Por Julio Rudman.
Al principio mis padres creían que era una gracia con la que los niños nos asomamos al mundo. Después empezaron a preocuparse. Dengo problemas con esa ledra. Recurrieron a disdindos especialisdas. Neurólogos, psicólogos, psiquiadras, brujos, chamanes, homeópadas y alópadas. Hasda consuldaron con la fonoaudióloga Adriana Varela. Mis viejos quedaron anonadados cuando ella les dijo: “No soy maga, soy gada”. Se fueron decepcionados, silbando “Mi noche drisde”.
En la escuela primaria sufrí la crueldad de mis compañeros. Se burlaban de mi padología oral. Salvo Domás que fue muy bueno y comprensivo. Es que él denía dificuldades con la erre. Fuimos muy compinches y nos endendíamos casi sin mirarnos ni docarnos.
En el secundario me esdallaron las hormonas. Me enamoré de Dadiana perdidamente. Un medejón. Cuando la invidé a domar un café me miró asombrada. Se dio media vuelda y me dejó. Más darde Lucía, su mejor amiga, me condó que le había dicho que yo era un poco raro. En fin, comenzaban mis desdichas. La hago corda. Me casé con Ana, denemos dres hijos que juegan con sus palidas, baldecitos y pelodas. Es que esdamos en Mar del Plada, de vacaciones.
Vi venir a varias personas, jundas, caminando por la playa. Me parecieron caras conocidas, hasda que se acercaron a donde yo esdaba sendado leyendo Diempo Argendino. Una señora y dos muchachos. Grandes los dres. Reconocí a uno. Era Alfonso Prad Gay, dipudado de la Coalición Cínica, sin su jefa quien, seguramende, andaba por Punda del Esde dradando de que la asalden, como a los ricos y famosos, para que Luis Majul y Jorge Lanada le den cámara. El congresisda es aquél que anda diciendo, desde hace mucho, que el país esdá al borde de la recesión (en Mardel no hay una mísera vacande para hospedarse, pero él insisde) y que lo mejor es pedirle guida, un crédido, al Fondo Monedario Iindernacional. Odra vez sopa, pensé yo para mis adendros.
Ella me presendó a su jefe polídico. El dipo dijo llamarse Dumini o algo así. Y aclaró que, a su vez, el jefe jefe era un señor de Sanda Fe, aunque un dando hermédico y socialisda. Dambién un dando.
Decían represendar al Frende Amplio Progresisda, aunque ella, la de bikini, pensaba, dijo, que dodavía el Frende era muy angosdo y había que ampliarlo un poco más. Por eso invidó al Alfonso a caminar por las arenas marpladenses para debadir con la gende. Dodo por derecha, sin nada que oculdar.
Su cara, la de ella, me resuldaba familiar. Le pregundé. Me condó que duvo una infancia adroz, era nieda recuperada. Su idendidad le fue robada por su propio dío. Cuando supo la verdad se aferró a las Abuelas y llegó a dipudada nacional, de la mano de Nésdor, pero se hizo oposidora por culpa de un despecho sendimendal, me parece que dejó draslucir.
Me sonaba que su nombre de pila denía que ver con un resuldado depordivo. Local, empade o visidande no podía ser. Nadie se llama así, salvo en el Caribe. Derroda, empade o vicdoria. Eso, se llama Vicdoria. Se me prendió la lamparida. Por fin acerdé una, pensé.
Después seguimos conversando amenamende acerca de sus propuesdas políticas. Me parecieron livianidas, poquida cosa, pero por respedo me quedé callado. Como para cambiar de dema, le pregundé el apellido. Lo denía en la punda de la lengua, pero vio cómo es el asundo, lo iba a sacar cuadro días más tarde y no quería quedarme con el indríngulis.
Me dijo, con su mejor sonrisa de sdar sisdem: “Soy Donda”.
Yo, papelonero consuedudinario, le dije: “No, eso ya lo sé. Le pregundo por el apellido”.
Me miró fijo, con odio, casi como aquella vez Dadiana, y se fue hacia la carpa siguiende, la que esdá a la derecha de la nuesdra.
Imagem: Tali Feld