Deseo, antes de finalizar el 2011, víspera de Navidad, abrazarme a la necesaria rebeldía femenina y popular con este ataque a la superficialidad argumental frente al “auge” de los feminicidios y la violencia contra la mujer.
El sistema capitalista, impregnado de cultura patriarcal, es machista más allá del trágico desbordamiento de la “violencia intrafamiliar”.
La conversión de la mujer en instrumento sexual, económico y social del hombre -proceso que data milenios- es funcional a la dominación del capital; especialmente a la sobre-explotación neoliberal, a la mercantilización extrema de las relaciones humanas y al egoísmo de quienes ejercen y disfrutan de un poder masculinizado.
La congruencia de la explotación capitalista con el trabajo doméstico femenino no remunerado y/o mal remunerado, con la discriminación salarial por sexo, es esencial al afán de lucro de la clase burguesa.
La nefasta armonía entre el interés del hombre que asume a la mujer como su propiedad y del capital bajo propiedad de los hombres, es repulsiva.
El auge de la violencia en la dominación social, cultural y estatal es perversamente armónica a su incremento contra los sectores subordinados, especialmente contra la mujer humilde.
La complementación entre la explosión comercial del sexo para satisfacción del placer masculino y el sistema capitalista en proceso de degradación y senilidad (extracción de plusvalía, maximización de ganancias extralegales y “extra-económicas”, concentración de poder y riqueza, corrupción-narco-delincuencia, guerra, saqueo y sometimiento violento), se hizo crónica.
Y ninguna de estas relaciones de poder y explotación ceden- ni siquiera limitadamente- sin una contrapartida fuerte que las obligue.
Esa realidad dominante genera aberraciones en las relaciones de pareja y familia, que en periodos explosivos como este, escandalizan –no sin grandes hipocresías- hasta a ciertos agentes de la dictadura mediática capitalista-patriarcal y de la partidocracia que le sirve: feminicidios, golpizas, torturas psicológica y física, asesinatos de los hijos, suicidios, acoso, abandono…
Esto no es –como se pregona- simple violencia “intrafamiliar”, sino violencia sistémica, derivada de la ideología y cultura dominante, especialmente de la nefasta amalgama capitalismo-patriarcado que la genera.
En todo caso lo intrafamiliar es el escenario en que se produce cuando la violencia tiene lugar entre parejas, en la familia o en el hogar. Pero sus causas son inseparables de las esencias de la clases dominantes-gobernantes y de la masculinización despótica del poder que ejercen sus grandes beneficiarios -dentro y fuera del Estado- contra la mayoría de la sociedad.