Cronopiando por Koldo Campos Sagaseta.
(Português/Español).
O objetivo de uma greve de fome não é morrer na tentativa. Morrer pode ser a consequência, mas nunca o objetivo. A razão de ser de uma greve de fome é a denúncia, chamar a atenção, concitar o interesse da mídia, da opinião pública, para tornar a crônica de um jejum voluntário em uma pontual denúncia.
O cubano Orlando Zapata, por exemplo, morreu faz dois anos após 85 dias em greve de fome quando, tarde demais, veio descobrir que já não tinha retorno para sua prolongada dieta, mas durante mais de dois meses, Zapata foi notícia na grande mídia toda. Quem até então só era um comum delinquente, já na cadeia e reconvertido por seus assessores de imagem em preso político, em “dissidente”, esteve presente todos os dias na grande mídia cedendo seu nome e seu rosto à denúncia que tramaram seus mentores contra o governo cubano: “Santidade intercede por Zapata”, “Transladam Zapata para outro hospital”, “Governo estadunidense demanda liberdade de Zapata”, “Zapata cumpre 25 dias em greve de fome”, “Damas de branco advertem que Zapata piora”, “Melhora Zapata”, “Familiares visitam Zapata”, “Zapata é alimentado à força”, Zapata já leva 50 dias em greve”, “Agrava-se o estado de Zapata”, “Zapata se recupera”, “Europa exige que Cuba libere Zapata e dissidentes”, “Zapata poderia morrer”, “Governo espanhol condena regime castrista e clama por liberdade de Zapata”, “Zapata volta a ingerir líquidos”, “Zapata insiste em que sejam liberados os restantes presos”, “Se manifestam em Miami por Zapata”… A oito colunas, em primeira página, com grandes manchetes, Orlando Zapata abriu todos os jornais da grande mídia durante os 85 dias em que durou a sua greve de fome.
De Wilman Villar, cubano denunciado por violência machista por sua própria família, e preso, julgado e condenado a 4 anos por esse e algumas outras acusações, nada soubemos durante os supostos 50 dias que passou em greve de fome. Irrompeu na mídia, curiosamente, o mesmo dia em que morreu. Sua “greve” de 50 dias começou e acabou no mesmo dia. Nenhum Estado, até a sua morte por pneumonia em um hospital cubano, se fez eco da denúncia que, em seu nome, urdiram seus sócios, os mesmos que o tinham convencido de que suas possibilidades de evitar a prisão dependiam de converter o infame crime de agredir a sua mulher no cívico direito de exigir a democracia.
Nem o Papa nem nenhum outro chefe de Estado demandou a liberdade para Villar. Nenhuma grande mídia, a diferença do caso Zapata, o teve nas suas manchetes durante esses pretendidos 50 dias de greve. Nenhuma orquestrada manifestação frente às autoridades cubanas se produziu até que se anunciou a morte de Villar… simplesmente, porque não teve greve de fome, nem preso de consciência. Em todo caso, um condenado por violência machista que acreditou que ia fugir imune se, como Zapata, aceitava ser investido como um pacífico democrata injustamente preso, e a repulsiva manipulação dos fatos a que se dedicam os vermes cubanos com a cúmplice cobertura da grande mídia. Só que, nesta ocasião, a trama esteve mal urdida e o roteiro resultou muito deficiente.
Versão em português: Tali Feld Gleiser.
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La huelga de hambre que nunca existió
Cronopiando por Koldo Campos Sagaseta.
El objetivo de una huelga de hambre no es morir en el intento. Morir puede ser la consecuencia pero nunca el objetivo. La razón de ser de una huelga de hambre es la denuncia, llamar la atención, concitar el interés de los medios, de la opinión pública, para convertir la crónica de un ayuno voluntario en una puntual denuncia.
El cubano Orlando Zapata, por ejemplo, murió hace dos años tras 85 días en huelga de hambre cuando, demasiado tarde, vino a descubrir que ya no había retorno para su prolongada dieta, pero durante más de dos meses Zapata fue noticia en todos los grandes medios de comunicación. Quien hasta entonces sólo fuera un común delincuente, ya encarcelado y reconvertido por sus asesores de imagen en preso político, en “disidente”, se hizo presente todos los días en los grandes medios de comunicación cediendo su nombre y su rostro a la denuncia que urdieran sus mentores contra el gobierno cubano: “Santidad intercede por Zapata”, “Trasladan a Zapata a otro hospital”, “Gobierno estadounidense demanda libertad de Zapata”, “Zapata cumple 25 días en huelga de hambre”, “Damas de blanco advierten que Zapata empeora”, “Mejora Zapata”, “Visitan a Zapata familiares”, “Zapata es alimentado a la fuerza”, Zapata ya lleva 50 días en huelga”, “Se agrava el estado de Zapata”, “Zapata se recupera”, “Europa exige a Cuba libere a Zapata y disidentes”, “Zapata podría morir”, “Gobierno español condena régimen castrista y clama por libertad de Zapata”, “Zapata vuelve a ingerir líquidos”, “Zapata insiste en que sean liberados los restantes presos”, “Se manifiestan en Miami por Zapata”… A ocho columnas, en primera página, a grandes titulares, Orlando Zapata abrió todos los informativos de los grandes medios durante los 85 días en que duró su huelga de hambre.
De Wilman Villar, cubano denunciado por violencia machista por su propia familia, y detenido, juzgado y condenado a 4 años por ese y algunos otros cargos, nada supimos durante los supuestos 50 días que pasó en huelga de hambre. Irrumpió en los medios, curiosamente, el mismo día en que murió. Su “huelga” de 50 días comenzó y terminó el mismo día. Ningún Estado, hasta su muerte por neumonía en un hospital cubano, se hizo eco de la denuncia que, en su nombre, urdieron sus socios, los mismos que le habían convencido de que sus posibilidades de evitar la cárcel dependían de convertir el infame delito de agredir a su mujer en el cívico derecho de exigir la democracia.
Ni el Papa ni ningún otro jefe de estado demandó la libertad para Villar. Ninguno de los grandes medios de comunicación, a diferencia del caso Zapata, lo tuvo en sus titulares durante esos pretendidos 50 días de huelga. Ninguna orquestada manifestación frente a las autoridades cubanas se produjo hasta que se anunció la muerte de Villar… simplemente, porque no hubo huelga de hambre, ni preso de conciencia. En todo caso, un condenado por violencia machista que creyó iba a escapar inmune si, como Zapata, aceptaba ser investido como un pacífico demócrata injustamente encarcelado, y la repulsiva manipulación de los hechos a que se dedica la gusanera cubana con la cómplice cobertura de los grandes medios de comunicación. Sólo que, en esta ocasión, la trama estuvo mal urdida y el guión resultó muy deficiente.