CARTA CIUDADANA DESDE EL PARAGUAY
Escribe con su propia sangre: Chester Swann.
Luque, Paraguay, 1º. De julio 2012.
A la juventud paraguaya aún no contaminada por el nefasto partidismo faccioso.
Desde la cuna habréis sido objeto de lavados de cerebro en nombre de la “Tradición” y educados para la obediencia ciega a los “superiores”. Desde los maestros, los directores, vuestros padres hasta las sempiternas “autoridades”, generalmente de dudosa legitimidad y nombradas a dedo por autócratas en nombre del orden y la paz pública.
Desde muy pequeños os han “enseñado” que la política es cosa de gente adinerada, espadones entorchados o capataces de seccionales y comités partidarios… al “servicio del mundo libre”.
Tal vez no recordéis los años de plomo de la tiranía militarizada de un general megalómano y cruel; pero tampoco vuestros padres y maestros os hablaban de ello, como si la historia del país hubiese concluido con la paz del Chaco y más acá se extendiese una nebulosa barrera del tiempo.
Sí. Os han enseñado que “de eso no se habla” y la epopeya del Marzo Paraguayo fue una equivocación sangrienta que no produjo cambios en la marcha del país… hacia el abismo.
Habéis sido adoctrinados en el fanatismo partidario de vuestros ancestros y parientes, sin entender más que de dos colores primarios antagónicos e irreconciliables y de que el hecho de simpatizar con los desheredados y excluidos era ser “zurdo” o, peor aún: “bolcheviques”, marxistas o socialistas salvajes. Algo que nunca os explicaron muy bien y que sólo el rojo de hemorragia mal curada o el azul-vitriolo eran los únicos autorizados a conduciros dentro del rebaño de cada redil cual mansos y temerosos corderos escoltados por feroces perros pastores vestidos de uniforme.
Nunca os permitieron entender que el Estado somos todos y no sólo el poder, burocrático o armado para reprimir.
Tampoco os enseñaron civismo activo —fuera de lo faccioso bicolor y rastrero— a quienes debíais rendir pleitesía en procura de empleos o padrinos para acceder a ellos.
Nunca habéis estudiado la Constitución Nacional, cual si ésta careciera de importancia vinculante o sólo fuera papel mojado destinado a la coproteca (cloaca) pública.
El inmortal vate guaireño Ortiz Guerrero, solía decir: “Hombre de partido es igual a ser líquido que se amolda al envase que lo contiene, diluyendo su personalidad. Hombre entero, es ser solidario y cooperativo. Es ser social y servicial, sin colores que manchen su conciencia y obnubilen su sensibilidad”.
Si me preguntáis a qué partido respondo, os diré que me siento ácrata. Es decir, no respondo a ningún “superior” por encima de mi conciencia, ni obedezco a ninguna autoridad que intente someterme a sus designios. En suma, soy libre, tal como os pido que lo seais vosotros
Pero hagamos un poco de historia acerca de estos partidos que se os imponen cual hormas mentales y cadenas invisibles para teneros uncidos al yugo de la dependencia.
Ambos fueron creados por imposición del imperio británico y las logias masónicas de obediencia brasileñas y porteñas. El de azul metileno, por los mitristas y el de color sangre por los masones del imperio brasileño a fin de tenernos bajo su control y servicio… tal se ha ido dando desde entonces.
Cualquier otra opción quedó descartada y por siglo y pico hemos estado dependientes de los caprichos de ambos verdugos del Paraguay.
Pese las “buenas intenciones” del Mercosur, estimo que ustedes, jóvenes de la patria, deberían unirse en torno a un proyecto cívico en pos de una nueva constitución que, sin excluir a los partido cancerosos y centenarios, devuelva a la ciudadanía el poder de elección de sus pares independientes y el derecho a la participación en los asuntos de estado, sea con asambleas ciudadanas, referendos, plebiscito u otras alternativas de veto a leyes arbitrarias del congreso.
El ciudadano es soberano y no debe ceder esa soberanía a partidos cuyos intereses están divorciados del bien general.
¡Democracia participativa YA!
Atentamente,
Celso Aurelio Brizuela (Chester)*
*Ex cantautor, ex periodista y actualmente escritor, buscador de pelos en la leche y moscas en la sopa de la política nacional.