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Teremos que reconhecer-lhe a galhardia. Além do peso intelectual da sua trajetória. Sim, estou me referindo a Beatriz Sarlo, a autora de “A audácia e o cálculo”, o livro em que analisa o kirchnerismo e o uso de Facebook, Twitter e blogs, segundo a sua ótica de opositora.
A velha dama digna foi a 6,7,8 sabendo que, numericamente pelo menos, estava em desvantagem. Mas foi e debateu. Conduta que não assumem Santiago Kovadloff, Martín Caparrós e outros adversários de importância do projeto nacional e popular. Dessa noite luminosa tirou algumas conclusões que ponho a disposição do amável público leitor, embora reconheça que não sei se meus textinhos estão no nível dos argumentos sarlianos, nem às alturas do discurso de Ricardo Forster e Gabriel Mariotto, os outros convidados ao festim dialógico.
Só para começar, Sarlo mostrou a que veio. Que as reportagens do programa recortam a realidade. Isso disse. E quando Carlos Barragán lhe argumentou que é a televisão a que recorta a realidade e que eles estavam em um programa de televisão, se produziu a primeira escorregada da noite. Mas Sarlo, experimentada patinadora da elite, voltou ao ataque. Que de essas reportagens não surge uma ideia clara de que está acontecendo na Espanha, por exemplo. E, raríssimo, mas ninguém lhe explicou que está claro, sim, como a água de um rio de montanha. Que na Espanha, como aqui, a mídia concentrada e os políticos conservados obedecem ao mesmo patrão. E então, com uma década de atraso, desandaram a pensar que talvez se acamparem algumas ideias dignas o sistema se comova e os reintegre a seu seio. Falo dos jovens, ainda sem um instrumento eficaz que lhes sirva de apoio.
O assunto seguiu. Que segundo estudos, 70% dos argentinos não nos ocupamos da política. Nunca disse a que estudo se referia. Ou seja, aprendeu os códigos televisivos rapidamente: recortou. Mas, melhor ainda, como se fosse pouco elogiou a participação de 75% do eleitorado santafesino nas internas simultâneas celebradas nessa província. Outra vez, as contradições.
Limpou-se os restos de grama inglesa e lembrou que ela escuta a BBC de Londres para entender o que acontece na Bolívia, por exemplo. Em inglês, of course. Mariotto, exibindo a sua cinturinha de bailarina clássica, definiu esse gesto como babaca. O lábio superior de Sarlo enrugou em um gesto que, pelo menos eu, entendi como se tivesse recebido um backhand delpotriano. Imagina se precisa saber inglês para entender que merda acontece com os qom em Formosa, oh shit.
Escreve em La Nación e é colunista de Rádio Mitre. Ou seja, não se priva de nada. Entrevistada pela revista Debate declarou não ler Clarín, embora naquela noite declarou o contrário. Acrescentou à lista o seu jornal e Página 12. Que sim, que às vezes, que um pouco, que o recebe, mas não o lê tanto assim. A grama, again. Já começava a recuar e tinha esquecido os chinelos at home. Que Página não trata o assunto INDEC. Pegou a raqueta discursiva Nora Veiras e, como é habitual nela, descarregou uma missilada de informação que concluiu com Sarlo pedindo minuto técnico. Mas o passing shot estaba para chegar. Orlando Barone, o único coetâneo da convidada VIP, tocou a fibra ética. Sarlo escreve num jornal em que se mente a mãos cheias, é colunista de uma rádio do Grupo cúmplice de suspeita de ter se apropriado da empresa de fabricação de papel para jornais numa sala de torturas e cuja dona esquiva desde faz 10 anos a investigação pela suposta adoção fraudulenta de duas crianças filhas de desaparecidos. Quando o jornalista fazia menção a este assunto, a intelectual lhe deu na jugular gritando “Comigo não, Barone”.
Me pergunto, por que não? De que classe de imunidade goza uma escritora por muito prestigiosa que seja? Os princípios éticos têm acaso um limite para uns e outro distinto para outros? A TV Pública demonstrou maturidade e fortaleza ideológica. Caiu o mito da impossibilidade de compartilhar um espaço mediático estatal entre pessoas de distinta visão política. E, sobre tudo, avança a ideia de que certos setores do chamado progressismo vernáculo ficaram sem discurso, a partir de 2003, e procuram freneticamente disfarçar o gorilismo com termos rebuscados e escutando a bi bi ci of London.
Versão em português: Tali Feld Gleiser.
La bi bi ci
Habrá que reconocerle la gallardía. Además del peso intelectual de su trayectoria. Sí, me estoy refiriendo a Beatriz Sarlo, la autora de “La audacia y el cálculo”, el libro en el que analiza el kirchnerismo y el uso de Facebook, Twitter y blogs, según su óptica de opositora.
La vieja dama digna fue a 6, 7, 8 sabiendo que, numéricamente al menos, estaba en desventaja. Pero fue y debatió. Conducta que no asumen Santiago Kovadloff, Martín Caparrós y otros adversarios de fuste del proyecto nacional y popular. De esa noche luminosa me quedan algunas conclusiones que pongo a disposición del amable público lector, aunque reconozco que mis textículos no sé si están al nivel de los argumentos sarlianos, ni a las alturas del discurso de Ricardo Forster y Gabriel Mariotto, los otros invitados al festín dialógico.
De movida nomás, Sarlo arrancó con los tapones de punta. Que los informes del programa recortan la realidad. Eso dijo. Y cuando Carlos Barragán le argumentó que la televisión es la que recorta la realidad y que ellos estaban en un programa de televisión, se produjo la primera patinada de la noche. Pero Sarlo, experimentada patinadora de élite, volvió al ruedo. Que de esos informes no surge una idea clara de qué está pasando en España, por ejemplo. Y, rarísimo, pero nadie le explicó que sí está claro como el agua de un río de montaña. Que en España, como aquí, los medios concentrados y los políticos conservados obedecen al mismo patrón. Y entonces, con una década de atraso, se pusieron a pensar que quizás si acampan algunas ideas dignas el sistema se conmueva y los reintegre a su seno. Hablo de los jóvenes, todavía sin un instrumento eficaz que les sirva de cauce.
Siguió el asunto. Que según estudios el 70% de los argentinos no nos ocupamos de la política. Nunca dijo a qué estudio se refería. O sea, aprendió rápido los códigos televisivos: recortó. Pero, mejor aún, tras cartón elogió la participación del 75% del electorado santafesino en las internas simultáneas celebradas en esa provincia. Otra vez al pasto en las canchas de las contradicciones. Se sacudió los restos de chipica inglesa y recordó que ella escucha la BBC de Londres para entender lo que sucede en Bolivia, por ejemplo. En inglés, of course. Mariotto, haciendo gala de cinturita de bailarina clásica, definió ese gesto como tilingo. A Sarlo se le arrugó el labio superior en un gesto que, al menos yo, entendí como si hubiese recibido un revés delpotriano. Mirá si hay que saber inglés para entender qué carajo pasa con los qom en Formosa, oh shit.
Escribe en La Nación y es columnista en Radio Mitre. Es decir, no se priva de nada. Entrevistada por la revista Debate declaró no leer Clarín, aunque en la noche de marras afirmó lo contrario. Agregó a la lista a su diario y a Página 12. Que sí, que a veces, que un poco, que lo recibe pero no lo lee tanto. El pasto, again.Ya empezaba a recular y se había olvidado las chinelas at home. Que Página no trata el tema INDEC. Tomó la raqueta discursiva Nora Veiras y, como es habitual en ella, descargó una misilada de información que concluyó con Sarlo pidiendo minuto técnico. Pero el passing shot estaba por llegar. Orlando Barone, el único coetáneo de la invitada vip, tocó la fibra ética. Sarlo escribe en un diario en el que se miente a mansalva, es columnista de un radio del Grupo cómplice de sospecha de haberse apropiado de la empresa de fabricación de papel para diarios en una sala de torturas y cuya dueña esquiva desde hace 10 años la investigación por la supuesta adopción fraudulenta de dos chicos hijos de desaparecidos. Cuando el periodista hacía mención a este asunto, la intelectual le saltó a la yugular, al grito de “Conmigo no, Barone”.
Me pregunto, ¿por qué no?, ¿de qué clase de inmunidad goza una escritora por muy prestigiosa que sea? ¿Los principios éticos tienen acaso un límite para unos y otro distinto para otros?
La TV Pública demostró madurez y fortaleza ideológica. Se derrumbó el mito de la imposibilidad de compartir un espacio mediático estatal entre personas de distinta visión política. Y, sobre todo, avanza la idea de que ciertos sectores del llamado progresismo vernáculo se quedaron sin discurso, a partir de 2003, y buscan frenéticamente disfrazar el gorilismo con términos rebuscados y escuchando la bi bi ci of London.