Por Julio Rudman.
El señor dice no saber qué es el 24 de marzo, qué pasa ese día; el señor dice ser amigo del comisario Luis Patti, torturador y genocida, elegido alguna vez por voto popular intendente de Escobar, en Buenos Aires y condenado a perpetua en juicio justo; el señor fue Secretario de Redacción de una revista cómplice de la dictadura, es decir, el señor y Gente, fueron la dictadura; el señor ha sido reciclado como un periodista inteligente por obra y gracia de cierta lógica comunicacional que cree (y nos intenta hacer creer) que todo, absolutamente todo, se puede frivolizar; hace un año el señor recibió en su programa a la señora Cecilia Pando, quien dijo, muy suelta de cuerpo y muy atada de mente, que defendía “aún a los que habían robado bebés” y al señor no se le movió un pelo, de los pocos que le quedan; sin embargo, el señor condujo hace un tiempo un programa televisivo que se llamó “Memoria” (como se ve, el señor piensa también que todo, absolutamente todo, se puede frivolizar. Hasta la memoria).
El señor recibió en su estudio televisivo, esta semana, a Aleida Guevara March, la hija del Che y Aleida March. Para él y para la lógica del negocio mediático da lo mismo, vende igual, la hija del Che que la apóloga de un genocidio. En un momento del diálogo el señor le pregunta a su invitada por la herencia que, supuestamente, le dejó el padre a la hija. Al escuchar la palabra herencia, la mujer dio, literalmente, un respingo. Inútil sería explicarle al señor que el concepto jurídico de herencia tiene un significado totalmente distinto en una sociedad socialista como la cubana (aunque matizada hoy por esquirlas de mercado). Repuesta de la sorpresa, Aleida empezó a nombrar libros, recuerdos, objetos y anécdotas. Pero lo que el señor quería saber era qué le había dejado “en metálico, propiedades, joyas, esas cosas”. Y Aleida, sonriente, con el aplomo y la sencillez que la hacen heredera de ese padre, le dijo: “¡Qué poco conoce usted a mi padre!”.
El señor comparte con el padre de Aleida dos cosas: el país natal y la cehache de sus respectivos apodos. Nada más.
Quise entrevistar telefónicamente a la hija del Che. Amablemente, me dijeron que su agenda estaba colapsada. Quiero creer que su paciencia también.