O caso do navio Mavi Marmara

Por Yvonne Ridley.*

Rebelión.- ESTAMBUL – Israel se retuerce y culebrea como un gusano en un anzuelo debido al proceso turco por las muertes de nueve voluntarios de la ayuda humanitaria desarmados a bordo de un barco en ruta a Gaza.

Tel Aviv ha calificado la audiencia en Estambul de “farsa judicial” sin ningún fundamento legal o significado ya que, predeciblemente, los cuatro comandantes militares al centro del brutal ataque aéreo y marítimo son juzgados en ausencia.

En un acta de acusación de 144 páginas, los cuatro son acusados de incitar a asesinato y heridas, y los fiscales piden múltiples sentencias a cadena perpetua al grupo de comando que incluye al exjefe de estado mayor militar israelí Gabi Ashkenazi.

Me senté y escuché en una sala de tribunal silenciosa mientras el juicio se iniciaba el primer día con una serie de sobrevivientes que describían el ataque militar contra su flotilla de ayuda en mayo de 2010 que iba rumbo a Gaza sitiada.

Provenían de todo el mundo e incluían a un excoronel del ejército de EE.UU., periodistas y activistas por la paz que presenciaron la masacre a bordo del Mavi Marmara.

Contaron cómo les dispararon con munición de guerra matando a nueve e hiriendo a muchos más; cómo cientos de miles de dólares en dinero, ordenadores, tarjetas de crédito y otros artículos de valor fueron robados y nunca volvieron a aparecer.

La ayuda recolectada y organizada por la obra benéfica turca IHH, conocida y respetada internacionalmente, simplemente desapareció y la mayor parte nunca se ha recuperado.

Sus historias y recuerdos descriptivos podrían haber provenido de las páginas de una película de acción sobre la piratería en alta mar, pero los piratas eran israelíes y las aguas internacionales eran el Mediterráneo.

La sala del tribunal, con paredes revestidas de madera, estaba repleta, con solo sitio de pie y mucha gente más parada a lo largo de los corredores esperando un poco de información del interior de la cámara. Mientras se presentaba la evidencia había un profundo silencio interrumpido por ocasionales sollozos incontrolables de dos filas de viudas y madres que perdieron a sus seres queridos. Un hombre sentado junto a mí no logró detener las lágrimas que caían de sus ojos mientras aparecía la evidencia condenatoria… no se trataba de un simulacro de proceso, una triquiñuela con fines políticos o una audiencia simbólica. Era real.

No obstante, de vuelta en Ankara, los funcionarios de la embajada israelí seguían insultando a los muertos vilipendiando el proceso, calificándolo de “acto político unilateral sin credibilidad judicial” porque los cuatro acusados eran juzgados en ausencia.

No fue la primera vez que las palabras equívocas del oficialismo israelí sonaban a hipocresía, ¿no se trataba de las mismas melosas acusaciones formuladas por partidarios de los nazis contra los procesos de Núremberg?

Esos tribunales militares, organizados después de la Segunda Guerra Mundial, juzgaron en ausencia a los máximos dirigentes nazis durante 1945-46. Martin Bormann no estuvo presente en el banquillo de los acusados pero debe de haber pasado el resto de su miserable vida mirando por encima de su hombro después de que lo condenaran a la pena de muerte. Sí, fue una lástima que el secretario del Partido Nazi nunca fuese llevado ante la justicia, pero por lo menos algunos de los sobrevivientes del régimen tuvieron una sensación de conclusión gracias a la sentencia sabiendo que pasarían su vida esperando ese golpe en la puerta.

Israel lo sabe todo sobre los juicios en ausencia, en los hechos ha organizado tribunales similares sin que los acusados estén presentes. Según Global Research, entre 1950 y 1961 la Ley de Castigo de Nazis y Colaboracionistas con los Nazis (Hok Le’Asiat Din BaNatzim) se utilizó para procesar a 29 judíos sobrevivientes del Holocausto, acusados de colaboracionistas de los nazis. La primera y única vez que se utilizó para ejecutar a una persona fue en el caso de Adolf Eichmann. Fue ilegalmente secuestrado, drogado y transportado por el Mossad desde Argentina en 1960 y dos años después lo ahorcaronn tras un proceso televisado en Israel.

“Lo que lo convierte en un evento especial desde un punto de vista legal es que esta ley es una ley retroactiva y extraterritorial ya que el Estado de Israel no existía en la Segunda Guerra Mundial. Además, los crímenes alegados no se cometieron en Israel ni contra ciudadanos israelíes. Una ley ex post facto, o retroactiva, es una ley que cambia retroactivamente las consecuencias legales de acciones cometidas antes de la promulgación de la ley.

“Semejantes leyes están prohibidas expresamente por la Constitución de EE.UU., aunque algunos países las aceptan. No pueden aceptarse como práctica justa, no importa cuáles sean las justificaciones utilizadas para su aprobación. Simplemente, ¿cómo es posible protegerse contra una ley que no se ha legislado?

El juicio en Estambul es muy real y mientras estaba sentada allí y contemplaba las caras de los sobrevivientes, de las familias de los que murieron, me di cuenta de que este evento es un hito de una acción legal histórica, que terminará por hacer justicia a los que la buscan.

Por mucho que proteste el Estado de Israel, que acostumbra realizar asesinatos extrajudiciales, eliminando así el derecho a un proceso por un jurado, carece de cualquier base para hacer afirmaciones falsas sobre la legitimidad del tribunal de Estambul.

Israel, como todos saben, tiene una relación muy distante con el derecho internacional. Ha violado o ignorado más de 70 resoluciones de la ONU, más que cualquier otro país del mundo. Tampoco respeta el debido proceso y todavía tiene detenciones sin proceso incluso de niños de menos de 18 años.

Se espera que dentro de los próximos días casi 500 personas presenten evidencia antes que el tribunal llegue a un veredicto sobre los cuatro acusados.

El ministerio de Exteriores de Israel dijo en una declaración que el juicio “cae evidentemente en la categoría de simulacro de proceso, un acto que no tiene nada que ver con el derecho o la justicia”, agregando que fue “solo una demostración propagandística” y que Turquía debería tratar el tema mediante un diálogo bilateral.

La verdad es que aunque Israel ha expresado su “pesar” por las muertes del Mavi Marmara, se sigue negando obstinadamente a pedir disculpas a pesar de numerosos informes y comentarios condenatorios de una serie de organismos, incluidas las Naciones Unidas. Esta negativa típicamente intransigente de pedir “perdón” le costará caro al Estado sionista, ya que muchos lo consideran un Estado paria.

Pero esta posición reprensible cuestionando la legitimidad del juicio insulta a cada víctima, incluyendo a aquellas que perecieron en el Holocausto y los sobrevivientes que confiaron en Núremberg para lograr justicia.

El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, quien tiene la intención de hacer pronto una visita oficial a Gaza controlada por Hamás, después de la visita de alto perfil del emir de Catar, describe las muertes de la flotilla como “terrorismo de Estado”.

Tendremos que esperar el resultado del juicio de los cuatro –Ashkenazi; Eliezer Marom, excomandante de la armada israelí; Amos Yadlin, excomandante de la fuerza aérea; y Avishai Levy, exjefe del servicio de inteligencia de la fuerza aérea– para ver si el tribunal está de acuerdo con Erdogan.

Sea cual sea el resultado, Israel tiene que aceptar el resultado, no puede jugar dos juegos. La ley existe para todos y no debe haber excepciones.

Tal vez Ashkenazi, Marom, Yadlin y Levy deberían ser suficientemente hombres y viajar a Estambul para presentarse ante el tribunal. Sería hacer lo correcto y honorable, pero históricamente, hacer lo correcto y honorable es un concepto ajeno al Estado sionista.

Yvonne Ridley es una periodista británica y observadora en el tribunal. También es patrocinadora de Cageprisoners y presidenta europea de la Unión Internacional de Mujeres Musulmanas.

Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/11/08/no-show-trial-for-israel-in-turkey/

 Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

 * Counterpunch.

Foto: Wikipedia

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