La complejidad de un tema tan escabroso y profundo como el del Estado siempre ha quedado para los académicos y grandes teóricos sociales en el mundo. Hoy, se plantea con mucha fuerza la discusión y el debate en este punto crucial, desde donde parte toda organización social y política. Mucho más peso tiene este crucial fenómeno cuando en la actualidad se trató hacer válida la llamada “aldea global” o la “globalización”, como una forma de universalizar el modo de vida occidental capitalista de Europa y los Estados Unidos, potencias rectoras de la economía mundial, unidas tratando de consolidar su sistema económico en el planeta, controlando para ello, no sólo la producción, sino el conocimiento, destruyendo las culturas de los pueblos y provocando guerras para dominar y controlar territorios que poseen los recursos materiales, energéticos y humanos que permita hacer sobrevivir ese sistema económico que está en una crisis estructural.
Por esa razón, las contradicciones de los que cuestionan al Estado como ente de control del aspecto económico y cumple un papel liberador, sobresalen cuando hablan de gobernar para todos pero dirigirán sus beneficios a la empresa privada de esta nación. Prácticamente reducen al mínimo el papel del Estado y lo convierten en vigilante de lo que hacen y deshacen los dueños de los medios de producción. Es ya conocido el discurso neoliberal del libre mercado, la oferta y la demanda como determinantes en la marcha productiva de las naciones, con élites generadoras de riqueza en sí, para acumularla y producir más riqueza, mientras las grandes mayorías, trabajan viviendo en la mayor pobreza. Actualmente el Estado venezolano más bien es enemigo de la burguesía, porque apoya el poder popular, beneficia a los trabajadores, aumenta la inversión social y estimula la igualdad de derechos en la población, estableciendo el protagonismo y participación del pueblo.
Vladimir Lenin, en su discurso en la universidad Sverdlov en 1919, afirma sobre el Estado:
“Cualquiera sea la forma con que se encubra una república, por democrática que sea, si es una república burguesa, si conserva la propiedad privada de la tierra, de las fábricas, si el capital privado mantiene a toda la sociedad en la esclavitud asalariada…entonces el estado es una máquina para que unos repriman a otros…debemos poner esa máquina en manos de la clase que habrá de derrocar el poder del capital. Debemos rechazar todos los viejos prejuicios acerca de que el estado significa la igualdad universal; pues esto es un fraude: mientras exista explotación no podrá existir igualdad…”
El poder popular en Venezuela viene avanzando y tiene a su vez en leyes orgánicas. Desde el Estado se afianza y estimula el empoderamiento de las grandes mayorías antes excluidas, para que asuman su papel en la sociedad y aceleren la transformación y el cambio de sus estructuras. Bastaría adentrarse al corazón de nuestras regiones, localidades, urbanizaciones o barrios, para percibir la práctica cotidiana del pueblo. Los Consejos Comunales como expresión de organización de las comunidades, sus proyectos, las inversiones del Estado venezolano en los sectores de la salud, educación, vivienda, alimentación, seguridad social, convenios y acuerdos económicos-científicos- culturales con otros países. Las minorías que manejan la economía privada cuestionan esta política de inclusión. La inversión social para ellos es un gasto. Conciben más importante el crecimiento de una empresa particular que el desarrollo social. Imaginemos por un momento, que el control del gobierno y el Estado vuelva a las manos de esa clase social capitalista, explotadora y vendida a las potencias e imperios criminales del mundo.