Por Roberto Quesada.
“A violencia é o medo aos ideiais dos outros”—Gnadhi. Hace más de tres décadas llegó a Honduras desde tierras lejanas, de allá de la India, pasando por Guyana, vecino y compatriota de Gandhi, y de ambos su fuerte no eran las armas sino las palabras, cada cual a su estilo. El tiempo lo hondureñizó, tanto más que algunos que nacieron en Honduras pero están impregnados de indiferencia hacia su propia patria. Emo no, agradecido como hijo adoptado en donde la palabra madrastra no existe porque se concierte en madre, estuvo allí, hasta el último segundo de su vida, luchando a la par de los más pobres, del pueblo, de sus hermanos y hermanas hondureñas. Así es el popularmente conocido Emo, con nombre de pila Mahadeo Roopchano Sadloo Sadloo, no se unió al pueblo hondureño porque él siempre fue parte de esa Honduras. De ese mismo pueblo por el que muchos se pumpunean el pecho diciendo que se “sacrifican” por él: algunos empresarios que tienen aprendido de memoria “los hacemos por el bien del pueblo hondureño”; algunos políticos: “todo lo que hacemos es nombre del pueblo hondureño”; extranjeros invitados por supuestos patriotas que llegan a adiestrar con doctrinas de seguridad sobre como barrer con un pueblo, siempre por “el bienestar” de ese mismo pueblo”. En nombre del pueblo, asesinan al pueblo. Emo nunca usó esa palabrería vana porque llegó a multiplicarse y a trabajar con la honradez del humilde. Vendía llantas y rines para que nadie se quedara a medio camino. Un día despertó y sin ser ideólogo de nada ni político de nada en su conciencia cayó algo que le dijo que el golpe de Estado es inhumano. Y llevado por esa intuición del bien y el mal de inmediato estaba allí con su pueblo en las calles protestando, lanzando consignas de indignación. No era necesario conocerlo personalmente para sentirse su par, su amigo. Era un convencido de que el pueblo para el pueblo pero no por ello dejada de pelear sus espacios, si se daba el caso, dentro de la misma Resistencia. El estaba convencido de que su lugar era siempre cerca del presidente Manuel Zelaya. Allí puede vérsele en videos, en fotos, en recuerdos como un guardián gladiador de ojos vivaces, suspicaces, atento a que nadie atente contra su líder. Su presencia era una mezcla de protesta con alegría, quizá por su ‘hindureñidad’ es que vociferaba una consigna mientras bailaba haciendo más vibrante el colorido de su indumentaria. Así era su voz, bastaba escuchar ese: “alóoo Chicoo, alóoooo, alooo Julito, alóoo Chele Castro, alóooo mirá don Arnulfo, hey alóooo Galdámez, aloooo Daviiii, aloooo Gilda te llama…” para que uno dijera, con sonrisa a flor de piel: “Allí está Emo”. Emo era, como Jerónimo, una especie de eternos niños. A ellos nunca les invadió ni la amargura ni la maldad de alguna adultez. Eran incapaces ni con el pensamiento de desear la muerte aun al peor de los golpistas. Solo un alma demoníaca, putrefacta, tendría la posibilidad de ordenar asesinar a una persona como Emo, como Jerónimo. Además, un alma imbécil porque las cuerdas bucales de Emo y las cuerdas de la guitarra de Jerónimo no pueden ser apagadas, son luz de eternidad y están allí en cada hondureño/a que ame su patria. Sí, tal como sucediera con nuestro héroe Francisco Morazán Quesada, su fusilamiento no lo mató, el tiempo y la historia lo reivindicó, y anda allí más vivo, más presente y más inmortal que los falsos negativos héroes. Hoy es un 11 de septiembre, día no de celebrar sino de conmemorar un aniversario más del valiente presidente Salvador Allende, que murió con heroísmo ante el golpe de Estado que también asesinó, torturó, desapareció a miles de chilenos. También hoy aquí en Nueva York conmemoramos un aniversario más de la caída en cobarde acto terrorista de las imponentes Torres Gemelas en donde padecieron más de tres mil personas de muchísimas partes del mundo. Nos hemos reunidos en casa con César Zúñiga, alias Aleja, el hombre que combina futbol con resistencia, Alex Bardales, el poeta olanchitense, Robertito que con sus legos ha reconstruido las Torres Gemelas, Lucy que nos cuenta su encuentro con Emo cuando bailaron al ritmo de Café Guancasco durante una asamblea de la resistencia. Les comento que cuando supe lo del asesinato de Emo fue imposible contener las lágrimas; a través de skype me comuniqué con el periodista Andrés Thomas Conteris y fue un grito de horror que dio, lo vi llorar a través de la cámara; lo mismo sucedió con el periodista brasilero Raúl Fitipaldi… Esas son de las personas que me di cuenta de inmediato, es increíble como Emo nos hizo llorar en tantas partes del mundo. As?í mismo lo pude notar en colegas periodistas hondureños (aunque también, hay que decirlo, hay periodistas que vociferaban la expulsión de Emo del país, otros fueron más allá y clamaban por su asesinato… pues están complacidos, cuando anden de paseo con sus hijos, recuerden que ustedes aportaron su granito de arena para este asesinato y rueguen porque el día de mañana sus hijos no tengan que vivir en otro país y puedan correr similar suerte… ¿No creen que es hora ya de parar esa campaña de matanza contra el pueblo hondureño?). Por supuesto, de igual manera se siente el dolor de todas y todos los caídos, por tanto asesinato político que últimamente se está dando en Honduras, no hablemos de la delincuencia común sino del crimen político que se da unos meses antes del golpe y desde entonces hasta la fecha como que ha ido in crescendo y tal parece que el gobierno no encuentra la fórmula de ponerle fin a esto. Y yo sí quiero encontrar la manera de ponerle el mejor final, sin tristeza sino con optimismo, al presente artículo. Suspiro, me concentro y escucho una voz ‘hindureña’ que grita con emoción desde el más allá : “El pueblo uniro, jamas será venciro”. Nueva York NY 11 Sept. 2011. Feliz cumple Martha Idalia Castelar |