Entrevista a Ilan Pappé, Historiador israelense
Por Erika Jara.
deia.com
Hijo de dos judíos alemanes que huyeron de la persecución nazi en los años 30, Ilan Pappé trabaja en la Universidad británica de Exeter desde que los insultos, las amenazas y su adhesión al boicot académico de Israel le impulsaron a dejar su Haifa natal en 2007.
Desde la publicación de antiguos documentos oficiales israelíes y británicos a principios de los años 80, el historiador Ilan Pappé se dedica a reescribir la historia de Israel, una nueva e incómoda versión en la que los supuestos héroes, cuyas estatuas adornan las calles del país, resultan ser criminales. Tras libros tan polémicos como Historia de la Palestina moderna o La limpieza étnica de Palestina, Pappé ha puesto ahora su atención en los ciudadanos palestinos con nacionalidad israelí, quienes, según reza el título de su nuevo libro, son Los palestinos olvidados.
La atención se suele centrar en los palestinos de los territorios ocupados pero ¿quiénes son los ‘palestinos israelíes’ y qué es necesario saber sobre ellos para entender el conflicto?
Son los palestinos a los que se les dejó quedarse en Israel, los que no fueron expulsados después de la catástrofe de 1948. Entonces eran 150.000; ahora son más de un millón. Son importantes por muchas razones, pero sobre todo porque son los palestinos que viven en el 80% de la Antigua Palestina y conocen a los israelíes muy bien, puesto que han vivido con ellos durante más de 60 años, y están familiarizados con las dos comunidades. El proceso de paz y las conversaciones sobre el futuro han tendido a excluirlos, pero mientras no se tenga en cuenta su destino no habrá solución. La manera en que estos palestinos son tratados es el test más importante para la democracia israelí y, lamentablemente, este examen lo suspende.
¿Vivieron los ‘palestinos israelíes’ una historia mejor a la de aquellos que viven en los territorios ocupados?
Hasta 1966, los palestinos en Israel vivieron bajo un régimen militar brutal, que luego fue transferido a Cisjordania y a Gaza en 1967. Desde ese año han salido mejor parados los palestinos israelíes, pero han sido discriminados duramente comparados con los ciudadanos judíos de Israel.
Para sus anteriores libros usó antiguas evidencias: documentos del Ejército británico, el diario del primer presidente de Israel, David Ben Gurión… ¿En qué documentos se ha apoyado esta vez?
Usé dos tipos de documentación. Por un lado, los archivos oficiales israelíes para el periodo entre 1948 y 1967, y las publicaciones oficiales y de prensa israelíes para la historia posterior a 1967. Por otro, entrevistas y material privado que algunos de los más importantes activistas de la comunidad han coleccionado a lo largo de los años.
En su discurso frente al Congreso estadounidense, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo que Israel es el único país de Oriente Medio donde los árabes pueden disfrutar de la democracia. ¿Es así?
Como muchas otras cosas en su discurso, este punto fue una magna mentira. El tratamiento de los palestinos en Israel, y en particular las políticas contras ellos desde que Netanyahu llegó al poder, cuestionan seriamente la afirmación israelí de que el país es una democracia. La sociedad judía en su conjunto es racista en su actitud hacia los ciudadanos palestinos, los cuales ven grandes aspectos de sus vidas segregados como en una sociedad de apartheid.
Netanyahu exige al presidente palestino, Mahmud Abbas, que reconozca Israel como un estado judío para volver a las negociaciones. ¿Cuál sería el rol de los palestinos israelíes en esta supuesta ‘democracia judía’?
En un estado judío como el que entiende Netanyahu, los palestinos permanecerían como ciudadanos de segunda, discriminados en todos los aspectos de su vida y bajo riesgo constante de limpieza étnica.
¿Reconoce Israel su propia historia?
Israel deniega su historia y llama mentirosos a los historiadores como yo. Sin ninguna prueba, claro está.
¿Qué consecuencias tiene esto?
La consecuencia es que Israel continuará creyendo que el mundo está en su contra debido al antisemitismo, mientras que la verdad es que son sus propias políticas la razón de su creciente aislamiento en la comunidad internacional.
Usted apoya el boicot a Israel. ¿Qué pensó cuando vio que se aprobaba la Ley Antiboicot en la Knesset?
Creo que la Ley Antiboicot ha demostrado lo exitoso de la campaña Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). También causó que mucha gente de la izquierda israelí pasase a defender el boicot. Es una prueba de la validez y la utilidad de esta campaña, aunque aún necesitamos convencer a los políticos occidentales de que se unan a nosotros.
¿En qué capítulo de la historia israelí nos encontramos?
En uno muy crucial en el que Israel debe tomar una decisión final sobre si quiere ser una democracia o un estado de apartheid. No hay más opciones.
La izquierda israelí ha ido perdiendo gran poder e influencia desde el establecimiento del estado. ¿Por qué sucede esto?
Porque la izquierda israelí siempre fue sionista, y el principal problema en Israel y en este conflicto es el sionismo; si permaneces en el marco mental sionista tienes muy poco que ofrecer que sea distinto de las ideas del centro o de la derecha.
Usted apoya la solución de un solo estado y el derecho al retorno de los refugiados palestinos. ¿Cómo de realista y de viable es pensar que palestinos e israelíes puedan vivir juntos en un estado después del oscuro y triste pasado que descubrimos en sus libros?
Ya estamos viviendo en un solo estado. Será muy difícil cambiar el régimen actual y crear una democracia en la que todos seamos iguales. Costará mucho tiempo, pero creo que es el único camino hacia delante. La historia nos sirve de profesora. Mira el mundo árabe; a veces los eventos menos esperados aceleran el proceso por el cual una situación injusta se convierte en justa.
¿Ve usted en el espectro político actual israelí a alguien que pudiera cambiar la situación y hacer historia?
No. Pero no creo que vayan a ser los políticos los que nos vayan a rescatar, sino la sociedad civil. Sin líderes pero unida. Los políticos serán los que organicen nuestras vidas después de una revolución, pero nunca harán que suceda.