A Emilio Sileoni.
“No es la censura política lo que mata la cultura; es el despotismo del mercado y los acicates del estrellato comercializado” (George Steiner)
-¿Tanto escribió el tipo?, me dijo mi amigo, haciéndose el gracioso.
-Ojo Che (siempre lo escribo con mayúscula, porque sigue siendo una “sílaba viva”, como nos enseñó el Cronopio), más respeto por las vacas sagradas.
Es que estábamos tomando unos brebajes orientales en una sangüichería que se llama “La India” y, tal vez por eso, me salió lo de las rumiantes. Las camareras estaban disfrazadas de no sé qué cosa, con esa huevadita brillante en medio de la frente, pero el jamón era de plástico y el pan infectado de semillitas, presuntamente saludables y definitivamente insípidas. Mucho incienso, mucho pachuli, pero todo trucho.
Mi amigo, el presunto gracioso, trajo a colación el gesto de Mario Vargas Llosa, quien donó su biblioteca a Arequipa, el lugar donde su madre lo parió, al cumplirse 76 años de aquel magno alumbramiento. El patrimonio literario del peruano asciende, según la prensa, a 30.000 volúmenes. De ahí la ironía del desvergonzado. Para colmo, mientras lo decía, le saltaban partículas macrobióticas de sus fauces, el muy maleducado.
Todo surgió porque le estaba contando que el Emilio ut supra nombrado, me había regalado “La idea de Europa”, del filósofo francés que está mencionado inmediatamente debajo de la dedicatoria texticular (a esta altura debo informarles que hay otro Emilio en mi cosmovisión amistosa, pero ese me corrige y, por eso, a veces estas cosas parecen más o menos bien escritas).
El libro, en realidad, es un librúsculo. Imaginen, tiene en total 70 páginas, que incluyen un Prólogo de Varguitas y una Introducción del holandés Rob Riemen. Se trata, la verdad, de una conferencia pronunciada por Steiner en Amsterdam en 2005, creo. La coedición de Fondo de Cultura y Siruela que tengo en mis manos es de enero de 2006.
Allí se produce un contrapunto entre autor y prologuista que pone a cada uno en su lugar. Como Steiner propone la tesis de que Europa se va al carajo (no se asuste, lectorcito, el malhablado soy yo, no el ilustre filósofo) producto de la norteamericanización de su cultura, la globalización que le dicen, Vargas Llosa le contesta que “Europa es, en el mundo de hoy, el único gran proyecto internacionalista y democrático que se halla en marcha y que, con todas las deficiencias que se le puedan señalar, va avanzando”. Se supone que el Marqués de Vargas Llosa, según decreto real, firmado por el muy Borbón Juan Carlos I, el 3 de febrero de 2011, se supone digo, que expelió ese sesudo análisis en algún momento de 2005, pues el libro apareció en enero siguiente.
Demuestra así, una vez más, que como escritor es un pésimo analista político. España tiene un índice de desocupación catastrófico, Italia también, Grecia se vende al mejor postor, Portugal llora la muerte de Tabucchi tanto como el deterioro de su vida cotidiana. Mientras tanto, Merkel, Sarkozy, Monti, Rajoy, Papanosecuanto y el resto de los gerentes europeos tratan de que sus patrones cobren hasta la última gota de sangre de su gente. Si eso es “el único proyecto internacionalista y democrático” estamos en el horno.
Paradójicamente, un peruano ennoblecido por un monarca europeo ve peor que un filósofo francés, lúcido, humanista y apasionado.
El libro me fue obsequiado porque, en breve, iré a conocer Europa, antes de que cierre por quiebra. Fraudulenta. Siguiendo la guía turística y política de Ramón Chao e Ignacio Ramonet, en “París rebelde”, seré un cafenauta en compañía de mi sexagenaria amada y dos cronopios más. Entraremos por Lisboa con la esperanza de mostrar el pasaporte de un país que, junto con sus pares de la región, ostenta un proyecto internacionalista y democrático, pero en serio.
Si no nos apuramos, en lugar de pasaporte tendremos que pagar entrada, como en un circo. Y ya no está Tato Bores para preguntarse “¿Cómo desapareció Europa?”.