-“Oye, ¿dónde está nuestra gente?”
-“¿Cuál de ellas?”
1. El que pregunta buscaba al cortejo de Lavapiés que se le había despistado entre calle y calle. El que responde está mirando a la muchedumbre de cortejos, grupos, colegas… hermanados como nunca, que abarrotan la Ronda de Atocha camino de la Plaza de Neptuno, convencidos por primera vez en ni se sabe los años de que, como dice uno de lemas más hermosos y subversivos del 15-M: “Dormíamos. Nos hemos despertado”. Toda aquella gente era, efectivamente, nuestra gente.
¿Cuánta gente? Era especialmente importante que después de la tremenda campaña intimidatoria política y mediática desencadenada tras el 15-J catalán hubiera mucha gente en la calle, especialmente el Barcelona. Y ha habido muchísima gente en Barcelona, lo que constituye la mejor noticia del 19-J, en sí misma y para el futuro del movimiento. Pero también, proporcionalmente a las posibilidades de cada lugar, en todas partes: en Canarias, en Galicia, en Ávila… Y hasta 8.000 en Bilbao y 5.000 en Donostia; si no lo veo, no lo creo.
¿Y en Madrid? En Madrid, tenemos a Lynce, el no va más del conteo “científico” de manifestantes. En esta ocasión, el conteo “cabeza a cabeza (sic)”, ha dado “37.742 personas, con un margen de error del 12% (resic)”. Dividiendo por seis, sale a poco más de 6.000 personas por columna. Ni hablar. Hasta 6.000 sabemos contar sin necesidad de fotografías aéreas. La cifra real de manifestantes estuvo mucho más cerca de los 150.000 que dio la acampada, que de los cálculos de estos Standard & Poor’s de la medida de manifestaciones. A ver cómo cuentan cuando venga el Papa.
2. Si esta vez era especialmente importante el número de manifestantes, como prueba del crecimiento y la extensión del movimiento, hay también otros avances en el contenido y las formas de acción.
En Madrid, ha sido una idea genial la organización de columnas de manifestantes desde barrios y pueblos, como un enramado de afluentes que desembocaron en la reunión general en la Plaza de Neptuno. Una idea que, por cierto, viene del ala militante del movimiento obrero madrileño (http://marchasanticrisis.wordpress.com/), y a la que el 15-M tuvo la inteligencia de sumarse; los resultados de la sinergia han sido espectaculares.
Esta forma de marcha ha creado por sí sola una conciencia de movimiento y de causa común y potentísima. Ha propiciado también una intensa emoción y alegría compartidas –imposible describir con palabras lo que se sintió en la columna que venía del Sur cuando volviendo la cabeza vimos aproximarse a la multitud que venía desde el Este- sentimientos que no son en absoluto ajenos a la política entendida como una práctica emancipatoria; tantos miles de abrazos auténticos entre la gente son la imagen antagónica de las risas y las carantoñas estúpidas de los políticos profesionales cuando posan para las cámaras. Terminar la concentración masiva de la Plaza de Neptuno con el Himno a la Alegría de la 9ª sinfonía de Beethoven, secuestrado como “himno oficial” de la Unión Europea, ha sido una bonita idea.
Ha habido también un ambiente más “popular”, menos protagonizado por jóvenes, una participación mucho más numerosa que en otras ocasiones de gente “mayor”. En este sector, la idea de: “Dormíamos. Nos hemos despertado”, toma un sentido especial, que se expresa en muchas declaraciones: algo así, como un “arrepentimiento” de la pasividad del pasado -de los “años de plomo” de tantas batallas perdidas, porque no se dieron, desde mediados de los 80 – junto con un compromiso de no aceptar más somníferos, vengan de donde vengan.
Se abre así la posibilidad de afrontar una cuestión central para el movimiento: la plena incorporación a él de las clases trabajadoras. Es un objetivo y un desafío muy difícil. La iniciativa que se está considerando de convocar una huelga general con autonomía de los sindicatos es muy arriesgada, pero no es desdeñable. Sin moverles la silla a los sindicatos mayoritarios no vamos a ninguna parte. Moviéndola quizás incluso pueda haber un margen de acuerdo con ellos y, en todo caso, se puede potenciar el crecimiento de la simpatía hacia el 15-M y la participación en él de militantes y dirigentes sindicales –que existe desde el primer día en los sindicatos “alternativos” y ya se está impulsando por militantes de CC OO-, así como la formación algunos nacientes “grupos 15-M” en centros de trabajo: una idea magnífica.
Ha crecido también la participación de inmigrantes, especialmente latinoamericanos que cuentan con la ventaja para la participación del idioma común. Queda mucho por hacer, pero es vital que el movimiento sea capaz de ser solidario en las “distancias cortas”, con quienes sufren los golpes más duros de la ausencia de derechos, la represión y la crisis.
Un movimiento en construcción necesita éxitos prácticos. Ya lo es, y de grandes dimensiones, haber conseguido en poco más de un mes constituir una expresión política, con creciente apoyo social, de la indignación popular contra el sistema político y la dictadura de los mercados. Pero hacía falta algo más tangible, que se pudiera tocar con los dedos. En este sentido, la contribución a la extensión de las agrupaciones de afectados(as) por las hipotecas y las acciones de solidaridad contra los desahucios, que están consiguiendo detenerlos, (http://afectadosporlahipoteca.wordpress.com/) han fortalecido la confianza y la moral del movimiento y su carácter solidario con las víctimas, frecuentemente inmigrantes, de la gigantesca estafa bancaria que exige cantidades impagables, además de la dación del piso, ante el impago de hipotecas-timo, comprometidas ingenuamente y sin leer la letra pequeña en los tiempos de la “burbuja inmobiliaria”. Por cierto, estas acciones anti-desahucio no están contando con la solidaridad, ni siquiera formal de los sindicatos de Banca. Sería muy útil que esta solidaridad se expresara urgentemente, lo que serviría también para desmentir las siniestras noticias de que CC OO de Banca apoya a la patronal bancaria en nombre de la “estabilidad del sistema financiero”.
3. Un nuevo movimiento social, y más aún un proyecto de nuevo movimiento social, entra difícilmente en las clasificaciones políticas habituales. En todo caso, el 19-J ha concluido el debate, muy poco interesante, sobre si el movimiento era “de izquierdas”, o se limitaba a la presión sobre el sistema en nombre de reformas democráticas y una difusa demanda de justicia social. Estamos, en realidad, ante el nacimiento de un “pueblo de izquierdas” que ha estado ausente de la realidad española, o al menos no ha tenido conciencia de sí mismo, desde los tiempos de la República. La diversidad política, ideológica, de experiencias, aspiraciones y tradiciones, es enorme como no podía ser menos. Pero llama la atención la dinámica vertiginosa de maduración política común. No sé si valora cómo se merece, la capacidad de respuesta al ataque político y mediático posterior al 15-J. No sólo no han conseguido amedrentar a la gente, sino que tampoco la han alejado un milímetro de la desobediencia civil pacífica que es su identidad y su método de acción fundamental, sin necesidad de directrices o consignas de ninguna parte, como fruto natural de la reflexión y la determinación de las personas que participan o simpatizan con el movimiento.
Los medios destacan el carácter “pacifico” del 19-J, después de haber manipulado hasta la náusea los conflictos de la Ciutadella. Pero no destacan lo fundamental: que después de cuatro días de machaque sobre la sagrada “soberanía popular” y de los “representantes elegidos por el pueblo”, el movimiento ha seguido con su desafío al sistema político gritando con total convicción: “¡No nos representan!”. Una convicción que el 19-J ha extendido a la Unión Europea, con un rechazo radical del Pacto del Euro.
Todo esto, a lo que habría que añadir las aportaciones de grupos como Economía y Feminismos, en poco más de un mes y cuando el punto de partida de las reivindicaciones era la reforma de la Ley Electoral (un objetivo que, a mi parecer, sigue siendo bastante confuso, no porque la ley electoral actual no sea escandalosamente antidemocrática, que por supuesto lo es, sino porque caben muchas “reformas” que, por ejemplo, sólo afecten al reparto de las cuotas de poder entre los partidos parlamentarios o pre-parlamentarios, como Equo; también, porque hasta la mejor ley electoral tendría un efecto muy limitado en el sistema político, si no viene precedida de cambios profundos en las relaciones de fuerzas sociales, que no vendrán de las instituciones parlamentarias; y finalmente porque apenas se está considerando la reciente reforma de la ley, pactada discretamente entre PP y PSOE, mientras los diputados de izquierda miraban al techo, que establece una barrera de recogida de miles de firmas para permitir la participación electoral de candidaturas sin previa representación parlamentaria).
4. Es un pronóstico razonable pensar que esta dinámica de maduración, o si se quiere de “radicalización” unitaria, no podrá mantenerse durante mucho tiempo más, máxime con la perspectiva de unas elecciones generales. Por eso fortalecer el “cemento común” para que pueda convivir con debates y con opciones diferentes de sectores del movimiento en determinadas circunstancias es una tarea muy importante, que debería nacer de abajo a arriba, echando raíces en las asamblea de barrios y pueblos.
Pienso que ese cemento necesita para fortalecerse, sobre todo, acción y comunicación. Por eso el activismo actual, que puede parecer excesivo, con decenas de iniciativas en estudio o en marcha, creo que es positivo. Y el trabajo de toda la gente de comunicación: hackers, periodistas por escrito, fotografía, video… está haciendo ya una contribución magnífica al desarrollo del movimiento, pero tienen aún mucho tajo por delante; porque de ellas y ellos depende que se fortalezca la autonomía del movimiento respecto a los medios convencionales (muy necesaria, como hemos podido comprobar con la campaña orquestada tras el 15-J) y se creen espacios de debate compatibles con la marcha general del movimiento que, como hasta ahora, tendría que seguir basada en la acción.
5. No hay duda: ya nada será como antes y todo será mejor que antes. No ya mejor de lo que existía antes: eso era fácil de mejorar. Mejor de lo que podíamos haber imaginado.
La izquierda social y política necesitaba un cambio radical en la movilización y las expectativas de la gente “de abajo”, especialmente la gente joven, para poder un salto adelante en cantidad y calidad, para que pudiera plantearse como una tarea actual la construcción de un referente político anticapitalista con influencia social. Pues ahí está la posibilidad material, no sólo la ilusión o la esperanza, para ese cambio,.
También está ahí un desafío. Porque lo que ha ocurrido no sólo es mejor de lo que podíamos haber imaginado. Es también, y sobre todo, diferente a como podíamos haberlo imaginado. Y lo que toca ahora es aprender a jugar cuando “el movimiento real que critica el orden existente” está cambiando las reglas del juego.
Miguel Romero es editor de VIENTO SUR