México: Mais uma eleição incerta

Editorial desta segunda-feira (02/07) do jornal mexicano La Jornada.
(Português/Español).
O processo eleitoral programado para ser concluído na noite de ontem (01/07), com resultados confiáveis e um vencedor indiscutível sendo proclamado como novo presidente por todos os setores da sociedade, longe disso, se encontra em cheque devido às possíveis contaminações por condutas institucionais indevidas da mídia e de agentes dos partidos.
Para começar, a eleição foi conduzida de forma claramente parcial por alguns meios de comunicação – sobretudo os eletrônicos -, que promoveram a fabricação de uma candidatura presidencial baseada no gigantesco poder da televisão sobre a opinião pública. Tal processo não se limitou à mera aplicação das técnicas tradicionais de marketing político, e incluiu também campanhas de desqualificação e distorção contra eventuais competidores do candidato do PRI, assim como uma evidente falta de equilíbrio ao se abordar as notícias, o que poderia ser lido com uma espécie de bloqueio. Outro elemento que favoreceu a candidatura de Enrique Peña Nieto foi a elaboração de centenas ou milhares de pesquisas, quase diárias, muitas delas distantes da realidade.
Já na fase das campanhas eleitorais propriamente ditas, o PRI (Partido Revolucionário Institucional) recorreu ao seu arsenal de manobras tradicionais de manipulação e distorção eleitoral: compra de votos, coação eleitoral, intimidação e agressão a simpatizantes de outras instituições políticas, assim como um destacamento inigualável de dinheiro em publicidade, logística e repartição bens ou de valores em troca das vontades da cidadania. Diante de tais práticas indesejáveis e delitivas, tanto o IFE (Instituto Federal Eleitoral) como o TEPJF (Tribunal Eleitoral do Poder Judicial da Federação) se comportaram com uma tolerância que contradiz suas faculdades e obrigações legais.

Na jornada de domingo, proliferaram as denúncias de irregularidades – as mais reiteradas se referiam à compra de votos, mas também houve denúncias de roubo de urnas com violência, agressões contra cidadãos de grupos políticos rivais da candidatura de Peña Nieto e manipulação indevida de documentos eleitorais por supostos operadores do PRI. Entretanto, os representantes da Justiça Eleitoral e Civil, assim como os porta-vozes dos meios informativos, se empenharam em retratar o pleito como “limpo” e a jornada eleitoral como “tranquila”.

Sem ser uma coisa nem outra, a eleição teve, porém, uma notável virtude: uma grande participação cidadã, o ressurgimento do interesse cívico, restabelecendo o vínculo de importantes setores da cidadania com as urnas – e com a política em geral. A expressão mais visível desse fenômeno positivo é o surgimento, no calor da campanha, do movimento estudantil e juvenil #YoSoy132, que teve como elemento articulador primordial a moléstia acumulada diante das misérias de um regime político no qual participam, sem atribuições legais, os poderes fáticos e o de certos meios de comunicação, assim como alguns institutos de pesquisa, que parecem mais preocupados em induzir tendências eleitorais do que em retratá-los.

Conspiração 

No final da jornada, quando o PREP (Programa de Resultados Eleitorais Preliminares) apontava menos de 10% das zonas apuradas, o presidente do IFE, Leonardo Valdés Zurita, anunciou em cadeia nacional os resultados de uma pesquisa de boca de urna que diferiam totalmente dos números do PREP, mas que convergiam com os das pesquisas mais questionadas pela opinião pública. Minutos depois, o ainda titular do Executivo Federal, Felipe Calderón, fez uso da mesma transmissão nacional para proclamar o triunfo de Peña Nieto. Tudo isso com o pano de fundo da repercussão unânime dos meios informativos eletrônicos, que não vacilaram em aceitar aqueles números como definitivos, aceitando a vitória do candidato do PRI, o qual não demorou em surgir para pronunciar seu discurso de presidente eleito, apesar de ainda não ser.

Otra elección incierta

Editorial de La Jornada.- El proceso electoral que habría debido culminar ayer con resultados confiables y un ganador inobjetable de la contienda presidencial se encuentra, en cambio, en un preocupante compás de espera y se ha visto contaminado por malas conductas institucionales, civiles y mediáticas.

De entrada, la elección fue precedida por una parcialidad tan pronunciada de los medios –especialmente, de los electrónicos–, que derivó en la fabricación de una candidatura presidencial con base en el desmesurado poder de la pantalla televisiva sobre la opinión pública. Tal proceso no se limitó a la aplicación, para efectos políticos, de la mercadotecnia y la publicidad comercial tradicionales, sino incluyó campañas de descalificación y distorsión contra eventuales competidores del aspirante priísta, así como una manifiesta inequidad informativa muy semejante a un bloqueo. Otra vertiente de esa construcción de la candidatura de Enrique Peña Nieto fue la elaboración de cientos o miles de encuestas a todas luces divorciadas de la realidad.

Ya en la fase de las campañas electorales propiamente dichas, el Partido Revolucionario Institucional recurrió a su arsenal de maniobras tradicionales de manipulación y distorsión electoral: la compra y coacción de votos, el amedrentamiento y la agresión a simpatizantes de otros institutos y fórmulas políticas, así como un derroche aplastante de dinero en publicidad, logística y reparto de bienes o efectivo a cambio de voluntades ciudadanas. Ante tales prácticas indeseables y delictivas, tanto el Instituto Federal Electoral (IFE) como el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) se comportaron con una tolerancia cercana a la omisión de sus facultades y obligaciones legales.

En la jornada del domingo proliferaron las denuncias de irregularidades –las más reiteradas se refirieron a la compra de votos, pero también las hubo por robos con violencia de urnas, así como por agresiones contra ciudadanos de fórmulas distintas a la que encabeza Peña Nieto y por manipulación indebida de papelería electoral por presuntos operadores priístas–; sin embargo, tanto los altos funcionarios electorales y judiciales como los portavoces de los medios informativos se empeñaron en retratar unos comicios limpios y apacibles.

Sin ser una cosa ni la otra, la elección tuvo, empero, una notable virtud: la alta participación ciudadana y el resurgimiento de un interés cívico que restableció el vínculo con las urnas –y con la política en general– de grandes sectores de la ciudadanía. La expresión más notable de ese fenómeno positivo es el surgimiento –al calor de las campañas– del movimiento estudiantil y juvenil #YoSoy132, el cual tuvo por elemento articulador un vasto malestar ante las miserias de un régimen político en el que participan, sin atribuciones legales, poderes fácticos como el de los medios electrónicos y, a estas alturas, de las casas encuestadoras que parecen más preocupadas por inducir tendencias electorales que por retratarlas.

Al fin de la jornada, cuando el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) llevaba computadas menos de 10 por ciento de las casillas, el presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, salió a anunciar en cadena nacional los resultados de un sondeo rápido que difieren notablemente de los números del PREP, pero que convergen con los de las encuestas más impugnadas por la opinión pública. Inmediatamente después, el aún titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón, hizo uso del enlace nacional para proclamar el triunfo de Peña Nieto. Todo ello con el telón de fondo de medios informativos que no vacilaron en proclamar vencedor al aspirante priísta, el cual, posteriormente, pronunció un discurso de presidente electo, sin serlo.

Estos desfiguros institucionales e informativos resultan lamentables en la medida en que vician el proceso electoral e introducen en él factores de incertidumbre y hasta de sospecha. En un escenario competido, en efecto, proclamar ganadores cuando no se tienen resultados constituye una temeridad y puede dañar de manera irreparable a la elección en su conjunto.

Por su parte, el candidato presidencial de las izquierdas anunció que esperaría al recuento total de los votos para asumir una posición y llamó a la calma y a la civilidad a sus seguidores. No podrá achacársele, en consecuencia, la paternidad de una incertidumbre electoral que se gestó, en cambio, en el sistemático manipuleo televisivo, en la sostenida intromisión de la administración calderonista, en la pusilanimidad de las autoridades electorales y en la aplicación de las tradicionales malas artes comiciales del Revolucionario Institucional.

Lo cierto es que se ha vuelto a colocar al país en un escenario de falta de credibilidad que podría derivar en circunstancias ingobernables o en seis años más de un gobierno privado de legitimidad. Cabe esperar que ninguna de esas perspectivas se concrete y que, por el contrario, el cómputo total de los sufragios y la rápida resolución de las impugnaciones dé certeza sobre el sentido del veredicto popular emitido ayer en las urnas.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/07/02/index.php?section=opinion&article=002a1edi&partner=rss

 

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