Por Gareth Porter.
La bomba de acoplamiento magnético que explotó en un coche de la embajada israelí en Delhi el 13 de febrero pareció responder, en un primer momento, a una acción patrocinada por Irán. El coche resultó dañado más que nada por el fuego que se inició tras la explosión de la bomba [Reuters]
El atentado se llevó a cabo con el mismo método con el que comparsa iraní de Israel, el grupo de los Muyaheddin-e-Jalq, asesinó a un científico iraní a mediados de enero. Se produjo en el aniversario del asesinato, en 2008, del jefe de operativos de Hizbollah, Imad Mugniyeh, asesinato que esta organización prometió vengar. Y tuvo lugar al mismo tiempo de lo que parecían ser atentados con bomba en Bangkok y Tbilisi.
Pero una revisión de las pruebas descubiertas hasta ahora hace que el vínculo con Irán empiece a parecer discutible. En cambio, evidencia claras posibilidades de que los israelíes planearan un atentado con bomba cuidadosamente limitado que no tenía como objeto causar daños serios al personal diplomático israelí pero que bien podría servir para potenciar la narrativa israelí sobre la necesidad de castigar a Irán.
Las pruebas que rodean a la bomba misma indican una serie de decisiones por parte del equipo terrorista que son básicamente inconsistentes con un atentado de venganza por parte de Irán e Hizbollah. El análisis forense preliminar de la bomba estimó que contenía entre 250-300 gramos de explosivos, pero fuentes de la investigación redujeron después tal estimación a 200-250 gramos. La bomba de 250 gramos que explotó cerca del Tribunal Supremo en Delhi en mayo de 2011 ni siquiera dañó el coche bajo el que había sido colocada y que el comisionado de la policía, B. K. Gupta, describió como de “baja intensidad y de onda expansiva suave”.
Cuestiones candentes
Los daños principales en el coche diplomático israelí no los causó la explosión sino el fuego, y ardió de forma tan lenta que sus ocupantes no sufrieron quemaduras.
Si la bomba hubiera estado compuesta de metralla con limaduras de hierro, clavos o cristal, o si hubiera estado adosada debajo del tanque de gasolina o en la puerta cercana al pasajero, esa bomba habría herido gravemente o matado a la pasajera Tal Yehoshua-Koren, la mujer del agregado de defensa israelí. Pero la policía de Delhi pudo determinar que la bomba no contenía ningún tipo de metralla potencialmente letal. Y un examen de los videos y de las fotos del coche después de la explosión reveló que la bomba iba adosada a la parte posterior del vehículo, donde produciría el menor impacto posible en sus ocupantes.
Los investigadores indios obtuvieron una cuarta prueba acerca de las intenciones de los ejecutores a partir de su entrevista con Yehoshua-Koren. Les dijo que la bomba tardó en explotar entre 30 y 40 segundos una vez que sintió una sacudida en la parte posterior del coche y después de ver a un motociclista pasar por delante de su ventanilla. Los investigadores indios habían asumido al principio que la bomba había estallado con un retraso de 5 ó 10 segundos, como cualquier otra bomba magnética con la que estaban familiarizados, solo el tiempo suficiente para que el motorista se encontrara lo suficientemente lejos de la explosión.
Yehoshua-Koren no salió del coche antes de la explosión de la bomba y sufrió lo que el ministerio de defensa israelí denominó heridas “moderadas”, al parecer fragmentos de metal de la ventanilla de atrás. Sin embargo, pudo salir y llegar hasta la embajada de Israel sin ayuda.
Los comentarios israelíes sobre el atentado sugerían que el equipo terrorista patrocinado por los iraníes había demostrado sencillamente ser muy incompetente al perpetrar su acción. Pero la combinación de esos cuatro diferentes indicadores sugiere firmemente que la operación se había planeado para que el pasajero no resultara herido.
Pautas confusas
Israel afirmó que había pruebas de vínculos entre el atentado de Delhi y otros supuestos complots de Irán e Hizbollah en Tbilisi y Bangkok. El viceprimer ministro Moshe Yaalon declaró: “Es la misma pauta, la misma bomba, el mismo laboratorio y la misma fábrica”.
Pero resulta que no había parecidos de ningún tipo entre las bombas encontradas en las tres capitales. La bomba de Tbilisi apareció descrita como una granada metida en una bolsa de plástico adherida a la parte inferior del coche, lo que apenas sugiere un complot terrorista serio. La policía de Delhi averiguó que las dos bombas magnéticas encontradas en la casa de Bangkok, donde se produjo una explosión accidental, contenían un explosivo mucho más potente, el C-4, así como metralla, ambos ausentes en la bomba de Delhi. Y lo que resulta aún más interesante, las bombas de acoplamiento magnético de Bangkok estaban programadas solo con un retraso de cinco segundos.
Esa información llevó a los investigadores en Delhi a concluir que las operaciones de Delhi y Bangkok “no estaban relacionadas”.
A pesar del hecho de que un grupo de titulares de pasaporte iraní aparecieron claramente implicados en las bombas altamente letales de Bangkok, hay buenas razones para dudar que estuvieran trabajando para el IRGC [siglas en inglés del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán] o Hizbollah. Pasaron sus primeros tres días en el país con prostitutas tailandesas en Pattaya. Ese perfil sugiere que eran mercenarios iraníes, como el boxeador de boxeo tailandés contratado por el Mossad para asesinar al científico iraní Massoud Ali Mohammadi en enero de 2010, y no operativos de Irán o Hizbollah.
La importancia de la India
En un contexto más amplio, es muy difícil creer que Irán hubiera escogido Nueva Delhi como lugar para una acción de venganza contra Israel, dada la importancia de la India como compradora del petróleo iraní y la posición diplomática y política delicadamente equilibrada de la India en el conflicto más amplio.
La India acababa de sustituir a China como el mayor cliente de crudo de Irán, habiendo incrementado sus importaciones aproximadamente a 550.000 barriles diarios en enero, lo que compensaba de la caída de las ventas a China. Y el gobierno del primer ministro indio Mahmohan Singh había resistido las presiones de EEUU y de Europa para que redujera sus compras a Irán, trabajando incluso con Irán para encontrar vías para sortear las sanciones contra el Banco Nacional de Irán. El ministerio de comercio indio estaba preparando el viaje a Irán de una gran delegación empresarial para negociar una ampliación de los intercambios comerciales.
La India había por tanto adoptado el papel de potencial “saboteador” de la estrategia de sanciones de Occidente contra Irán. Esta importante realidad geopolítica impulsó al Economic Times de la India a preguntarse: “¿Por qué iba Irán a meterle el dedo en el ojo a su mejor cliente, siendo muy consciente de que Israel utilizaría hasta la excusa más endeble para echarle la culpa?”
En efecto, fue Israel, no Irán, quien obtuvo ventajas políticas del atentado terrorista en Delhi. Israel era bien consciente de que un atentado terrorista en Delhi del que pudiera culparse a Teherán podía ser una potencial palanca para cambiar la política de la India hacia Irán. Como dijo un funcionario israelí al Wall Street Journal, si la India adoptaba la posición de Netanyahu de que Irán era responsable del atentado, la relación entre Irán y la India entraría en “un nivel completamente distinto”.
Casi dos semanas antes del atentado, Israel actuó para asegurarse de que los indios asumieran bien que un ataque terrorista en Delhi en esa fecha no podía tener otro autor más que Irán. En una carta enviada a la policía de Delhi el 1 de febrero, que iba firmada por la segunda jefatura y el primer secretario, y responsable de la seguridad, de la misión diplomática israelí en Delhi, manifestaban su preocupación ante la posibilidad de que Irán y Hizbollah pudieran vengarse perpetrando acciones terroristas contra los israelíes en el aniversario del asesinato de Mugniyeh. También se referían en ella a la posibilidad de una venganza iraní por el asesinato del científico nuclear iraní Mustafa Ahmadi Roshan del 11 de enero. Aunque la carta no especificaba que tal ataque pudiera tener lugar en Delhi, el jefe del Mossad Tamir Pardo encabezó una delegación de agentes de inteligencia en visita a Delhi alrededor de esas fechas y les hizo llegar una lista de 50 nacionales iraníes con la petición de que los tuvieran bajo vigilancia.
La carta israelí se refería a un supuesto complot terrorista de Hizbollah contra israelíes que se había reventado en Bangkok en enero. Pero la idea de un plan de Hizbollah para matar a israelíes en Tailandia vino solo de la inteligencia israelí y no de fuente local alguna. La policía tailandesa detuvo en enero a Hussein Atris, un sueco-libanés, solo porque los agentes de la inteligencia israelí les habían dicho que “sospechaban” que él y otros dos libaneses, a los que vincularon con Hizbollah, podrían llevar a cabo ataques terroristas en enclaves turísticos visitados por israelíes.
Atris admitió poseer grandes suministros de fertilizante de urea y nitrato amónico, que se utilizan como ingredientes en las bombas, pero los investigadores tailandeses concluyeron que no estaba conectado con ningún complot terrorista en Tailandia debido a que carecía de otros componentes para poder fabricar bombas. El jefe del consejo nacional de seguridad de Tailandia, el general Wichean Potephosree, ex jefe de policía, manifestó sus dudas de que Atris fuera un terrorista, como había afirmado Israel.
Tras la explosión de Bangkok, los israelíes renovaron la afirmación de una amenaza terrorista de Irán y Hizbollah en Bangkok, alegando que las bombas encontradas en las tres capitales a mediados de febrero eran “exactamente el mismo tipo de dispositivos”. Pero nosotros sabemos ahora que no era así.
Puede que nunca podamos establecer con certeza qué sucedió en Delhi, Bangkok y Tbilisi a primeros de mes, pero las pruebas que hasta ahora han salido a la luz no apoyan la idea ampliamente aceptada de que Irán y Hizbollah estaban detrás de los atentados. Sin embargo, esas pruebas concuerdan bien con una ingeniosa operación israelí de atentado bajo “falsa bandera” con el que la pasajera no iba a resultar herida pero que, en cambio, iba a servir a sus más amplios intereses estratégicos: distanciar a la India de Irán y presionar aún más a la opinión pública estadounidense para que apoye la guerra contra Irán.
Gareth Porter es historiador y periodista de investigación en temas de política de seguridad nacional de EEUU; es doctor en Estudios sobre el Sureste Asiático por la Universidad de Cornell. Ha dado clases de Estudios Internacionales en el City College de Nueva York y en la Universidad Americana y ha escrito varios libros sobre Vietnam, entre ellos “Perils of Dominance: Imbalance of Power and the Road to War” (Univerdity of California Press, 2005). Ha escrito numerosos artículos acerca de la guerra y la diplomacia en Camboya, Corea y Filipinas. Gareth Porter es también un colaborador frecuente de Global Research.
Fuente original: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=29611