Palestina: Uma armadilha

Por Julio Rudman.
“Lo que ocurre en Palestina es un crimen que podemos comparar con lo que ocurrió en Auschwitz”, dijo José Saramago.
“Hezbollah no existía cuando Israel arrasó el Líbano en sus invasiones anteriores. ¿Hasta cuándo seguiremos creyendo el cuento del agresor agredido, que practica el terrorismo porque tiene derecho a defenderse del terrorismo? Irak, Afganistán, Palestina, Líbano…¿Hasta cuándo se podrá seguir exterminando países impunemente”, dice Eduardo Galeano.
Las citas de estos dos fenomenales humanistas de nuestro tiempo me sirve para marcar territorio. Son una guía para que vos, lectora de miel, sepas donde estoy parado.
Los cables de las agencias de noticias dicen que hay tregua. La número no sé cuánto. Y cada vez que la muerte nos golpea con sus estadísticas de hielo los líderes políticos internacionales vomitan promesas de paz definitiva, reuniones urgentes de organismos cada vez más burocráticos e hipócritas (los mismos que venden las armas simulan detener la masacre, ¿cómo creerles?). La cuestión es que los palestinos pierden, esta vez y por ahora, 166 a 5. Como si fuese un partido desparejo de la NBA los diarios, radios y canales tiran cifras obscenas.
Se ha instalado, con una naturalidad preocupante, la idea de que el Estado de Israel es la patria de los judíos del mundo. El contrabando ideológico confunde (o pretende confundir) la doctrina política creada por el húngaro Teodoro Herzl con una verdad universal. Es llamativo ver cómo gente lúcida y comprometida con las mejores causas pisan la cáscara de banana y se van al pasto. Con fundamento religioso (el pueblo elegido, el relato talmúdico, Moisés, la tierra santa y otras paparruchadas primitivas), se pretende identificar sionismo con judaísmo y, su contracara, antisionismo con antisemitismo. Falso, peligrosamente falso.
Sé que este textículo no es producto de la lectura del libro de Dale Carnegie, “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” (1936), el best seller anticipatorio de la plaga editorial de publicaciones de autoayuda. Sé también, porque ya me pasó con la masacre anterior contra Gaza y su pueblo, que puede costarme algún encontronazo con parientes y amigos de la colectividad, pero me indigna la soberbia de los que, escudándose en las legítimas aspiraciones del pueblo israelí de vivir en paz, se atribuyen la verdad única y promueven el odio, la muerte y la discriminación. ¿Hace falta que te recuerde, morocha ondulante, que un alto oficial del ejército genocida israelí dijo que había que aplicar el mismo método que en Hiroshima?, ¿qué diferencia hay con la “solución final”, esa ingeniería del horror, imaginada por el nazismo?. Ya no hay hornos crematorios, ahora hay drones.
El gobierno fascista de Netanyahu y sus secuaces acompaña a Estados Unidos en las peores causas. Vota invariablementecontra Cuba en Naciones Unidas, por ejemplo. Es, si no el único, el principal enclave de las políticas guerreristas norteamericanas en Medio Oriente y dispone de los más sofisticados armamentos en esta lucha desigual. Las cifras de muertos de uno y otro bando nos gritan esa desigualdad.
En síntesis, sionismo no es judaísmo. Israel no es mi patria ni la de mis ancestros, ni la de mis hijos ni la de mis nietos, espero. Estoy comprometido con la construcción de un mundo más equitativo y solidario, comenzando por protagonizar la historia de estos días luminosos y contradictorios en Argentina, mi patria, y en Latinoamérica, mi mundo. Me duele hasta la médula cada ser humano arrasado por el hambre o un misil, pero sé quién promueve uno y provee el otro. Contra ésos, implacable será mi voz, latinoamericana, propalestina y atea.

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