La Justicia condenó a prisión perpetua a los asesinos del enorme poeta Paco Urondo. Pasarán el resto de sus días en cárcel común, como debe ser. Sin embargo, para un diario local, El Sol, en su versión digital, Paco se convirtió ese día en “trending topics”. Parece que eso quiere decir que estuvo muy citado en Twitter. Para alguien que escribió, póstumamente, “tengo curiosidad de saber qué cosas dirán de mí”, enterarse de que un día fue trending topics es como sentir que le están cacheteando la militancia. La de él y la de sus compañeros, nosotros.
La muerte de Steve Jobs ha disparado la monstruosa maquinaria mercantil del capitalismo. Sin ruborizarse “ni un tantico así”, como dicen Fidel y Chávez, con el cadáver todavía caliente del creativo yanqui ya está listo el libro con su biografía (se anuncia su aparición mundial simultánea para fines de octubre), avanza el proyecto de una película y la venta de smartphones batió todas las marcas predecibles, si es que el mismo sistema no se autoengaña, con fines publicitarios. Es decir, ejercita el músculo de darse manija, mordiéndose la cola.
Es que, me parece, la crisis mayúscula de los truhanes financieros globales necesita reflotar el self made man, esa marca que se impuso desde la industria del espectáculo, cuando USA la usó, sobre todo, en mitad del siglo pasado. La infancia desvalida del héroe de turno, la superación a costa del sacrificio individual, en fin, Superman, esta vez, manejando el mundo desde un aparatito.
Claro que, según algunos Steve no era un buen tipo. Lo que me lleva a pensar que un cáncer de páncreas no hace necesariamente mejor a una persona. Aunque suele producir unos negocios de la hostia, como dice monseñor.
Definitivamente, el capitalismo se alimenta de carroña.
Se llama Tomas Tranströmer, es poeta, sueco. La Academia de su país le ha otorgado el Nobel de Literatura. Las malas lenguas, entre ellas la mía, sospechan que su apellido quiere significar ombligo en su idioma natal.
¿En qué se parecen el Chavo del 8 y Elisa Carrió? Cuando Quico viene morfando un sándwich de jamón y queso (los mexicanos le dicen torta y los hispanohablantes en Yanquilandia, emparedado) al pobre Chavito, hambriento crónico, se le activan las glándulas salivales. Entonces, el muy burguesito del barrio le ofrece un mordisco. Y cuando Chavo, ojos iluminados, va a aceptar, sádico como buen burgués, Quico le retira el ofrecimiento y el bocado. La reacción del humillado es sublime. Dice “al cabo que ni quería”, aunque el mundo sabe que muere por un bocado.
Vi a Carrió, postulante decorativa al cargo presidencial, decir que no quiere gobernar a un pueblo que, según ella, no ama la libertad, la justicia y la república. Claro, lo dijo después de haber sido repudiada por el 97% del electorado en las primarias de agosto pasado.
El sándwich de jamón y queso tiene más dignidad que algunos comensales.