Por Ricardo Salgado.
Honduras se encuentra, hacia finales de 2011, en una situación bastante sui generis; nunca antes en su historia una crisis había provocado tantos cambios en la correlación de fuerzas en el país. Ahora bien, estos cambios se están dando en un campo distinto al que la mayoría estamos acostumbrados, la población está bastante “radicalizada” y la preocupación fundamental de las fuerzas dominantes radica en encontrar una forma nueva para “domesticar” al individuo votante, frente al empuje del ser humano reivindicador de sus derechos y exigente de una vida más digna y predecible. Es evidente que la discusión, aunque fortalecida, no llega aun a su punto álgido, el que seguramente se ira alcanzando a medida que las posibilidades del pueblo, como fuerza hegemónica emergente, vayan ganando la opción de remover la clase dominante actual.
Lejos de las discusiones habituales de las dirigencias un fuerte sector de la población ha logrado entender las razones básicas de sus problemas cotidianos, y ha perdido, de algún modo, su temor a los procesos revolucionarios en el sur de américa. El lenguaje ha cambiado también, cambio que ha afectado la estrategia de dominación ideológica de la derecha local. Aunque el ambiente represivo ha alcanzado niveles sin precedentes, el temor, factor históricamente desequilibrante utilizado tradicionalmente por los encargados de mercadear la política vernácula, es cualitativamente distinto; la gente sabe que corre peligro pero se atreve cada vez más a desafiar ese riesgo inminente y letal.
La recomposición de la derecha y el impulso de las fuerzas progresistas del país han propiciado el diseño de estrategias que apuntan a la disputa del poder, siguiendo muy probablemente la ruta electoral, a menos que se produzca una jugada para evitar la inscripción del Partido LIBRE o de sus candidatos. Se puede desde ya prever una disputa de planteamientos que se librara en el campo que decida el más hábil en temas de campaña. Para comenzar debemos convenir que la disputa se reduce a una lucha entre la derecha y las fuerzas progresistas, que se ubican, básicamente porque no caben en ninguna otra parte, a la izquierda; no importa cuántos partidos se estén formando, el único que representa la posibilidad de un cambio es Libertad y Refundación. El nuevo Partido AntiCorrupción seguramente tendrá una fuerte orientación fascista, mientras el partido de los militares apuntara a seguir el guion que le puedan enviar del pentágono, pero ninguno de los antiguos o nuevos partidos, a la derecha, planteará el cambio del modelo económico.
Podemos fácilmente presumir que todo el conglomerado de grupos de poder, tratara de confundir a la población de varias maneras, centrando su estrategia en una confrontación de carácter ideológico. El eje central de la acción partidaria del Partido LIBRE debería ser el posicionamiento frente al modelo económico, con las derivaciones que este tiene, incluso en el campo ideológico, en el que el bienestar de las mayorías y el concepto de democracia deben confluir de tal forma que se erradique la idea manipulada de que el principio esencial del régimen democrático es la propiedad privada, y que el capitalismo es sinónimo de gobierno para las mayorías. La práctica no se cansa de demostrar que la sola posesión de bienes, o la iniciativa de los individuos no garantizan el progreso de nadie.
El planteamiento de un modelo democrático, basado en el bienestar de las mayorías, con la definición de varios tipos de propiedad, que plasmen el derecho de todos a tener, a legalizar lo que pertenece legítimamente a generaciones de hondureños. Al mismo tiempo, debe consolidarse una nueva visión de país, en la que el individuo se obligue moralmente a sí mismo a cumplir sus deberes con la sociedad. Se debe plantear el fortalecimiento del Estado como garante del cumplimiento de los derechos de las mayorías, y se debe propugnar por el replanteamiento de la legislación laboral, la que nunca más podrá ser cercenada por el capricho de un modelo.
El debate propuesto desde la derecha busca desde ya recurrir a viejos estigmas y estereotipos de corte macartiano, es decir se volverá a hablar de los comunistas caníbales, del robo de niños, y de confiscaciones de los pocos bienes que tiene la gente. Se reavivaran las campañas de odio, y se reactivaran grupos paramilitares anti comunistas que amenazaran con colgar de los postes las cabezas de los que quieren quebrar el sistema. Además, este tipo de campaña, instrumentalizado miles de veces en todo el mundo, contara con el apoyo decidido de muchos miles de dólares, acaso millones. Tampoco debería extrañarnos que algunas ONG comiencen a manipular datos contra nuestros argumentos.
Aunque el modelo está evidentemente agotado, sus apologistas seguirán tratando de vender la idea de que el Estado es corrupto, y que es el peor administrador que existe, y volverán a traer ejemplos desde la Europa del Este en tiempos de la guerra fría. Naturalmente, invocarán la falta de libertad, y las “tiranías” en otros países, insistiendo que Honduras será un infierno de llegar LIBRE al poder. A falta de resultados tangibles, buscarán confundir con cifras amontonadas, ininteligibles para todo mundo; recordemos que para ellos mentir no es un límite, al contrario lo utilizan con mucha naturalidad, especialmente cuando pueden acompañar sus mentiras de algunas dádivas para el pueblo, práctica harto conocida en nuestra historia.
Los argumentos orientados al orden y a la seguridad ciudadana ocuparan un lugar privilegiado en la agenda de la derecha, y buscaran arrastrarnos a ese campo a toda costa, a un rincón en el que ellos puedan aparecer como los poseedores de la fórmula para “normalizar” la sociedad, ofreciendo progreso, mientras nosotros aparecemos como incapaces en ese campo. Muchos pensarán que la derecha ya nos ha estado atacando, pero siendo realistas, hasta ahora no hemos visto el formidable despliegue de que es capaz la derecha latinoamericana y gringa que se juegan en Honduras un bastión histórico.
En conclusión, el debate inmediato que veremos en nuestro país pondrá de frente a una derecha torciendo la realidad, acudiendo a la siempre generosa enajenación, a un partido del pueblo obligado a proponer un cambio real en el modelo económico, que es donde se generan todos los problemas que aquejan a las mayorías: desigualdad, pobreza, injusticia, impunidad, inseguridad, corrupción y entrega de la soberanía nacional. En consecuencia, es importante concentrar gran parte de nuestros esfuerzos teóricos y científicos en la consolidación de una estrategia que sea muy sólida, particularmente en lo referente al modelo nuevo.
Se ha acabado el tiempo en que el partido puede prescindir de sus profesionales más capaces; pero los tiempos también exigen que muchos y muchas dejemos de estar esperando una llamada telefónica para integrarnos al trabajo por la tan mencionada y anhelada refundación. Ahora es cuando demostramos de qué estamos hechos.
23/noviembre/2011