Honduras: alguma coisa não está bem, há que atuar já!


Por Ricardo Salgado.

La huelga general es básicamente el arma última del pueblo para conseguir que sus demandas sean escuchadas. Pero aun siendo un movimiento de gran envergadura, no termina de ser efectiva, si no afecta los intereses de la clase dominante, especialmente en un país, como honduras, donde las elites controlan absolutamente el estado. Si bien es cierto requiere grandes niveles de organización y capacidad, el aspecto fundamental radica en la voluntad de llevar adelante una lucha común.

En este momento crítico, el régimen golpista hondureño ha tenido mucho éxito manteniendo las luchas gremiales aisladas una de la otra; no llega a arreglos con nadie, pero no hay problemas, pues no hay señales de que las turbulentas aguas se vayan a unir en algún momento. Por lo pronto, la huelga no pasa de estar en “etapa preparatoria”, mientras campesinos, maestros y obreros mantienen algún nivel de negociación con el estado espurio.

Peor aún para los intereses populares, el gobierno ha encontrado el camino para “demonizar” los movimientos gremiales, mientras estos tratan de esquivar ante la opinión pública su relación con el Frente Nacional de Resistencia Popular. De alguna manera, los gremios, al contemporizar con el gobierno  se ven obligados a desmarcarse de la lucha popular más importante: la fundación de una nueva Honduras. Por su parte, el frente, aunque activo en labores de organización de una posible huelga, permanece invisible y en silencio, a pesar de sus comunicados y presencia en las gestas de los compañeros maestros.

El gobierno, también pone a “negociar” a Arturo Corrales y a Rafael Leonardo Callejas, ambos insignes “ideólogos” de la oligarquía y representantes de los intereses más puros del Golpe de Estado. De hecho, al nombrar esta comisión, el régimen le envía un mensaje claro al magisterio: “NO VAMOS A NEGOCIAR NADA, LOS VAMOS A RENDIR EN MEDIO DE DEMAGOGIA Y ENGAÑOS”. Además, la comisión golpista la completa un abogado, Humberto Palacios Moya, que no es famoso por sus habilidades negociadoras.

Sin embargo, mientras entretiene a la dirigencia magisterial y a la opinión pública, maniobran en dirección de destruir al FNRP, el que inmóvil espera que las coyunturas favorezcan “algo”. Los movimientos aislados marchan a soluciones parciales, y malas, en las que todos los gremios pierden. Sorprende en los noticieros escuchar que a los maestros les van a pagar con bonos en dólares al 5% de interés. ¿Será posible que los maestros no sepan que el dólar pende de un hilo, y que existe un fuerte movimiento de los países ricos que busca instaurar un nuevo patrón comercial y una nueva moneda “fuerte en el mundo”? ¿No se habrán dado cuenta que el Fondo Monetario Internacional exigirá la devaluación, por lo que sus bonos perderán valor por duplicado a un ritmo súper acelerado?

Los obreros esperan por su parte un aumento al salario mínimo dictado por el gobierno; si ellos pidieron 13% (debo que confesar que no sé cuál es el punto de referencia de este porcentaje, pero asumo que es el salario mínimo actual de L.5, 500.00), lo que haga el gobierno será inmaterial comparado con el aumento real en el costo de la vida. Se hace aquí malabares por relacionar el salario mínimo con la canasta básica, cuando el asunto está en la relación de este con el costo real de vida en el país, que debería rebasar los 650 dólares mensuales a la tasa de cambio actual. Es decir, también los obreros van también hacia la trampa de un ajuste que se esfumará con la devaluación.

Ante una situación que luce desventajosa para todos los hondureños resulta incomprensible porque las demandas en esta lucha permanecen tan reducidas, y tan poco politizadas. El gobierno entiende que lidiar con este tipo de demandas le regala tiempo que no tendría frente a un movimiento huelguístico unificado. Aquí entra en juego la beligerancia del Frente Nacional de Resistencia Popular, que debería ser el responsable de aportar las banderas que involucran a todo el pueblo hondureño.

Es fácil anticipar que el mas lastimado después de que estos movimientos encuentren un final mediatizado, será el frente mismo, pues la movilización  perderá valor después de un gran degaste en las luchas actuales. Existe un error de cálculo que corre a favor de la dictadura: en la medida en que se mantenga el nivel de las demandas, las luchas perderán fuerza y, sobre todo, apoyo popular. Para explicarme un poco, un trabajador de la construcción apoyara la causa magisterial por un tiempo pero después de encontrar su punto de interés propio, establecerá sus prioridades.

Las posibilidades de discutir, puesto que dialogar no es posible sin transigir y, eventualmente, rendir las reivindicaciones, se encuentra en la intensificación de la lucha y la multiplicación de las demandas; incluyendo las demandas por una Asamblea Nacional Constituyente ( a la que la oligarquía a través de sus voceros ya llama “la falacia”), el retorno de los exiliados, especialmente del presidente derrocado, José Manuel Zelaya. En las condiciones actuales, una huelga con rasgos políticos claros reconfiguraría el balance de fuerzas del régimen espurio, y le obligaría a encontrar maneras de solventar desde el fondo los problemas estructurales creados por el Golpe de Estado.

Básicamente, la crisis monetaria del Estado no le permite “solucionar” los problemas, entonces recurre a sortilegios que mantienen un pulso en que los gremios no pueden avanzar, el gobierno no lo necesita, y la oligarquía disfruta con sadismo. Por otro lado, todos los hondureños, deberíamos tener muy claro que el problema permanente relacionado con su empobrecimiento radica justamente en el modelo neoliberal que el régimen impulsa sin tapujos todos los días. El congreso ahora marcha “victorioso” a entregar fuentes de agua a los mismos que disfrutaron del pingüe negocio de la producción de energía térmica, de hecho comenzó a hacerlo desde la administración de Goriletti, y fue denunciada desde enero pasado, sin que hasta la fecha haya una lucha coordinada por el rescate de nuestros recursos.

Algo no está funcionando bien; las cosas están tomando un sesgo desfavorable para el pueblo hondureño. La crisis, que en principio debía afligir al gobierno espurio, hoy le da oxígeno y estrangula la vida del frente. Las razones de todo esto tienen raíces profundas en la incapacidad o falta de voluntad para encontrar avenida que nos lleven a deponer agendas aisladas y nos permitan encontrar la unidad necesaria para derrotar la estrategia imperial, aplicada en Honduras, sin éxito hasta ahora, por la férrea convicción del pueblo hondureño de que quiere un mundo mejor.

Las estrategias de muchos no coinciden con lo que el todo requiere; el comité ejecutivo del frente parece aislado, aunque sus miembros tienen vida orgánica particular, fuera del frente, y las ideas críticas son vistas con recelo y hasta hostilidad por parte de quienes no aceptan la necesidad de abrir el espacio para la lucha de ideas, pero invocando a estas, ponen en el refrigerador los proyectos que deben discutirse para consolidar la vida del FNRP.

Y las cosas toman matices extraños, se acusa con vehemencia a los que producen pensamiento y se les margina; no hay producción de argumentos. El coordinador general es atacado constantemente por los medios oligarcas, nacionales e internacionales, pero el frente se mantiene inmóvil, espera que alguien reaccione, nada más. Parece muy importante que en este momento, muchas de las organizaciones integrantes del frente reflexionen sobre cuestiones críticas para el futuro de la lucha: ¿Qué es el frente?; ¿Cuál es el nivel de compromiso de cada organización?, ¿Por qué están en el FNRP?; ¿Cómo ven el futuro del FNRP?; ¿creen que va a prevalecer el frente?; ¿Qué están dispuestos a hacer por este frente?

Estoy consciente de que esto traerá una discusión, y pienso que si al menos alguien me insulta habré conseguido llamar la atención sobre un problema que implica la existencia de este movimiento tan importante para el pueblo.

Que no nos preocupe discutir; renunciar a la argumentación sería el mayor favor para el adversario, y un error histórico imperdonable.

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