Por Julio Rudman.
Varias veces, este año, se desnudó. Unas, por puro placer celebratorio. Otras, transida de dolor.
Por allá, por mayo, la vi despojarse de sus ropas con la sensualidad de sus instintos milenarios de hembra seductora. Danzó, cantó, pintó y actuó desnuda para multitudes hipnotizadas y jolgoriosas. Atravesó las calles para que la vean sus hermanas, algunas con ritmo de huayno en sus caderas, otras con valsecitos peruanos besándoles los pezones, el pubis se perfumó de sambas y de zambas, los ojos se le iluminaron de cumbias. La fueron cortejando y ella se dejaba. La sonrisa le trepó los hombros y se le posó al sol, como esperando girasoles.
Nunca la vi así. El año comenzó a puro festejo. Venía de esquivar miradas lascivas, intentos serios de violarle el pudor y la historia. Hubo casos. Fuegos condenatorios, con la complicidad pasiva de muchos de los nuestros. Pero de la épica placera surgió un bravo ondular de voces nuevas. Todavía tiene hijos que no encuentra, arrebatados de noche, mutiladas sus caras y sus manos.
Son raros los octubres de esta muchacha. Alguno amaneció embalconado, en patas, y no hubo puente que parara el aluvión sonoro. Pero éste, el último, nos ultimó a mansalva. La vi morir un poco, llorar como lloran las mujeres cuando un cuchillo le trastorna el alma. De inmediato, fiera arrinconada por la Parca, se irguió desde la náusea y supo que los pibes y las pibas la querían desnuda para sacarla en andas.
Y en estos días de canícula y esperanza, los sabuesos quieren vestirla de futuro, pero para preterizarla. Le mataron a un joven en las vías por pretender que el tren volara. Le mataron a un kolla y a una guarania para intentar que ni cantara ni bailara.
El año que se inicia tiene octubre, infaltable cita calendaria. Será cuestión de mantenerla desnuda. La Matria, vestida de rubia, no avanza.
No quisiera que baile más con ellos, los garcas. Los negros, los feos, los pobres, con ellos baila la mañana.
Imagem: notianza.blogspot.com
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