PC: Partido Católico

Por Julio Rudman.
 “Dios es empleado en un mostrador, da para recibir”
                                                                Charly García
No se asuste ni se ponga paranoico. No voy a hablarle, en este textículo, del Partido que fundara, entre otros, el gran Benito Marianetti, el de las luchas obreras con sus mártires, sus traidores y sus péndulos ideológicos. Entre aquél que integró la Unión Democrática junto a la Sociedad Rural, o justificó a los generales genocidas porque comerciaban con la Unión Soviética (mientras sus militantes se jugaban la vida y muchas veces la perdían) y éste que confluye en la inmensa avenida nacional, popular y democrática, hay un salto cualitativo fenomenal.
El PC al que me refiero es el Partido Católico que acaba de “cometer” un Documento. Es habitual que aparezca una reflexión de la cúpula (una especie de Comité Central) antes del fin de cada año. Esta vez fue antes de antes. Apareció con un mes de anticipación a la Navidad. El ritmo lo pusieron Pablo Micheli (el muy “democrático” líder sindical que llenó de cortes y piquetes los accesos a Macrilandia para que la gente que quería ir a trabajar, pese al paro del pasado 8 de noviembre, no fuera. “De eso se trata”, dijo) y Hugo Moyano (Augusto Timoteo lo rebautizó en síntesis genial Aníbal Fernández, en alusión a Vandor, el metalúrgico que soñó construir un peronismo sin Perón). Dos laicos marcando los tiempos políticos sacerdotales. En fin.
Si yo fuese más ególatra de lo que soy diría que lo hicieron para desmentir mi hipótesis de que el Partido Católico atrasa varios siglos. Ya no están Torquemada y sus secuaces. Ni por estas comarcas dan cátedra Jordán Bruno Genta y Julio Meinvielle, pero siguen sus huellas impregnadas en su ADN ideológico, a través de los Plaza, Primatesta, Quarracino, Bergoglio, von Wernich, Tortolo, Bonamín y tantos otros. A tal punto que todavía debaten si fueron o no cómplices y hasta partícipes de la dictadura genocida. Sus propios mártires (Angelelli, Domon, Duquet, los palotinos, los miles de desaparecidos, los niños robados) siguen esperando que se caigan las máscaras de la hipocresía y les pidan disculpas, al menos.
Desde el punto de vista del estilo el Documento parece escrito a cuatro manos entre un monje del siglo XIII y Jaime Durán Barba, el ecuatoriano titiritero de Mauricio Macri. Está lleno de baba, misticismos y lenguaje abstracto. Leerlo es una mezcla de sacrificio y castigo. Pero para eso estamos.
Tiene 4 ó 5 puntos concretos, nada más. En el primero llaman a “respetar el derecho a la vida”, en clara alusión al asunto del aborto. Si para eso hay que infringir una norma como el Código Penal, vigente desde 1921, no importa. Si hay que desconocer un fallo de la Corte Suprema de Justicia no importa. Siguen creyéndose los patovicas del cuerpo de cada mujer argentina, aunque la gran mayoría de ellas no necesiten ese tutelaje humillante.
Luego reivindican a la familia (lo que esa gendarmería celestial entiende por familia) como núcleo esencial de la civilización occidental y cristiana. Las leyes de Matrimonio Igualitario, de Identidad de Género, el proyecto de modificación del Código Civil y otras de ampliación de derechos los tienen preocupados. Es que la sociedad avanza, inexorablemente, hacia nuevas formas de construcción social y les da la espalda a sus pronósticos apocalípticos. Pierden protagonismo y pierden el control de las conductas ciudadanas. Hubiesen preferido que la AUH (Asignación Universal por Hijo) sea AUH (Asignación Universal por Hostia), pero no es así.
Para conocer y profundizar acerca de los innumerables intentos de constituir la Argentina católica, me remito a invitarlos a leer y profundizar en los 4 tomos de la “Historia política de la Iglesia argentina”, de Horacio Verbitsky y los trabajos extraordinarios de Fortunato Mallimaci.
Se quejan, una vez más en este panfleto opositor, de la situación de la juventud. Según estos intelectuales de las catacumbas ideológicas, nuestras chicas y chicos están subsumidos en la droga, la delincuencia y la anomia. Les duele más, creo yo, la fantástica participación juvenil en la política que los pibes marginados. Si hasta la muchachada de la derecha milita. Se los ve con sus remeras Lacoste, su Playstation y sus autos descapotables acompañar las boludeces que dicen y hacen el rabino Bergman y su jefe. Pero es cierto que, como dice el gran Osvaldo Bayer, mientras haya un pobre en la Argentina no habrá una democracia plena y honrosa. Por eso millones de nuestros jóvenes aceptaron el desafío que les hizo Néstor Kirchner y están en esa tarea titánica, luminosa.
Claro que no todos los católicos acuerdan con los jerarcas del Partido. Están, por ejemplo, las “Católicas por el Derecho a Decidir” y los “Curas en Opción por los Pobres” que ya salieron a diferenciarse de las posiciones de Arancedo y sus cómplices. Es más, tengo la impresión de que católicos y católicas son mayoría entre el 54% que votó y sigue bancando a Cristina.
El almanaque, esa creación atribuida a Ptolomeo, avanza aunque algunos se propongan que retroceda. El viernes 7 de diciembre próximo puede señalarse como el día en que termina un período histórico que nació el 24 de marzo de 1976. Es, proponen algunos (y me sumo) el fin de la transición. Dictadura y dictablandas se sucedieron hasta el 25 de mayo de 2003, pero recién ahora uno puede señalar esta fecha como símbolo de época auroral.
Aunque el Partido Católico (el otro PC) se empeñe en detener el almanaque. Infructuosamente. Quizás empiecen a darse cuenta el 18 del mismo mes cuando Cristina los reciba en Casa de Gobierno. Digo, sólo quizás. Es que estos tipos confunden la realidad con esa norma de tránsito que dice que tiene prioridad el que aparece por la derecha. Tal vez en esa reunión también comiencen a comprender que en nuestro país ya no es así.
Dicen sentirse “heridos y agobiados”. Debe ser porque la Historia les pasó por encima.

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