O poder das armas

Uruguay

Por Jorge Zabalza *

Direcionado por Agenda Radical.

El último 14 de abril las entidades sociales de la “familia militar”, verdaderos voceros del fascismo criollo,  reprobaron públicamente  cualquier medida que roce su impunidad. Al mismo tiempo se solidarizaron con el recluso Dalmao y con los demás procesados por las desapariciones forzosas, los asesinatos y las torturas en que actuó orgánicamente el Ejército. El general (r) Galarza se dió el lujo de amenazar  abiertamente a las organizaciones que luchan por  Verdad y Justicia.

Un par de semanas antes, “alguien” había mostrado un video lleno de amenazas al presidente Mujica, quien salió de estampida, alborotó el avispero y mandó a la paliza a sus compañeros Bonomi y Rosadilla. En los últimos días, el episodio del famoso video que nadie vio y que apenas era unas “imágenes”, recobró actualidad mediática  y ya es tan público que se vende en la feria de Piedras Blancas.
Paralelamente  hicieron llegar al diario “El Observador” una copia del documento que, en 1998, casi firman representantes de la logia Tenientes de Artigas y algunos dirigentes del MLN(T), para dar vuelta la página de los aberranes crímenes del terrorismo de Estado. Los mismos que negaron conocer el video, niegan que exista el pacto casi firmado, pero ahora, después de años de negativa, debieron reconocer sus  reuniones “reservadas”  con oficiales del S-2 del Ejército.

En la misma semana, el general Luis Pérez reprochó al comandante del ejército su pasividad para frenar la aprobación de la ley intepretativa, el reproche molestó al super-general Rosales, por lo cual sancionó al subordinado y lo relevó de su cargo de jefe de la División I, la más importante de todas. Magnánimo con los mandos militares, el presidente Mujica levantó la sanción a Pérez, considerando suficiente castigo relevarlo del cargo.

A las presiones del lobby armado, siguió una movida insólita de José Mujica que, echando por delante a Tabaré Vázquez  y acompañado por Danilo Astori, fue al Palacio Legislativo para presionar a su vez  a los diputados:  “el poder ejecutivo no está de acuerdo conque voten la ley interpretativa de la ley de caducidad”. Algo un poco contradictorio, porque una hora antes el ministro Almagro (que integra el poder ejecutivo y la dirección del MPP) había manifestado su apoyo a esa ley que el presidente de la república rechazó.
Los hechos enunciados están vinculados al  ejercicio del poder de las armas, parece una campaña orquestada para ubicar al partido militar en el centro del escenario político. Reclaman mejores salarios y condiciones de trabajo (incluyendo las últimas novedades en armas), además de exigir la libertad para los procesados por crímenes de lesa humanidad e impunidad para los indagables por la misma causa.

Organizados en un multiforme partido, pero  monopolizando el uso de las armas, los militares están mucho más activos que los últimos veinte años. No hay condiciones para un golpe de Estado, pero les queda un espacio político abierto a su accionar.

Las armas mandan en todo el mundo

Con la excusa de preservar la vida de los rebeldes libios,  Francia e Italia, junto con los EEUU y Gran Bretaña, lanzaron una “cruzada” contra el “Satanás” Gadaffi. Diciendo que quieren salvar vidas, cercenaron las de niños y mujeres, bombardearon edificios civiles y la residencia de Gadaffi, hasta ayer había su socio y amigo. Una mentira tan descarada como aquella conque George Bush II quiso justificar la invasión a Irak, genocidio que, por supuesto, sigtue impune ante la indiferencia de los “poderes judiciales” internacionales.

El afroamericano de la dulce sonrisa ordenó invadir Paquistán  para asesinar a un desarmado Osama Bin Laden, cuyo escondrijo ubicaron mediante la tortura. Una lesión a la soberanía de Paquistán que iguala el atropello de los israelías al barco turco que transportaba ayuda humanitaria al puerto de Gaza. Obama no sólo quedará impune como su predecesor Bush, sino que será reelegido presidente de lo EEUU gracias al crimen cometido. Dicho sea de paso… para evitar el culto a la memoria de Bin Laden, no quieren mostrar las fotos del cadáver y están demoliendo la casa donde vivía… ¿porqué le tienen tanto miedo?… ¿será que en Medio Oriente el asesinado significaba algo más que un “terrorista”?.

El gobierno de los Estados Unidos llamó acto de justicia a este claro homicidio premeditado.  Se olvidaron de leerle los derechos como hacen en sus películas de policías. Como el Talión es una ley de ida y vuelta, el asesinato de Osama justifica que las víctimas del genocida Bush devuelvan el golpe y hagan justicia de la misma forma.

En definitiva esta hipocresía no puede extrañar a nadie, es la misma que siempre han usado para disimular el salvajismo de los centros de la civilización occidental y cristiana.  Nadie se espanta de que los generales del Pentágono posean armas de exterminio masivo, pues se presume, muy subjetivamente. que sólo las emplearán para ayudar a la humanidad. Lo terrible es que el salvajismo de los Bush, del premio nóbel de la paz Obama, del Estado de Israel o de Sarkozy, esté bendecido por los organismos internacionales que, se supone, son la garantía de la paz mundial y del respeto a los derechos humanos.

El fenómeno de conciencia que caracteriza este siglo XXI es la admiración generalizada por los “superhéroes” de las seriales “made in hollywood”. Se perdió el ojo crítico para discriminar lo justo de lo injusto. Los adictos a la pantalla no distinguen el mundo real del virtual y el poder de las armas goza de un consentimiento que no tenía desde el medioevo.

Como en las favelas de Río o en las villas miserias de Buenos Aires, la pobreza induce a cometer delitos contra la propiedad y a tráficar con drogas. Ese hecho social, que es consecuencia  del crecimiento de la producción capitalista, se lo quiere resolver estigmatizando y condenando los barrios empobrecidos. Después de crear la atmósfera histérica que pide mano dura, se pasa a reprimir la población estigmatizada y condenada de antemano. El clima subjetivo predispone a aceptar las medidas represivas, es la impunidad total para el uso indiscriminado de la violencia por parte de Estado.

Es el mismo clima que lleva a aplaudir la “invasión” de la policía militarizada a los barrios pobres clasificados como “zonas rojas”, claro que, en aras de la “seguridad” se perdonarán y olvidarán algunos excesos policiales con los ciudadanos de segunda.  La izquierda frentemplista no quiere rebajar la edad de imputabilidad, bien por ella, pero consiente con silencio cómplice que el ministerio del interior arrase los derechos y libertades del ciudadano.

La inesperada coincidencia

La generación de Ernesto “Ché” Guevara se educó en la idea de que la emancipación social sólo podía lograrse  “contra” los ejércitos, brazo armado de la clase dominante. Era preciso derrotar al aparato represivo para que las fuerzas populares accedieran al poder, como habían hecho los revolucionarios cubanos. Los tupamaros nacimos afiliados a esa tesis política, fuimos hijos de ella. Como el sandinismo, los farabundos, los miristas de Chile, el ERP y los montos en la Argentina.

Velazco Alvarado, un general entrenado en la “Escuela de las Américas” (Panamá), encabezó en los ’70 un  golpe de Estado que los militares dieron en Perú pero, para sorpresa de todos, una vez en el poder  tomó medidas de carácter popular como  devolver a los pueblos originarios las tierras robadas por el latifundio. A partir de entonces, muchos revolucionarios latinoamericanos pasaron a creer en los “militares nacionalistas” al estilo Velazco, “perunismo” se le llamó. Estos compañeros cambiaron sus ideas y pasaron a pensar que era posible hacer la revolución “con” las fuerzas armadas. Era, decían, un atajo hacia la conquista del poder.

La idea era tentadora. Las fuerzas armadas ofrecen una estructura armada sólida y férremeante disciplinada. La estrategia propuesta fue que, en lugar de derrotarlas militarmente, había que “conquistar” ideológicamente a los oficiales con mando de tropas, introducir la teoría revolucionaria en esas cabezotas acostumbradas a obedecer y mandar, prensando que podían ser el brazo armado del pueblo.

Esas concepciones encontraron terreno fértil en el campo de la izquierda revolucionaria del Uruguay, tanto entre los comunistas como entre los tupamaros. Circunstancia que los “milicos” aprovecharon para neutralizar y derrotar a la izquierda mediante operaciones de inteligencia. La convergencia entre militantes afiliados a la tesis del “perunismo” y militares que posaban de perunistas como los coroneles Trabal y Gregorio Álvarez,  explican los diferentes y sucesivos episodios de “conversaciones” de los años 1972 y 1973, las de nuestros compañeros presos en el Batallón “Florida” y las de los comunistas con el coronel Bolentini.

El  9 de febrero de 1973 los golpistas dieron a conocer los mentirosos “comunicados 4 y 7” proclamando su decisión de derrotar al “comunismo internacional” , pero al mismo tiempo, como  “anzuelo político”,proponiendo un “programa”  de apariencia popular . Con esa táctica a dos puntas dividieron el campo de las fuerzas populares y las empantanaron en el terreno farragoso de “negociaciones” que nunca se concretaron en acuerdos, porque eran simples artimañas de lobo que quiere  comerse a caperucita roja.
“No lo puedo creer”.

Mucha gente escribe “no puedo creerlo”. No pueden creer que se arroguen el derecho a decidir en reuniones más o menos secretas el destino de la lucha por Verdad y Justicia,que la impunidad de semejantes criminales sea materia negociable. No pueden creer que haya sobrevivientes de la epopeya guerrillera mandando a dar palos a las hinchadas del fútbol, dirigiendo las razzias contra los barrios pobres (lean las denuncias de IELSUR, antes de opinar), desalojando por la fuerza a un colono en Bella Unión.

No pueden creer que sean ellos los que quieren encerrar a jóvenes delincuentes  en contenedores metálicos, en condiciones más inhumanas que las del Penal de Libertad cuando lo administraba la dictadura. No pueden creer que ellos estén apostando a los métodos represivos para resolver problemas sociales, que usen el mismo lenguaje de los represores de siempre, sus mismos códigos y el argumento penoso de  “tenemos que hacer cumplir la ley”… ¿no saben qué clase social es la dueña del Estado de Derecho y lo emplea para  defender sus privilegios?

No pueden creer  que el presidente Mujica arroje por la borda los principios de la Verdad y la Justicia, para defender la impunidad de los crímenes de lesa humanidad.

Sin embargo sus actitudes eran previsibles, pues son consecuencia de las viejas “relaciones peligrosas” entre oficiales del Ejército y un grupo de dirigentes del MLN(T), relaciones que reaparecieron apenas falleció Raúl Sendic, el fundador del movimiento tupamaro. Las actitudes de Mujica son consecuencia de su posición con relación al imperialismo, se asocia al partido militar de la misma manera que acepta asociarse con las fuerzas armadas de los EEUU para reprimir al pueblo haitiano, o que acepta que nuestras tropas hagan operaciones de entrenamiento con los “marines” yanquis. La rendición de Mujica a las presiones militares en defensa de la propia impunidad es consecuencia de aquellos antecedentes  históricos de los años ’70. Ese es el trasfondo ideológico que lo lleva a hacer cosas que mucha gente “no puede creer”, que desconciertan y decepcionan a muchos militantes frenteamplistas de izquierda.

La decepción crece y está volviendo receptivos  oídos que no querían escuchar las opiniones críticas. Por eso hoy es posible que estas herejías no caigan en el vacío.  Agradezco a “Cosmópolis” la hospitalidad que permite comuncarse con los vecinos del Cerro y de la Teja.

* Tupamaro histórico. En 1995, junto a otros militantes, abandonó el MLN (Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros). Es autor de “Raúl Sendic el tupamaro, su pensamiento revolucionario”, Letrañe ediciones, Montevideo, 2010.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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