, tenemos la fatalista costumbre de creer, que las realidad está condicionada, determinada y definida, por la forma en que nos han impuesto la práctica política los grandes consorcios de la publicidad, el mercadeo y el análisis de mercados. Nos creemos aquello de las imágenes, como si el pueblo fuera simplemente un comprador de ilusiones y mentiras. La verdad aquella de que el trabajo más importante es el de los que maquillan al individuo, no los que los que colaboran con él en la construcción ideológica, o la planificación programática y estratégica, se impone como axioma, y es aceptado por muchos como una condena que no podemos eludir. El caso argentino nos revela el error mayor de la derecha, según parece una vez en la oposición, cree que logrará hacer retroceder los procesos haciendo uso de las mismas prácticas. En cualquier caso, seguiremos viendo la acción de los mercaderes en la venta de imágenes, en todo el continente, el trabajo más duro nos toca a quienes todavía creemos que la organización del pueblo es irrelevante.
En Honduras, el sobreseimiento definitivo por la expatriación del Presidente Manuel Zelaya, además de un acto burdo y deleznable, constituye un mensaje de desafío al pueblo hondureño, y de burla a la timorata comunidad internacional, cuyo pragmatismo, como ya dijimos, le orilla a convivir y acomodarse a las atrocidades que se cometen en un país pequeño, medible solo por su tamaño y su influencia. La Corte Suprema de Justicia que derrocó al gobierno constitucional, absolvió de toda responsabilidad a los militares responsables de los asesinatos y crímenes de lesa humanidad que todavía afligen a esta nación centroamericana. Esta misma corte, mantiene cautivos a dos presos políticos; uno de ellos es retenido por cosas de procedimiento; el otro, Enrique Flores Lanza, ex ministro de la administración Zelaya, permanece a la espera de una condena monstruosa ya que el sistema de justicia hoy no sigue la ley, sino la voluntad de la oligarquía golpista, entronizada en el poder.
Aunque la constitución vigente al momento del golpe de Estado militar, prohíbe la expatriación de cualquier ciudadano hondureño, el razonamiento de Jorge Rivera Avilés, Presidente de la cortesita esta, es que se sacó al presidente del país para evitar un baño de sangre. ¿Qué clase de absurdo es esto? Es difícil precisar si las órdenes del imperio eran liquidar a Zelaya o no; alguien en el camino decidió sacarlo del país, en lugar de ejecutarlo, en ese momento se cometió un delito, el otro delito lo cometió la corte cuando recurrió al golpe de Estado por orden de la oligarquía entreguista. No está de más recordar que a mediados de junio de junio de 2009, días antes del cuartelazo, el general Romeo Vásquez Velásquez, ofreció al presidente Zelaya que diera un golpe de Estado, seguramente para cometer el magnicidio en medio de una reyerta, organizada para “defender la constitución”. Por otro lado, el embajador gringo, Hugo Llorens fue el único que no abandono nunca el país en aquel momento, dizque para hacernos un favor.
Podemos observar la presencia de actores comunes en estos tres acontecimientos; dos de ellos representan graves amenazas a la civilización misma, mientras que lo sucedido en la Argentina, además de un ejemplo, nos da una esperanza. Aunque para muchos la idea sigue siendo utópica, la unión de los pueblos organizados del mundo es la única vía para defender nuestros propios intereses, así como nuestro futuro de la voracidad del sistema capitalista, y sus trasnacionales asesinas.