Por Narciso Isa Conde.
De un tiempo a esta parte los familiares del tirano Trujillo, quien dominó con mano férrea y crueldad inigualable la sociedad dominicana en el período comprendido entre 1930 y 1961, están haciendo ingentes esfuerzos – empleando su fortuna robada para sobornar instancias institucionales- en dirección a reivindicar de alguna manera al dictador.
Entre sus perversas iniciativas está la presentación, a través de diputado Leivi Guerrero (PRD) por la Provincia de San Cristóbal (natal de Trujillo), de un proyecto de “museo” supuestamente destinado a recrear en “forma equilibrada” e “imparcial” ese período de nuestra historia, denominado por el sátrapa y sus beneficiarios como “Era de Trujillo”.
Estos reductos-basura del trujillismo confeso y descarado se han sentido estimulado por la continuidad camuflajeada de aspectos relevantes de la llamada “cultura trujillista” en el ejercicio del poder estatal practicado tanto por el gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD) como por el “opositor” Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y, sobre todo, por el rebrote en grande de esa “ideología” caudillista en el contexto del actual gobierno y de los presentes y crecientes afanes reeleccionistas del Presidente Leonel Fernández (PLD); estrechamente aliado en esta etapa a la escoria política de los/as partidarios/as del fenecido Joaquín Balaguer, continuador de la “obra” de Trujillo en los periodos 1966-1978 y 1986-1996 (cuando fue reemplazado por Fernández a través de un pacto político funesto entre el PLD y el partido de Balaguer).
Está claro que el “museo” a la “Era de Trujillo” persigue reivindicar al tirano y a su corte de una condena histórica bien fundada, consumada e inapelable.
Si de un periodo histórico aquí se ha investigado y debatido en demasía es del de los treinta y un año de la tiranía trujillista (incluidos antecedentes y sustentos), y no ha habido forma de salvar al dictador del juicio colectivo que lo identifica como sátrapa, criminal consumado, ladrón de propiedades públicas y privadas; racista, violador, depravado sexual y empleador del talento propio y comprado para esclavizar a un pueblo y apropiarse de la modernización y los esfuerzos desarrollistas, prostituyéndolos.
El intento de aprovechar un Poder Legislativo pervertido y corrompido para establecer un “museo” que supuestamente estimule un “juicio equilibrado” (“luces y sombras”) o valoraciones “equidistantes” de esa “era”, es un subterfugio para reivindicar parcial o total el trujillismo.
No es accidental que junto al diputado “autor” del proyecto aparezca la “Fundación Rafael Trujillo Molina”, cuya existencia es ofensiva a todos los valores nacionales y universales; encabezada por un nieto del tirano, a quien esta sociedad pudiera reconocerle todos sus derechos, pero jamás el de fomentar un poder que implicó la negación total de todas las libertades individuales y colectivas a todo un pueblo durante treinta y un años.
Libertarios debemos ser, pero pendejos nunca.
A estos tipejos, incluido ese diputadito, hay que darle duro desde el pueblo, desde sus fibras patrióticas y democráticas.
Ahora bien, hay otras expresiones del trujillismo más letales y tan ominosas como esa.
El trujillismo es una “cultura” camaleónica impregnada de caudillismo, despotismo y corrupción, con fuerte presencia en nuestra sociedad y, sobre todo, en sus estructuras de poder.
El trujillismo no ha sido arrancado de raíz. La intervención militar gringa de 1916-24 lo catapultó en grande y la de 1965-66 lo restauró. Joaquín Balaguer fue impuesto por ella y reanimó en gran escala esa “cultura” y Leonel Fernández la continúa aupando. Y no solo Leonel, sino Hipólito Mejía (expresidente y precandidato presidencial), Miguel Vargas (precandidato presidencial), ambos dirigentes del PRD, y además toda la partidocracia tradicional.
La reelección es un mecanismo para su ejercicio reiterado y prolongado en los cargos estatales, especialmente en la Presidencia de la República.
En estos días se produjo una de sus muestras despreciables: el respaldo incondicional de 26 senadores a Leonel Fernández: complicidad del monarca y los cortesanos de una “ERA” readecuada y post-modernizada. Se anuncia una iniciativa similar de los/as diputados/as.
Y eso es tan malo o peor que el “museo”, al tiempo que lo alienta, fortaleciendo el clima caudillista Por lo que no se justifica el silencio ante su funesta significación, menos de quienes se asumen antitrujillistas. El trujillismo inteligentemente soterrado es más peligroso que el torpe y desfachatado.
14-11-2011, Santo Domingo