Por Pedro Echeverría V.
No Brasil o exército invade favelas “pela droga” como no México bairros miseráveis.
1. Desde Sao Paulo se informó ayer de las operaciones militares del ejército brasileño invadiendo favelas (barrios con casas de materiales perecederos como cartón, láminas, productos de la basura, con pisos de tierra y en barrios marginales) y persiguiendo a sus moradores mediante la acusación de vender drogas y esconder a distribuidores. Sin embargo en Brasil, como en México, se conoce muy bien a los empresarios, políticos y jefes militares que están tras esos negocios arreglando la transportación, la distribución y el lavado de dinero. La reportera Sanjuana Martínez de La Jornada señala que “El contraste de la ciudad financiera y empresarial de Brasil se divisa desde cualquier ángulo: la próspera avenida Paulista, el río Tieté, afluente del Paraná, y las mil 863 favelas que albergan el símbolo de la desigualdad del crecimiento económico y el subdesarrollo”.
2. Según otras informaciones me entero que las clases medias y altas brasileñas no se acercan porque tienen terror a las 750 favelas de Río Janeiro donde vive el 20 de la población. Algunas de ellas ocupan una enorme superficie sobre una colina frente al mar provocando la envidia y el coraje de los poderosos ricos que quisieran adueñarse de esas colinas privilegiadas. En tanto las clases ricas de Brasil no se acercan a las favelas, los turistas de izquierda y los “mochileros” las visitan para palpar o conocer una situación muy distinta a todos los estereotipos (y en la mayoría de los casos de su propia realidad personal). En las favelas –se dice- hay delito, droga, violencia, sí (como en México, Nueva York, San Francisco, Nápoles o Tokio). Pero también hay centros comunales de arte, talleres de teatro y música, cooperativas de formación profesional y de alfabetización. Plazas, mercados, empresas, iglesias y escuelas.
3. Si sentimos como si fuera en carne propia cada golpe que reciben los explotados y miserables, no podremos dejar de protestar ante estos gobiernos –ahora de la lulista Dilma Rausseff- que, además de mantener en la miseria y el desempleo a millones de habitantes de miles de favelas, las reprime y las persigue por el hecho de ser miserables. Aunque Lula haya entregado el gobierno rodeado de aplausos, la realidad es que la mayoría del pueblo brasileño continúa en la miseria a pesar de haberse reducido un poco. Prefirió seguir sacrificando a los campesinos sin tierra, a los pobres desempleados que viven en las favelas, a enfrentar a los grandes millonarios y terratenientes que controlan el poder real, para evitar cualquier desastabilización. Si siguen “mejorando” la situación de Brasil, y del mundo, en este ritmo –con esta lentitud desesperante- entre cien años –si antes no estalla el mundo- se empezarán a componer las cosas.
4. En México sucede también lo mismo que en Brasil y, seguramente, se repite en muchos países de América Latina, Asia y África. Pregunto: ¿Por qué a los gobiernos burgueses y socialdemócratas –que saben muy bien dónde están los grandes magnates de la droga- invaden los barrios miserables para “perseguir delincuentes” que sólo son simples empleados? “En los alrededores de esta megalópolis (Sao Paolo), escribe la reportera Sanjuana Martínez, no solamente están las grandes ensambladoras de automóviles europeos, asiáticos y estadunidenses; las industrias papeleras, farmacéuticas, químicas, de alimentos y de la construcción; también se encuentran los asentamientos humanos provocados por el desequilibrio en la distribución de la riqueza. Más de 2 millones de personas viven en las favelas de esta ciudad, generadoras de noticias sobre la violencia y el narcotráfico”.
5. Esto que las burguesías de muchos países como Brasil, Colombia, Perú y México, han llamado “delincuencia organizada” más que perseguir narcotraficantes que bien saben donde están ubicados, lo que buscan es reprimir la pobreza y asesinar a las oposiciones de la izquierda radical. En las favelas brasileñas y el los barrios bajos de otras ciudades del mundo, viven quizá los seres humanos más pobres. “En los cerros, las estrechas y empinadas calles cubiertas de casitas de cartón, madera, lámina, ladrillos y cemento son una aproximación visual de la pobreza urbana que el presidente Luiz Inacio Lula da Silva intentó atacar con programas sociales para reducir las desigualdades económicas de casi 7 millones de brasileños. Casi 4 por ciento de la población de Brasil sigue viviendo en favelas. En la pasada década la población ha ido creciendo de manera paulatina en un 40 por ciento”, apunta Sanjuana.
6. Ni madres, las favelas no van a desaparecer por la represión, piensan los bravos luchadores sociales brasileños; así como tampoco va a desaparecer la miseria del mundo usando fuerzas represivas para acabar con las protestas y las luchas. Siempre ha causado mucho malestar entre los gobernantes cuando el mundo se entera de la realidad de la pobreza de los auténticos trabajadores. La mayoría de las veces los burgueses buscan esconder tras muros expresamente construidos, las favelas o barios de pobres con casas construidas con cartón. Se informa que “Lula entregó dinero para hacer mil 500 departamentos” para una población de millones de seres humanos. Pero nosotros hemos aprendido que la clave es el liderazgo: saber movilizarnos, presionar y negociar. “Hemos obtenido lo básico exigiendo al gobierno hospitales, guarderías, escuelas…” ¿No es acaso una maravilla experiencia de lucha que nos presentan los brasileños?
7. ¿Cómo defenderse frente a los tanques, el ejército, las armas asesinas de los enemigos de los trabajadores? Señalan los defensores de esas chozas que conforman miles de favelas en Brasil: Hemos luchado fuerte para mejorar y con ello logramos mucho y cuando las cosas no van bien, salimos a protestar. Hay que luchar. No podemos estar de brazos cruzados. No nos conformamos con lo poco que nos quieren dar. Si no reclamamos, nada caerá del cielo. Hay que hacer ciudadanía. No es nada más votar”. Las drogas y los traficantes no son el problema. El problema es la desorganización de la gente y la apatía. Nuestro reto es hacer más participativas a las familias”. Están conscientes que si no luchan unidos en defensa de sus casas, su cultura, sus derechos, serán aplastados por las fuerzas del gobierno (aunque se diga de izquierda) que obedece a las presiones empresariales y de los terratenientes.
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